viernes, febrero 21El Sonido de la Comunidad

Efigenio Pino, el espejo donde deben mirarse los instructores de arte

Carismático, jaranero, excelente hijo, esposo, padre, amigo y compañero, Efigenio Pino Hernández, se ganó el cariño de varias generaciones de cabaiguanenses y de otros sitios de la provincia y Cuba

Efigenio
Efigenio Pino es considerado el eterno niño del teatro guiñol en Cabaiguán

Por: Hugo Crespo Crespo

A finales de 2024, nos dijo adiós de forma física, un hombre menudo de tamaño, pero inmenso en nobleza, humildad y trato afable. Alguien quien nació para hacer reír a los más pequeños y hasta grandes de las familias que acudían a diferentes escenarios a disfrutar de su teatro de títeres, huella imborrable en Cabaiguán, que no ha podido hasta la actualidad sustituir tal maestría.

Carismático, jaranero, excelente hijo, esposo, padre, amigo y compañero, Efigenio Pino Hernández, se ganó el cariño de varias generaciones de cabaiguanenses y de otros sitios de la provincia y Cuba, donde llevó su arte y creación, con ese sello que él sabía imprimirle a cada personaje que salía de su inspiración,  entre ellos los inolvidables Comino y Pimienta, una obra emblemática de Cabaiguán, donde un patrón explota a dos niños y los amenaza con que si no trabajaban llamaría al diablo. Entonces, ellos se dan cuenta que si unen sus fuerzas pueden vencer al diablo y un buen día le entran a palos al diablo con la ayuda de los niños, obra que tiene una gran enseñanza y era muy predilecta por los públicos. Otras de sus obras fueron Mis títeres y yo, A corazón abierto y Con paso de Meñique.

Así fue tejiendo esta obra, una gran alfombra donde la magia, ternura y amor por la infancia y su alegría, se fue calando cada vez más en la imaginación de este hombre que por más de cincuenta años, hizo reír a varias multitudes en cualquiera de los sitios donde podía actuar, siempre y cuando tuviera un títere en sus manos.

Nacido en una zona rural del municipio de Cabaiguán en el año 1943, Pino, sintió desde su infancia, atracción por la música, por lo que al existir pequeñas agrupaciones musicales en la zona de residencia y en fiestas familiares, él siempre tocaba algún instrumento como las maracas y la filarmónica.

Este artista también demostró su valía y capacidad para enfrentar otras misiones en su vida cuando ingresa a la Asociación de Jóvenes Rebeldes en 1961 y después en la Milicia Nacional Revolucionaria, participando en los combates de Playa Girón.

Sus dotes de narrador y guionista de sus propias obras, lo llevó a alcanzar un Premio Nacional de Relato con el título La noche del 17 de abril, el cual salió a la luz en la Revista Verde Olivo. Este reconociendo lo logra en una Unidad Militar del Ejército del Centro.

Por estas razones y su trabajo artístico en este ámbito, es seleccionado para cursar  la escuela de Instructores de Arte. No obstante, la especialidad que deseaba era música y no pudo alcanzar este sueño, por razones ajenas a su voluntad.  Después en la escuela de teatro del Hotel Comodoro se graduó de Instructor de Arte y luego se especializó en el teatro para niños, en el género del teatro de guiñol, algo que no imaginaba haría de él, una persona muy querida y estimada por infantes y familias.

La trayectoria artística de este hombre de bien, es amplia. En Sancti Spíritus, funda el Guiñol como aficionado en 1965 y más tarde en 1967 como profesional. Después a petición del Consejo Nacional de Cultura de Las Villas realiza un trabajo similar en el municipio de Cabaiguán donde se funda el grupo de teatro Guiñol “Los muñequitos”, situado al lado del otrora Hotel Cabaiguán, donde el paso del tiempo a pesar de haber borrado todo indicio de ese magistral espacio, muchos quizás recuerden momentos de alegría de su niñez y señalen hacia este sitio con un ademán de añoranza por la impronta que en él alguien dejó.

Su tiempo no lo malgastaba como jefe de la cátedra de teatro. Desde aquí atendía a grupos de niños que fueron ganadores de festivales municipales y provinciales, apoyó a una brigada artística de teatro en la Prisión Provincial durante varios años, así como su participación constante en las Brigadas Culturales que se llevaban a las comunidades. Fue además miembro de la Comisión Provincial de la Asamblea Provincial del Poder Popular en Sancti Spíritus, en la atención a las Direcciones Municipales de Cultura durante dos décadas.

A pesar de jubilarse en el 2004, Efigenio Pino, siguió trabajando para los que saben querer. Asistía a todas las actividades a las cuales era invitado en cualquier lugar de la geografía municipal, círculos sociales, cumpleaños, barrios de fiesta, en la Casa de cultura y en el parque infantil Serafín Sánchez, donde personas inescrupulosas hurtan parte de sus muñecos y útiles que tanto complacían a los más pequeños de casa.

Este repudiable hecho, fue criticado por varias personas de este pueblo que lo admiraban y respetaban, porque generaciones de lugareños, crecieron con las enseñanzas de sus valiosas historias, que, a pesar de este execrable acto, muchos no olvidan,  como era el caso de que querido  Melcochita.

Varios fueron los reconocimientos que recibió este creador entre ellos “El Majá Anjá”, así como trofeos, placas y las medallas de Vanguardia Nacional, la Raúl Gómez García, y por la Cultura Nacional, el Premio Olga Alonso, y premios de Cultura Municipal; pero sobre todo uno muy especial y que avala su excelsa trayectoria: el aplauso y risa de sus espectadores.

Al iniciarse en ese propio año las transmisiones de La Voz de Cabaiguán, Pino fue protagonista de varios espacios de la emisora que también lo admiraba. Reportajes, crónicas, entrevistas, testimonios y comparecencias en vivo, lo convertían en un invitado de honor en cada programa. Pero su jocosidad aquí la recordamos cuando Maribel Villacampa, conductora y directora del programa Antena Cultural lo llamada muy seguido, entonces  él,  con aquella picardía y gracia le decía: Ay Maribelita hija, déjame tranquilo.

Por otra parte, mi admiración y simpatía hacia él, era algo especial entre ambos, por lo que un día se me ocurrió llamarlo y no me escuchaba, entonces decidí decirle, Conífera vieja, es contigo.(En alusión al apellido Pino), enseguida se acercó hacia mí y dialogamos y reímos varios minutos. 

Pino, el hombre que tanto coloreó la alegría en Cabaiguán, luchó contra la muerte hasta los últimos instantes de su vida. Sus escasos hálitos de oxígeno al lado de sus seres queridos, fue una escena de dolor para esos que lo tuvieron; alguien tan querido y especial, una de esas personas que aunque se oscurezca el camino siempre un manojo de luz brotaba de su interior para dar felicidad a sus similares.

Hoy en el Día del Instructor de Arte, Efigenio Pino Hernández, fue, es y será el espejo más ideal para mirarse en él, todos los que apuesten por una escena donde el artista entregue pasión, fuerza, talento, respeto  y vida a los que buscan aliviar los dolores del alma.

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