Detener en esta zafra el central Uruguay ha sido la decisión más estremecedora que ha vivido el colectivo y la fábrica. A la par de abrirse a otras producciones y servicios para buscar ingresos y ubicar la fuerza, adelantar reparaciones y dejar caña pueden ser señales de que el ingenio no se va del mapa
Uruguay dibuja la estampa de la parada, hay soledad en el basculador y escaso trasiego en los exteriores; sin embargo, de lo hondo del central asoman ruidos, voces, señales de que la industria respira, no está abandonada. Uruguay hizo otra vez la noticia en Cuba, no por una alta producción de azúcar; es que no molerá en la cosecha por iniciar, la decisión más estremecedora que han vivido en largo tiempo el colectivo y la emblemática fábrica.
Comunicar la noticia al colectivo devino momento triste, para muchos —aseguran allí— fue como si se les hubiera muerto un familiar; hubo silencio, inseguridad, lágrimas. No era para menos.
Se detuvo la industria con más historia productiva dentro del sector en el país, el central que demostró que los llamados colosos azucareros podían ser eficientes, un ingenio capaz, hasta no hace mucho, de aprovechar la materia prima de tal manera que la cachaza —residuo del proceso— salía con tan bajo contenido de azúcar que parecía hecha para diabéticos. Se paró el Uruguay al que apostó Fidel para impulsar el programa cañero-azucarero al sur de Jatibonico, el central al que él mismo le dedicó horas de debate en una sesión de la Asamblea Nacional décadas atrás.
Aun detenido, Jatibonico sigue atado al ingenio que originó el poblado en 1906; demasiado sentido de pertenencia con esos hierros de donde ha salido el sostén de muchas familias. Por eso Víctor Revilla se burla de sus 75 años y penetra todavía en las calderas: “Porque primero está el central, que es el que me da la comida para mis negritos, después la casa, la mujer”, narra con los ojos humedecidos. Por eso José Fusté, un sabio del tándem, ni jubilado asimila el suceso, prefiere guardar sus razones, pero revela que va todos los días y llora por el ingenio al que dedicó 53 años.
Cuando a inicios de este siglo cobró vida el redimensionamiento azucarero en Cuba —conocido como Tarea Álvaro Reinoso—, el Uruguay era entonces la carta más segura que tenía Sancti Spíritus; aunque, de un tiempo para acá, la obsolescencia tecnológica y la falta de inversiones se volvieron, junto a la escasez de caña, peligrosas amenazas para la continuidad de la industria.
La última zafra puso al Uruguay contra las cuerdas, casi hizo toda la contienda con el viento en contra; utilizó la capacidad de molida al 32 por ciento —insuficiente abasto cañero por falta de recursos—, entregó parte de su caña para Tuinucú, decreció en la producción, el crudo se separó de los parámetros de calidad exportable, archivó ineficiencia, irrentabilidad y la cosecha dejó grandes pérdidas. Aun así, fabricó más azúcar que cuatro provincias de forma individual.
En tal escenario sobrevino la arriesgada decisión de parar el ingenio y hacer la zafra en Sancti Spíritus con el central Melanio Hernández, bajo las razones de la poca disponibilidad de caña e irrentabilidad; mas, no son las únicas. Escambray fue tras los ecos de la parada, de los trazos para buscar ingresos, empleo y adelantar trabajos de reparaciones y conservación en una industria donde sus líderes y operarios se resisten a creer que se apagó para siempre.
DECISIÓN JUSTIFICADA
“La decisión de parar el Uruguay se basa en dos causas fundamentales: el decrecimiento cañero y la principal es la falta de medios e insumos para reparar la fábrica”, precisa Eddy Gil Pérez, director de la Empresa Agroindustrial Azucarera Uruguay.
¿Hasta dónde Uruguay fue responsable de la parada?, pregunta Escambray.
“Los resultados de la zafra —dice— determinaron en esa medida, aunque en el bajo rendimiento industrial y la eficiencia incidió mucho no haber terminado una inversión en el área de fabricación, un factor objetivo, no fue un problema del hombre”.
En algo concuerdan directivos, especialistas y operarios: el central no puede repetir molidas en el entorno del 30 por ciento, aprovechamiento que no solo depende de la fábrica, sino que está unido al balance de recursos en función del abasto cañero. No obstante, la escasez de caña prevalece como la gran deuda de Jatibonico.
“Para el colectivo es doloroso, aunque es una decisión justificada, pues económicamente no es factible que el central opere en esas condiciones, llevamos dos años moliendo de forma ineficiente. A la larga ser monoproductor de azúcar le pasó la cuenta al ingenio”, asevera Vladimir Gómez Morales, director de la industria.
