lunes, noviembre 25El Sonido de la Comunidad

El maestro es formador de valores en todos los tiempos

¿Cómo es la organización escolar cuando no están todos los maestros en una institución educativa? ¿Se pueden satisfacer las necesidades cognitivas y afectivas de los estudiantes? ¿Resulta efectivo el trabajo con las familias?

No pocas alternativas se pusieron en práctica en Sancti Spíritus para garantizar la cobertura docente en el actual curso escolar, pero el reto está en asegurar que el desempeño frente al aula asegure, en contextos bien complejos, la educación integral de los alumnos.

En los 448 colectivos educativos de la provincia de Sancti Spíritus se garantiza hoy la docencia. Se hace con profesionales consagrados y de experiencia, con profesores contratados por horas clase, con el apoyo de los coordinadores de ciclo, con estudiantes de cuarto año de la formación pedagógica… Son estas algunas de las variantes —válidas todas— para que ningún alumno se quede sin recibir clases.

La ausencia de maestros frente al aula constituye un desafío para el sector educacional en el territorio. Desde las propias páginas de Escambray se reconocían las complejidades en cuanto a la garantía de profesores, incluso antes de la arrancada del nuevo calendario lectivo, cuando Naima Ariatne Trujillo, la ministra del ramo, durante un encuentro con directivos y funcionarios espirituanos insistió en la urgencia de buscar opciones, sin descuidar la calidad del proceso docente-educativo.

En ese escenario se conocieron cifras que ilustran los vacíos en la plantilla docente, al informarse sobre las 6 989 plazas aseguradas mediante el empleo de alternativas en el presente curso académico, las cuales alivian el déficit de maestros, pero amplían las brechas en cuanto a la calidad del aprendizaje y la formación de valores de los educandos.

Las causas de estas ausencias son múltiples: las debilidades en el trabajo de formación vocacional, sobre todo en la enseñanzas secundaria y preuniversitaria, los pocos incentivos para estos profesionales cada vez con más presiones laborales y sociales, las propias insuficiencias internas del sector y el flujo migratorio irregular, en el que se enrolan sobre todo los más jóvenes, por mencionar algunas.

Las soluciones requieren evaluaciones integrales y propuestas que reconozcan las insatisfacciones del entorno escolar de cada localidad; pero darles la espalda a estas realidades tampoco ayuda. El futuro de la sociedad cubana —como el de todas— se construye ahora; el conocimiento, las aptitudes, los valores y las competencias profesionales se integran a esa mezcla imprescindible que se moldea hoy en las aulas.

¿Cómo es la organización escolar cuando no están todos los profesores en una institución educativa? ¿Se pueden satisfacer las necesidades cognitivas y afectivas de los estudiantes? ¿Resulta efectivo el trabajo con las familias? Las respuestas a estas y otras interrogantes ponen sobre la pizarra algunas de las variables que añaden grados de dificultad a ese ejercicio constante y sagrado que es el magisterio.

Porque “resolver” la carencia con un profesor contratado por horas clase, una de las soluciones puestas en práctica por el sector de la Educación en los ocho municipios espirituanos, no siempre garantiza el cumplimiento de todas las responsabilidades del maestro en la institución escolar, desde la planificación de las clases, el diseño de estrategias de aprendizaje, la utilización de múltiples herramientas y materiales didácticos, hasta el seguimiento personalizado de cada alumno y la preparación constante del docente para mejorar sus prácticas pedagógicas.

De ahí que el acompañamiento de quienes conducen estos procesos en las escuelas y en las instancias municipales y provincial tiene que atemperarse al nuevo contexto con disimiles influencias a lo interno y también en lo externo.

“El proceso formativo de los niños y jóvenes se desarrolla en tres entornos: el de la institución educativa, con deudas en la cobertura docente; el familiar, donde hoy se presta más atención a la satisfacción de las necesidades materiales de los hijos mientras se resquebrajan normas de disciplina y de conducta; y el social, con deficiencias también en la conceptualización y representación de los valores éticos, morales, patrióticos y cívicos”, reflexiona Bárbara García, una destacada pedagoga trinitaria.

Que más de 220 alumnos procedentes de las Escuelas Pedagógicas Vladislav Volkov y Rafael María de Mendive apoyen la docencia ante la necesidad de maestros en Sancti Spíritus ilustra lo oportuno de una alternativa que no es nueva y con referentes muy nobles en los conocidos maestros Makarenko, jóvenes formados en los primeros años de la Revolución y que constituyen símbolo de integralidad de la educación cubana.  

Ciertamente son otros los tiempos, pero también ahora los saldos son favorables, según valoró Carlos García Morales, jefe del Departamento de Formación y Actividad Científica en la Dirección General de Educación en Sancti Spíritus, citado en el reportaje “Samira de la Caridad ejerce la profesión que de niña soñó”, publicado en las páginas de este periódico.

“Después de haber transcurrido un mes desde que estos jóvenes se incorporaron de manera directa a las aulas espirituanas, los resultados de su desempeño son favorables, y eso nos regocija”, puntualizó el funcionario al tiempo que reconoció el papel que desempeñan los tutores. “Sin ellos sería imposible el éxito de esta tarea”.

La máxima calificación para esta variante que le da un voto de confianza a la nueva generación de docentes; pero, insisto, el acompañamiento y la preparación metodológica diferenciada a estos jóvenes deben ser permanentes en aras de asegurar su estabilidad en las aulas y su madurez profesional.  

Como contenidos pendientes quedan transformar el trabajo de formación vocacional a fin de que se cumplan los planes de ingreso a las especialidades pedagógicas y los estudiantes marquen entre sus primeras opciones estas carreras, así como pensar propuestas de atención, reconocimiento social y estimulación a los educadores desde los gobiernos territoriales, las cuales incluyan, por ejemplo, chequeos médicos periódicos y opciones asequibles en ámbitos comerciales. Aunque pueden ser muchas las iniciativas para no bajarlos nunca del pedestal que merecen.

Los maestros —¿quién puede ponerlo en duda?— son guardianes del conocimiento y transmisores de valores por excelencia; dejarlos solos en ese rol trascendental no sería justo con ellos, mucho menos con nuestros hijos y con el futuro.

Ya lo sentenciaba José Martí cuando su genialidad rebasó los límites de su época; sus palabras encajan hoy y siempre: “Educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido (…); es ponerlo a nivel de su tiempo (…); es preparar al hombre para la vida”.

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