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El talismán de Cuba

En cada una de sus intervenciones, Fidel  dejó claro que la humanidad necesita de hombres como él para cambiar los destinos de Cuba que todavía lo siente en las tribunas

Cuba
A su llegada a La Habana en 1959, una paloma posada en el hombro del Comandante en Jefe presagiaba el futuro de la Revolución.

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

En cien horas, Ignacio Ramonet captó el testimonio de un hombre al que no pocos periodistas anhelamos entrevistar. Tal vez al español y a otros profesionales de este oficio de intrusos no le alcanzaron las sesiones de diálogo para llenar sus agendas, porque la jornada del Comandante en Jefe superaba la rutina de un mortal. Contar las vivencias de una leyenda es un desafío.

Cada respuesta de Fidel Castro Ruz era un pasaje de la historia cubana, un descubrimiento de su vida privadamente pública que en 90 años no escondió nada.

Mi cuestionario para el elegido no podría compararse con el de los grandes que cercanos a él captaron su voz, sus movimientos, describieron su espacio más íntimo.

Después de tantas interrogantes lanzadas al iluminado y que supo rebatirlas con la verdad cuando la prensa  internacional insistía en falsificar la imagen Cuba, la era gestada por Fidel: ¿qué restaría por preguntarle al gigante de verde olivo que con su verbo retaba al reportero estrella de cualquier medio?

¿Sobre su familia? ¿De su talismán para burlar la serie de atentados en su contra? ¿Del misticismo de su figura capaz de posar la paz en su hombro con aquella paloma que no escogió mejor protagonista?

En cada una de sus intervenciones, testamentos de sus ideales, dejó claro que la humanidad necesita de hombres como él para cambiar los destinos de un país que todavía lo siente en las tribunas. La Sierra Maestra lo vio descender y todavía respira su ímpetu dejado en lo más alto de los firmes.

Cuando más cerca estuve de Fidel fue el 1 de diciembre de 2016 en Guayos, durante el paso de su cortejo fúnebre camino a la inmortalidad. Otra vez, al frente de la caravana, regresó al consejo popular.Lo esperé grabadora en mano. Sentí que me escuchaba en medio de una conmoción de pueblo que lo acompañó en espíritu hasta Santa Ifigenia. Fue breve su paso pero eterno el momento para agradecerle.

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