La producción del año quedará por debajo del plan y se estima el aporte de la provincia en el rango de las 340 toneladas.
Colar la cosecha de café en las páginas de Escambray es casi igual que alborotar un panal de avispas, porque de más está recordar la sed de la popular bebida, cuyo sorbo en los últimos tiempos se ha vuelto un conflicto con el paladar al compás de la escasez, además, cuando el polvo aparece es como si jugara a los escondidos.
Sancti Spíritus no es de las provincias que llevan el peso productivo en el país, pero sus entregas siguen distantes de las potencialidades agrícolas y bastaría decir que el territorio demanda para cubrir su consumo normado y social unas 700 toneladas anuales, cifra que como potencial productivo define la meta del programa de desarrollo vigente hasta el 2030; en tanto este año planificó una producción de 390 toneladas y los más entendidos estiman que la recolección debe situarse en el rango de las 340 toneladas de café oro (despulpado).
Aunque tampoco abunda el azúcar para endulzar este amargo trago, si es correcto decir que la merma productiva no es obra del azar ni que los cosecheros le hayan quitado el pie al cafetal, porque solo el hecho de que la mayoría vive de esos ingresos da razón para apuntar que si a alguien le conviene elevar la producción del grano es al productor.
LAS GRIETAS DEL COLADOR
La voz autorizada de Leosvaldo Cruz Duardo, especialista de Café en la Delegación Provincial de la Agricultura, identifica los tropiezos del cultivo que empezaron con la sequía a inicios de año: “Eso dañó la floración fuertemente, al punto de que en la variedad robusta ocurrió de forma tardía y ahora las plantaciones están vestidas de granos de café, pero no han madurado en su período tradicional y esa producción saldrá para el otro año”.
Con el arrastre de la mala floración arrancó la recogida del grano en septiembre y, aun cuando una manga de viento de la tormenta tropical Laura atravesó el macizo cafetalero Sipiabo-Río Arriba, en Fomento, dejando daños estimados en el rango de las 4 toneladas —incluso certificados por la Estación Experimental de Jibacoa —, la campaña parecía coger su paso; sin embargo, las intensas lluvias de Eta llegaron justo en el pico de maduración de la especie arábica y le dieron otro estrujón a la cosecha.
“Eta no tumbó granos en el robusta, pero en el arábico si afectó; estimamos la pérdida entre siete y 10 toneladas, pero la verdad exacta no la sabemos todavía”, explicó Cruz Duardo. Por su parte, Yoel Estrada González, especialista en beneficio industrial en la planta de El Pedrero, explicó la afectación desde otra magnitud: “Antes de las intensas lluvias a la industria estaban entrando alrededor de 2 toneladas diarias y después de eso el ritmo bajó estrepitosamente a 0.500, 0.400 toneladas; la afectación fue real”.
A juicio de Cruz Duardo, aún cuando el año cerrará con una contracción productiva, ha predominado la calidad del café en las áreas de Trinidad y Fomento, rasgo que favorece a los productores y la cosecha. “Desde el punto de vista de los recursos ha sido una etapa desfavorable a tono con la situación del país, prácticamente lo único que ha habido es machete sin lima”, acotó.
SINSABORES EN EL CAFETAL
“Este año estábamos preparados para una cosecha superior, incluso los volúmenes contratados con la base productiva eran mayores con respecto al 2019, pero fue muy negativa la pérdida de tres o cuatro floraciones y luego el impacto de las dos tormentas”, detalló Estrada González.
Todavía a Leonel Broche Santander, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios El Vaquerito, en la premontaña de Fomento, le parece estar bajo el azote de aquellos aguaceros interminables que “provocaron una sobremaduración y se cayeron los granos y el café que se goteó se lo llevó el agua por las pendientes. Esa afectación es irreparable; sin ánimo de justificar nada, te puedo asegurar que las dos tormentas maltrataron los cafetales del municipio en la zona más productora”.
Más allá de los estragos sufridos otra vez por el cultivo, la recuperación cafetalera no acaba de dar el salto a la altura de las potencialidades. Escambray indaga con Broche Santander. “Hay que meterse a aplicar tecnología, hoy lo novedoso es el café de injerto y por esqueje, pero a un campesino que transformó sus áreas haces dos o tres años le es difícil arrancar el cafetal para hacerlo nuevo; pero el camino es ponerle ciencia y técnica al cultivo y buscar más rendimiento en la misma área”.
Aldo Carballo Gutiérrez, productor de la CCS El Vaquerito, expone sus criterios sobre esa misma arista. “Entre las cosas que frenan el salto de productivo te cito al fertilizante y los insumos en su totalidad, eso mejoró tiempo atrás pero este año no recibí nada, un año muy malo para el cultivo. Es verdad lo del impacto de la pandemia en las importaciones, pero eso no lo entiende el café, uno hace lo que pueda, la planta también; si no hay insumo, la mata no pare, no hay rendimiento.
“A corto plazo no veo un despegue en el café, empezando por el cambio climático que le está haciendo mucho daño; además, a los precios de compra, que en su momento fueron buenos y tuvieron un efecto, hoy ya no estimulan contra los gastos que tenemos, pago la lata recogida a 50 pesos, todo ha subido y la utilidad es poca; claro que estoy a favor de aplicar tecnologías, pero eso lleva su cálculo porque en el área nueva te pasas tres años para recuperar ese costo y la cosecha prácticamente es lo comido por lo servido”, puntualizó finalmente.