“Veíamos venir eso, decíamos: nos van a parar, porque el central tiene un estado técnico desfavorable y la principal causa ha estado en no tener caña; la obsolescencia tecnológica es grande, por ejemplo, las cinco calderas datan del año 1969; las centrífugas, de 1980. Aunque existiera caña y siguiéramos moliendo, estamos confiados que hacia adelante ese deterioro tecnológico hubiera parado el central”, suscribe el ingeniero termoenergético Vladimir Gómez, con 33 años en la fábrica.
“La noticia de no moler —añade— me partió el corazón, todavía a veces no lo creemos; es verdad que tenemos un nombre, un resultado, pero en las condiciones de hoy no es rentable hacer la zafra. La decisión nos dolió y nos puso a trabajar”.
Lo sucedido no sigue la pauta del proceso de cierre de los centrales hace 20 años; sin embargo, colateralmente ha creado el conflicto de frenar la ubicación de jóvenes del territorio recién graduados en perfiles de la industria azucarera, trascendió a Escambray a través de la Dirección Municipal de Trabajo.
Tampoco puede verse como un asunto de borrón y cuenta nueva; a la vez, cuesta creer que el país renuncie a la potencialidad cañero-azucarera de Jatibonico y el central. Incontables huellas de trabajo se archivan allí, hasta las cartas de Fidel al colectivo; no son falsas las lágrimas de hombres curtidos por los vapores y las madrugadas; a Uruguay le apuran inversiones que lo salven y modernicen.
“A alguien se le olvidó ponerle dinero al central, muchas zafras buenas se han hecho y mucho el dinero que Uruguay ha dado, pero no se le puso financiamiento, no hablo de sufragar las reparaciones, sino de la tecnología; nos dejaban porque se producía azúcar, pero llega un momento en que la fábrica no da más. Que no haga zafra, me parece una decisión bien tomada, porque si no hay caña, para qué arrancar, ser ineficientes e incurrir en un gasto de recursos por gusto; nos toca aprender la lección y echar pa’lante”, subraya Pedro Pérez García, jefe del área de calderas.
NO HAY DESEMPLEO EN EL URUGUAY
Con la fábrica paralizada, la empresa se vio delante de un verdadero rompecabezas ante la imposibilidad de mantener los 424 trabajadores que se encontraban en el central tras concluir la cosecha, como quiera que una parte de la fuerza que participa en el período de zafra —unos 300 obreros— sea cíclica.
La Dirección Municipal de Trabajo puso a disposición del Uruguay toda la cartera de ofertas posibles, en perfiles como criminalística, operario de vectores y electricidad. El área de Recursos Humanos de la Empresa Azucarera precisa que por esa vía de empleo solo reubicaron a siete trabajadores, y al final quedaron cuatro en tales ocupaciones. A todas luces, la mayor posibilidad de ubicación descansaba en la entidad. “Buscamos la forma de darles tratamiento laboral a todos para que nadie se quedara sin trabajo”, puntualiza Gil Pérez.
Bajo ese esquema, 192 trabajadores —los más idóneos y capacitados, al decir del directivo— asumen labores de reparación y conservación en la industria con vistas a alistarla este año hasta un 70 por ciento; 101 están integrados a ocho colectivos laborales —siguen siendo de la planta—, con sistemas de pago ajustados a actividades que generan ingresos para ellos y la empresa.
Entre esas vertientes laborales figuran la fábrica de hielo, la carpintería, servicios en los talleres de enrollado, chapistería y tornería, producir pintura y un centro recreativo con variedad de ofertas utilizando el enfriadero como piscina de pasadía popular.
También reubicaron a otros 124 trabajadores, algunos —explica el director— pidieron licencia sin sueldo porque tienen alternativas individuales de trabajo; otros fueron ubicados en fincas de producción de alimentos, unidades productoras de caña y talleres.
“Fue un proceso complejo, inédito, el central en la etapa de la Revolución solo había dejado de moler en la cosecha de 1969, cuando se preparó para la zafra de 1970. Se reubicó gente que no sabe hacer más nada que trabajar en la industria.
“Hay obreros dolidos con esta situación, y es lógico; compañeros que eran mecánicos del área de molino o trabajaban en caldera y ahora están sembrando comida en fincas de alimentos, porque no podemos pagar salario sin respaldo productivo, pero no hay desempleo en el Uruguay”, sentencia el director de la empresa.
Para el joven Elisey Gámez Díaz, soldador con cinco años en la industria, la noticia de no hacer zafra lo llevó a una conclusión precipitada: “Uno piensa que los nuevos son los primeros que van a sacar, y no, me dijeron que continuaba, confiaron en mi desempeño; dije: me salvé; ahora me esmero más”.
“En el área de calderas no vimos solo la antigüedad de las personas —precisa Pedro Pérez—. Nos quedamos con la gente que sabe hacer dos o tres trabajos; dejamos jóvenes por encima de otros con más años en la fábrica; también hay que preparar el relevo”.
