sábado, noviembre 23El Sonido de la Comunidad

El espejismo del regreso; el dolor de los isleños

Por: Aramis Fernández Valderas

El regreso del nunca jamás, dolía a los canarios desde el pelo al calcañal, la angustia posada sobre los hombros, hacía doblar la columna, mirar al suelo para no caminar hasta el horizonte donde se interpone el mar y los barcos de regreso eran visiones fúnebres, engaños de la mente, titubeos de sueños colgados de los cujes del rancho que iban cayendo sobre el dolor para hacerlo más pesado en la frente desecha del inmigrante.

El regreso era un remilgo engañador forjado por el isleño que contaba minuto a minuto los escasos reales hechos de sudor y añoranza.

Espejismo cruel era el regreso, las manos de las madres batiéndose en el viento de la despedida, los peñascos de piedras y las polvorientas calles se fugaban de más en más, pero ellos amarraban con pequeños hilos aquellos recuerdos, empeñados en lograr la fortuna amasada años tras años, fortuna con la cual era imposible pagar el costo del vapor para el regreso, anudado también como los polainas o los zapatos o la camisa, anudada.

“Yo aquí ando, solían decir, solo ando, no vivo, no me quedo, solo ando de un lado a otro”. Hasta tanto la vida convence al buscador de fortunas donde el oro era tan difícil de encontrar como el propio barco del regreso.

Vidas, sin inviernos, sin veranos, vidas de surco, tierra, aguijones,

Vidas escondidas, secretos bien guardados, caminos olvidados, así era el regreso del nunca jamás, que duele a los canarios desde el pelo al calcañal y también duele a los descendientes que han viajado en sentido contrario al de sus antepasados.

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