El son, otra muestra representativa de nuestro caudal músico-danzario en el mundo, ha situado en el podio de los Premios Grammy a generaciones de cubanos exponentes del género
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
La identidad de esta isla se escucha y baila. El son transparenta en acordes y movimientos las esencias dejadas en el pentagrama y las coreografías. Defensores de este arte parido en los parajes más recónditos ponen en sus gargantas la cotidianidad.
Desde el Oriente, el santiaguero Miguel Matamoros confirmó la autenticidad del género; en el otro extremo, en Vuelta Abajo, el pinareño Miguelito Cuní trascendería en la historia por su repertorio; ambos protagonistas soneros de todos los tiempos.
De estirpe hispánica y africana pero genuinamente cubano, en la manigua pusieron oídos al son. Los mambises percibieron la elegancia de un sonido con tantas variantes como defensores. Ignacio Piñeiro, Arsenio Rodríguez, Benny Moré, Compay Segundo, Enrique Bonne, Pacho Alonso y Adalberto Álvarez, entre otros, dieron continuidad a la creación.
Considerada otra muestra representativa de nuestro caudal músico-danzario en el mundo, el género ha situado en el podio de los Premios Grammy a generaciones de exponentes de la mayor de las Antillas. Aquí y allá, el repique de las maracas conlleva a corear estribillos y contonear caderas. 8 de mayo. Por tercer año se celebra el Día del Son Cubano. El tres, el güiro y el bongó, instrumentos que conforman la banda sonora del país, dan vida a una expresión cultural patrimonio inmaterial de la nación.
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