Aunque se dieron ofertas de empleo, cerca de 30 trabajadores de la fuerza estable se acogieron a la modalidad de cíclico, a trabajar particular, en una mipyme o de cuenta propia, declara Gómez Morales. “Ese trabajador lo perdí en el sentido que la ubicación se la buscó él, son de oficios claves como electricistas, instrumentistas; sin embargo, le mantenemos la plaza y las mismas garantías de atención con productos y servicios que les damos a los que permanecen; claro, corremos el riesgo de que después no regresen”.
Todavía es traumático este proceso, recalca el director de la empresa, al tiempo que manifiesta un sentir que late en parte del colectivo: “En algunos trabajadores no hay una seguridad, existe temor de que no arranque más el central, la gente se remonta a que en Jatibonico se cerró la fábrica de piensos y la papelera; piensan que ocurrirá igual con el central; es una situación difícil porque hay personas que aún no creen que se paró el Uruguay”.
SEÑALES PARA ECHAR HUMO
Por dentro y por fuera, se avistan señales que apuntan a la reanudación productiva. Supongamos que la parada fuera el fin de la fábrica; entonces, ¿para qué gastar recursos en conservar y reparar? Por otro lado, la dirección de la empresa declara que puso en el plan de negocios y fue aprobado moler en diciembre del 2023; incluso, inscribieron producir ese mes 3 000 toneladas de azúcar; estrategia basada en la proyección de disponer para esa etapa de unas 400 000 toneladas de caña, como quiera que a esta zafra llevarán a corte solo el 49 por ciento de la plantación, esquema que da la posibilidad de dejar alrededor de 5 000 hectáreas de retoños.
“Aunque no mejore la disponibilidad de combustible para sembrar, vamos a tener más caña que este año porque habrá una mejor composición de cepas”, insiste el director.
La otra señal de cara al futuro de Uruguay es la noticia de crear una Empresa Mixta con Rusia. Escambray conoció que una comitiva rusa visitó Jatibonico en plena zafra, llegó a unidades productoras, pelotones de cosecha de la nueva tecnología; también apreció la siembra de caña, fue a los centros de recepción de materia prima y estuvo dentro del central viendo el proceso de molida y fabricación.
“Hasta donde sabemos esa intención sigue en pie, estamos dentro de los nueve ingenios del país escogidos para estos negocios”, puntualiza Gil Pérez.
Adalberto Rodríguez García, jefe de turno en molino durante la zafra y mecánico y gruero en época de reparaciones, es otra voz de la experiencia. “Estamos haciendo las reparaciones con calidad y con amor, como si el central fuera a moler ya; entré en 1975, aquí está mi vida, lo que me preocupa es que el personal reubicado y otros que se fueron después se sientan cómodos en otros puestos y no regresen; la decisión de pararlo no es infundada, hicimos una zafra mala, pero fue mala en toda Cuba; espero que no dejen al ingenio desamparado”, especifica.
SEGUIR EN EL MAPA
“Convertir el plan técnico-económico en un plan de negocios nos cambió conceptualmente el pensamiento —detalla Gómez Morales—. Hay que pensar en la diversificación, por eso la mejor medicina para el Uruguay es que vengan los rusos, porque sería tecnología nueva, se abaratarían los costos; pero si no llega la Empresa Mixta tenemos que seguir nosotros batí’os y exprimiendo estos mismos hierros; confío en que el central pitará otra vez porque tenemos el capital humano, que es el que nos sostiene, el conocimiento, las buenas prácticas y el deseo”, sentencia.
La parada del ingenio trasciende a Jatibonico y las comunidades, alimenta escepticismo, polémica, hasta variopintos criterios en las redes sociales. De momento, allí aseguran que reparan la fábrica como si fuera un bateador emergente; a escala de operarios, se habla de echar rodilla en tierra por salvar el central y que vuelva a moler.
El mismo sentir de Víctor Revilla Rodríguez: “Me jubilé, hablaron conmigo porque trabajo en la parte refractaria y aquí estoy. Días atrás me dijeron en la calle: ‘Revilla, el central va a moler’; una falsa alarma, aun así me alegré; el pito es el que va a hablar por el ingenio, Jatibonico lo volverá a escuchar”.
Escambray sigue el hilo a los hechos, a los puntos de vista de la dirección de la empresa. “Lo primero que nos ocupa es cuidar el material humano de este ingenio, que es muy bueno, y buscar 400 000 toneladas de caña”, revela Eddy Gil.
“Cuando tengamos esa cantidad de materia prima todo el mundo se va a virar para Jatibonico porque ya tendrá caña para moler. Si reunimos ese nivel de materia prima que nos puede dar una producción de azúcar nada despreciable, cuidamos la fuerza industrial y reparamos la fábrica, podemos garantizar el futuro y el Uruguay no se va del mapa”.
Tomado de Escambray
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