Cuba, la mayor de las Islas del Caribe fue en el pasado siglo lugar añorado por los inmigrantes hispanos. La mayor afluencia de hispanos se registró de las Islas Canarias y en menor número de España sobre todo de las provincias de Galicia, Valencia, Andalucía, Cataluña entre otras regiones.
Desde la lejana aldea de Padrenda y por el puerto pesquero de Vigo, muy cercano a la frontera con Portugal, partió rumbo a Cuba, en 1916, Ramón Alonso Meleiro. Llegó a la Isla por el puerto de La Habana y se estableció en Camagüey.
Sin dejarse vencer por la nostalgia realizó sus primeras labores como obrero agrícola y así reunir ahorros para traerse consigo a una linda portuguesa, que lo aguardaba. Olivia Díaz Viani y Ramón se conocían desde muy jóvenes y el tiempo y la distancia fortaleció su amor.
En Ciego de Ávila se consolidó el matrimonio Alonso Díaz y más cuando nació su primer hijo Augusto, en 1914, posteriormente nacieron Guillermo, Caridad y Olivia.
La madrugada del 9 de marzo de 1922 sorprende a Euterpe, dejando al más pequeño de los Alonso sobre las blancas telas que lo abrigaron. Con el de cursar de los años el pequeño abriría su corazón a la música y regalaría al mundo una infinidad acordes para lograr su inmortalidad.
Ramón y Olivia, junto a sus cinco hijos, se sintieron obligados a emigrar hacia las provincias centrales y Arturo, con apenas 3 años, llegó a Cabaiguán. La familia se instaló en una vivienda cercana a la Escogida de Breña y al Tostadero de Café ¨ El Indio, de Callejo y Roiz, razón por la cual la casa de los Alonso siempre estaba aromatizada con el olor del café y del tabaco que emanaba de los establecimientos cercanos.
El pequeño Arturo era un niño vivaracho, muy inquieto y alegre que recibía todos los mimos de sus hermanos mayores.
Comenzó sus primeros estudios en la escuela del insigne maestro Tomás Pérez Castro. Le gustaba mucho estudiar y retomaba sus lecciones por la noche como si no se cansara de releer en sus libretas. La madre, cuidadosa y preocupada con la educación de su hijo, logró con ayuda de algunos amigos trasladarlo para la Escuela Presbiteriana, centro de gran renombre en la comarca por su integral educación. Sus maestros María Luisa Leiva y Victoria Martinó contribuyeron notablemente a su formación, pues precisamente fue allí donde comenzó a sentirse ¨artista¨ al participar en actos culturales y coros de la escuela donde existía un fuerte movimiento artístico.
El trabajo que realizaba con anterioridad el padre de los Alonso estaba en decadencia económica y por esa razón se marcharon a Santa Clara en una vivienda en la calle Pastora, entre Ciclón y Toscano, su hijo más pequeño comenzó a asistir a la escuela y allí entre otras ocupaciones participó en actos culturales en obras de teatro y declamaciones.
El tiempo vivido en aquella gran ciudad resultó grato al pequeño Arturo, y cada acorde que escuchó quedó prendido en su corazón para siempre hasta despertar en él todo el talento musical que poco a poco le hizo componer bellas melodías, que posteriormente fueron interpretadas por afamadas orquestas.
Hoy, que se recuerda el 98 cumpleaños de Francisco Arturo Alonso Díaz resulta oportuno recordar su niñez y sus orígenes, además de mostrar su mejor fotografía, la misma que ilustró su primer cancionero.