La profe Enma lleva consigo todas las reglas ortográficas, el arte del buen hablar, el polvo de la tiza en sus manos, no habrá borrador que desaparezca las letras a lo largo de su existencia
Texto: Aramis Fernández Valderas
Audio: Osbel Ramón Díaz Mondeja con la vivencia de Enma Calvo en su voz
Fotos: Tomadas de Facebook
La profe Enma lleva consigo todas las reglas ortográficas, el arte del buen hablar, el polvo de la tiza en sus manos, no habrá borrador que desaparezca las letras a lo largo de su existencia.
El talento y el carácter andaban juntos en su persona, el trato a los alumnos por igual, el regaño preciso, la indicación clara. Calvo Talgarona no se sentaba tras el buró para impartir los contenidos, ni apoyaba el hombro a la pared por estar cansada, daba vueltas por el aula, chequeaba los dictados, veía de cerca al menos aventajado.
Fungió como directora de centros escolares, pero no abandonó el pizarrón, ni la investigación, tampoco la casa ni la familia.
Acabo de verla en el ataúd, parece que duerme, no se muestran huellas de dolor en el rostro, supo manejar la enfermedad con la misma sapiencia que conducía el colectivo laboral o la clase.
En medio de la jornada del educador le sobrevino la muerte, luego de largos años de luchar contra el cáncer, al fin este pudo devastar a la persona pero no al espíritu, ese continuará dando vueltas, corrigiendo la ortografía, hablando de las oraciones, sujetos y predicados, mostrando el camino de la vida a las nuevas generaciones. Enma solo ha colocado el punto y seguido a la vida, los maestros jamás escribirían el punto final porque sus enseñanzas persisten luego de la muerte.