Donatila Sosa es una promotora cultural natural con una gran influencia en la comunidad y ha liderado varios proyectos comunitarios con loables resultados es una de las homenajeadas en la semana de la cultura de Cabaiguán que tiene lugar desde este 4 de abril y se extenderá hasta el venidero domingo.
Por: Lillipsy Bello Cancio
Donatila, esta mujer que traigo alborotada entre mis dedos, es una cubana de esas que no puedes olvidar, a la que basta atender un par de segundos para saber que donde sea que escuches ese “¡Buenos días!” (capaz de despertar hasta al más perezoso de los mortales) la vas a identificar… es una de esas guaracheras verracas, verraquísimas que se te mete en la piel y te desborda el alma toda.
A estas alturas no sé si tiene algún título académico, desconozco los diplomas que tendrá en su casa colgados en la pared o guardados en cualquier gaveta… lo de esta “madama” trasciende todo lo humano y lo divino… ¡hasta pareciera que se le escapó a los ángeles… o al diablo, como diría mi abuela!
Donatila es una inconmensurable reparadora de sueños, ideal para diseñar espacios con “cualquier cosa”: una taza rota, el platico de la vajilla de la tía que perdió la forma hace ya varias décadas, el jarrón de barro que le regaló el amigo un par de cumpleaños atrás y de tanta agua y tanto sol decidió que se ve mejor empotrado en la pared que sosteniendo plantas.
Es una mujer de la Cultura… de la cultura cabaiguanense… ¡para ella ha vivido desde que tiene memoria! No se resiste a que le alteren su patrimonio, no se queda callada cuando de divulgar un evento se trata, ¡imposible no contar con ella cuando “crear” es la palabra de orden!
A Donatila Sosa Milián puedes encontrarla muy temprano en la mañana cargada de pomos y jabas, rodeada de niños que van a la escuela, en la cola de TRASVAL cargando detergente para sus “amigas- clientes” o “clientes- amigas” (que para ella es lo mismo)… A Dona también es fácil encontrarla en el parque promocionado “sus escritores”, deteniendo a periodistas y dirigentes para quejarse porque les han arrancado las farolas a “su paseo”, “vendiendo” sus tradiciones… “metiéndole por los ojos” a los más jóvenes aquello de que “¡Cabaiguán es lo más grande!”
La imagino ya medio EMBRAVUCONADA con esta reportera, (complacidísima con el encargo), por haberla puesto allí en ese lugar al que, aunque ella no lo reconozca porque la sencillez y la modestia le ganan, sabe que pertenece, porque es una cubana digna, porque es una cabaiguanense rellolla, una apasionada de la cultura y su gente… una verraca inolvidable.
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