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Ética y profesionalismo, premisas de un maestro cabaiguanense ya jubilado

La ética y profesionalismo de Manuel Díaz Rodríguez, o simplemente el maestro Manolo, siempre ha sido su carta de presentación

ética
Este hombre siempre fue un maestro ejemplar.

Por: Hugo Crespo Crespo

Allá por el año 2007 en un pequeño, pero gran plantel educacional del territorio cabaiguanense, casi en el anonimato, tuvo mi familia la suerte de encontrar a un maestro de esos que son evangelios vivos, en la instrucción y la educación.

En la otrora escuela primaria Mártires de la Grúa, después escuela primaria Dionisio Rodríguez Mederos y hoy convertida en escuela de oficios, hacía gala de su pedagogía Manuel Díaz Rodríguez, o simplemente el maestro Manolo.

Ya mi hija iniciaba el primer grado, después de haber concluido el preescolar con la excelente y querida maestra Ana Antonia Pérez. Fue entonces que muchas voces acudieron a mis oídos para indicarme que él, ese maestro sencillo, responsable y de una probaba maestría pedagógica era el idóneo para guiar los destinos de ese grado en el cual aprender a leer, escribir y realizar cálculos matemáticos, llevan esa dosis exacta de conocimientos y paciencia; y en eso Manolo, tenía su don.

Los días y meses pasaron de prisa, y con él toda la evolución de sus alumnos, quienes ya podían descifrar vocablos, oraciones, textos, redactar y realizar cálculos aritméticos. Ella entre sus similares lo hacía de una forma voraz, rápida y segura. Llegaron concursos, talleres literarios, eventos y aquella niña, se erguía con premios, como la de otros centros con más popularidad en el territorio y sobre todo de docentes más reconocidos.

Después llegó el segundo grado y el tránsito por este, fue similar. La empatía de aquel menudo maestro, su respeto y trato a sus alumnos y la familia, llevaban el sello de la ética que desde sus ancestros comprendió, interiorizó y puso en práctica en su profesión.

Su seriedad era a la vez suave y serena, su voz no rompía los decibelios permisibles, su humanismo y comprensión ante la materia prima que moldeaba eran cualidades que lo convertían en un ser querido por todos cuanto le rodeaban.

Han pasado ya más de 18 años desde ese instante, y hoy algunos de sus discípulos de entonces andan por otros lares y varios ya se han graduado de alguna que otra especialidad. Entre ellos está ella, esa que ayudamos a emprender este camino, donde él tiene una dosis de responsabilidad en su desarrollo y conocimientos.

Desde 1971, con solo 17 años, Manuel Díaz Rodríguez, llegó al ámbito educacional cabaiguanense. Sus huellas se encuentran en muchos lugares de la región como son las escuelas primarias Hermanos Calero de la zona de Neiva, Mariana Grajales de Pozas, Tomás Pérez Castro, Camilo Cienfuegos, Carlos Gutiérrez de Jíquima de Peláez y Dionisio Rodríguez Mederos donde se jubila. No obstante, se reincorpora y vuelve a demostrar su capacidad docente en la escuela Noel Sancho Valladares.

Después de un tiempo en este centro es que decide buscar un nuevo empleo en la Sala de hospitalización, en el cargo de atención a la población, función que cumple con responsabilidad y sentido de pertenencia hasta su adiós definitivo del mundo laboral.

Hoy a Manolo se le puede ver una que, otra vez caminando por el poblado, de un extremo a otro para visitar a sus seres queridos, entre ellos a sus queridas hermanas, pero siempre deja un espacio para comprar un buen libro, dialogar unos instantes con sus ex compañeros de trabajo o amigos que encuentra a su paso.

Amante de la música más selecta, el cine, la literatura, la naturaleza y los animales, este ser humano especial, se robó el cariño y respeto de cientos de lugareños; por lo que hoy está en un lugar muy marcado con esa bondad que lo caracteriza, entre ellos en mi hija, que supieron de su pasión y entrega como un maestro de esos que todos quisieran tener como guía y formador de sus vidas.

Por eso el maestro Manolo, así de simple, lleva en su andar el agradecimiento de varias familias, que un día llegaron hasta él, para confiarle el inicio de sus hijos en el mundo del conocimiento. Gracias maestro, salud en tus 71 años de vida y ojalá que hasta el último momento de tu existencia,  disfrutes de esa obra de infinito amor que entregaste a los demás. 

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