viernes, noviembre 22El Sonido de la Comunidad
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El “descanso del maestro”

Ni en tiempos de vacaciones el maestro descansa, lleva sobre sus espaldas no solo cargas, sino también responsabilidades y el ¿cómo hará? para enfrentar el venidero año lectivo

maestro

Por: Lillipsy Bello Cancio

Ahora que el curso está por recesar, que nada más pensamos en las vacaciones, qué hacer en el tiempo libre y lo caro que anda todo; ahora que el calor sofocante nos agobia y los apagones nos nos permiten el descanso necesario; ahora que escasea  desde el detergente hasta el pollo y la gente se comporta de manera más agresiva cada día, no puedo menos que pensar cómo le harán esos maestros que, además de lidiar con sus propias limitaciones, tienen que hacerlo con las de nuestros hijos… y no siempre reciben la gratitud que merecen.

Y es que a veces lo cotidiano pierde la capacidad de mostrarse como lo que realmente es… tal es el caso que nos ocupa: acudir a los centros educacionales de cualquier tipo de enseñanza es un privilegio que tienen millones de cubanos, porque el conocimiento y la preparación abren muchas puertas cuando de hacer realidad los sueños se trata.

Los más triste es que en no pocas ocasiones, incluso los que toman la decisión de marcharse a vivir a otros países desdicen el hecho de que pueden acceder a trabajos decorosos, enorgullecerse de su formación y hasta presumir de un título universitario porque nacieron en este país, una Revolución Socialista les ofreció la oportunidad y tuvieron unos maestros de esos que les retraquetea el mango, como diría mi abuela.

Sí… porque los maestros de esta mi crónica protagonizan a diario infinitas páginas de amor y sacrificio, fieles a sentimientos tan nobles que se multiplican de generación en generación… y tampoco tienen todas las condiciones de vida necesarias, sufren los mismos problemas que nosotros, tienen que pagar los mismos 850 pesos por un cartón de huevos que usted o yo y tienen hasta que coger botella para llegar temprano, antes que los alumnos.

¡Y cuando pienso en ello, vienen a mi memoria tantos nombres de “profes” que moldearon mi carácter y me condujeron por el camino del bien, y a los cuales agradezco infinitamente: Clarita, Maritza, Zoila, Segundo, Benavides, Olguita… son apenas algunos! A todos los recuerdo con infinita gratitud aunque a muchos no los haya vuelto a ver.

Son los maestros, los de todas las épocas, héroes cotidianos capaces de superar las agonías diarias con tal de enseñar a sus pequeños, de educar a sus adolescentes, de “enamorar” a sus alumnos de la historia de una Cuba irredenta y soñadora, caprichosamente optimista, irremediablemente victoriosa. 

Por eso, ahora… que el curso está por recesar, que cada cual arrinconará mochila y lonchera hasta septiembre próximo, que nada más pensamos en cómo terminarán nuestros hijos las evaluaciones y cómo ayudarlos a terminar la maqueta que les indicó la maestra, toca pensar en esa persona que allí, frente al aula, se despoja de todas las preocupaciones personales que la aquejan para desvelarse por el niño que no aprende al mismo ritmo que el resto, la que no viene desde hace una semana porque está enferma y no se sabe qué es lo que tiene… para convertir ese montón de pares de ojitos que la miran admirados, en el único momento y los únicos seres importantes en todo el mundo.

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