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Festival de Música Popular Arturo Alonso: el mismo estribillo

Con una historia de XIII ediciones en Cabaiguán, este festival se presentó menos soberbio pero apuntalado por la voluntad de los artistas y sus organizadores

Festival
El Gran Premio en Composición lo mereció Carlos Miguel Cañizares, reconocido además con el lauro Luis Martín. (Fotos: Rafael Ángel Rangel)

Por: Alexey Mompeller Lorenzo

Cuando Cabaiguán está al límite de las carencias, el Festival de Música Popular Arturo Alonso Díaz enajenó por unas horas al movimiento de artistas aficionados y a aquellos dispuestos a su encuentro.

Durante el pasado fin de semana se demostró que un apagón cultural puede evitarse a toda costa, si bien no escampan los contratiempos. Con la creación como bandera resulta suficiente para cobijarse de espiritualidad ante tantas privaciones.

Pero la XIII edición del evento, un parto en medio de reveses e improvisaciones, comenzó con pie izquierdo desde el lanzamiento de su convocatoria semanas previas a abrirse el oxidado telón del cine-teatro Rogelio Rojas, institución que a gritos reclama, más que brochazos para disimular las marcas del implacable, culminar la reparación capital de este coliseo, proceso con demasiadas sagas. Al primer retoque constructivo habrá que volver para enmendar la chapucería. 

Los retrasos en la organización del concurso igual pasan factura. Anunciado para inicios de marzo, no fue hasta el último fin de semana de este mes que finalmente acordes y textos melódicos se estrenaron. La tercera de las fechas anunciadas puso punto final a esta versión, entre las más recordadas por el bautismo de la lluvia e inseguridades.

Las incertidumbres forman parte de las bases de la cita, estribillos que se arrastran. En los talones del festival, la maquetación de las obras y otros preparativos prendían del aire por las afectaciones al fluido eléctrico que pusieron a correr a los arreglistas musicales y demás encargados de perfilar las piezas.

En cuestiones de arte también se prevé a sabiendas del actual contexto, una constante irresuelta año tras año. Las limitaciones van cuesta arriba y disminuye la visión de futuro de quienes velan por cada detalle del certamen.

De las luces iniciales del Festival de Música Popular Arturo Alonso Díaz quedan sombras. De a poco comenzó a apagarse el deseo de los participantes de defender las letras de los compositores.

No se trata de sumar multitudes vencido el plazo de entrega de las obras, sino de captar el sentimiento de algunas voces que han sabido ganarse los aplausos y de autores capaces de seducir al oído con sus textos. 

¿A qué aspiran los competidores una vez se apagan los reflectores del espectáculo? Los de aquí, de municipios cercanos o de otras provincias regresan a casa con el reconocimiento,  en caso de saberse ganadores, y la nostalgia de dos noches donde vistieron de largo.

Esas mismas realidades instan a la vanguardia de amateurs a labrarse nuevos caminos en plazas desconocidas. Sin el patrocinio de organizaciones y entidades más allá de Cultura y el comité municipal de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), guitarra al hombro y con las partituras en la mochila andará el movimiento de aficionados para explorar horizontes diferentes.

Inaudita devino la noche sabatina del 29 de marzo al notificarse que los diez concursantes pasaban a la final y así la gala siguiente fue un remake, por si usted no acudió al debut de los protagonistas. El espíritu de rivalidad le restó dinámica a la competencia. La decisión del jurado removió las memorias de ese regalo cultural de pueblo que develó sorpresas hasta en las estéticas.

A favor del capítulo de 2025 del Festival de Música Popular Arturo Alonso, destaca la fusión de estilos, formatos y generaciones de creadores. El regreso de las tradiciones guajiras, ausente de la cita anterior, salvó esas sonoridades. Carlos Miguel Cañizares Carmona mereció el Gran Premio en Composición con Lindo amanecer, texto del cantautor devenido oda a la identidad al valerle el reconocimiento Luis Martín.

Esta temporada tampoco cerró sin otro lauro estelar. La espirituana Ivett Valdivia Zad enamoró por su interpretación, absoluta ganadora en esa categoría con Falsas promesas, inspiración de Crucelia Hernández y pieza que obsequió a Alexander Cid Hernández el Premio a Mejor Arreglo Musical.

Los votos del público coincidieron en que el Premio de la Popularidad recayera en el trío Tercer acorde, que complació a sus seguidores con Déjate amar.

La voluntad por encima de todo ha apuntalado por trece años el Festival de Música Popular Arturo Alonso Díaz, mérito de Cabaiguán para venerar al Cantor de los Pueblos y mostrar a los entendidos del pentagrama cubano, convidados por más de una década al suceso de dos días, que hay artistas por empinarse.

Menos soberbia pero no vencida trascendió la reciente edición.  Reformular su concepción y el coloquio, espacio considerado el preludio del encuentro anual, devolverá bríos a una idea que posicionó al territorio en  la lista de ciudades con un proyecto propio que en cierto momento atrajo a participantes foráneos. La divulgación oportuna estimularía al talento naciente; mas la promesa aún se escribe en el hielo. Si la exigencia es cumplir con el plan de eventos, mejor dejar los arpegios a su suerte. 

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