sábado, noviembre 23El Sonido de la Comunidad

Fino es el grosor de la línea que separa a los deseos de las aspiraciones

Por: José Miguel Fernández Napoles (Tomado del grupo Gente de Santa Lucía)

Es posible que mirando de reojo, no puedas distinguir la diferencia entre deseos y aspiraciones. ¿Quién sabe si ni siquiera te has detenido a pensarlo?

Seguramente tuviste deseos de tener un juguete nuevo alguna vez, puede que haya sido una Playstation o un caballo de palo, atado por una punta con una cuerda que para ti, era la rienda. Una muñeca de trapo, un tren que se puede acelerar por control remoto. Una bicicleta o un peluche.

Luego los deseos adolescentes, que un coche o un caballo, la emancipación que se desea en la temprana juventud, deseos adultos y finalmente deseos del adulto mayor. (Por ejemplo envejecer saludable, no ser dependiente)

Hasta que un día, resbalas con una cáscara de plátano y adiós. Te bajas del tren de la vida con deseos insatisfechos, con planes que no pudiste hacer realidad.

Los deseos no son buenos o malos, no son algo a lo que haya que declarar la guerra, siempre que en algún momento de tu vida se te ocurra pensar, observar, tener en cuenta, hasta dónde te identificas con «el que desea»

Ese que desea cosas, que generalmente siente «que le falta algo», percibe que en este momento, aquí donde pisan sus pies, hay un problema: algo que no está bien. Puede ser que haya mucho calor o mucho frío para la época en que estamos. Puede ser que algo esté torcido, roto, manchado, falto de pintura, haya mal olor, mucha humedad y para colmos el perro del vecino que no se calla.

Ese ente que nos habita, para el cual no hay absolutamente nada perfecto, no hay nada que sea como él cree que debería ser.

En caso de algunos momentos de satisfacción, que pueden ser deportes extremos, deseos recién satisfechos, cosas nuevas adquiridas, viajes largamente deseados y otros bocadillos que calmen de forma transitoria a la bestia, todo parece sucumbir en un remolino que se traga inmisericorde, el último capricho.

Acompañan a éste Rey de las tinieblas, un séquito de fieles vasallos: depresiones, cuadros de ansiedad, tristeza, violencia, no adaptación al entorno y otra lista mayor que la de especies en el Amazonas.

No creo que haya muchos seres humanos que no sepan a lo que me refiero, que no lo hayan sentido, al menos en épocas de su vida. En cambio, cada vez más y más seres, totalmente desbordados de esa locura miserere, ahogados como peces fuera del agua, plantados en nuestros trece, respiramos profundo y decimos:

-Pero, ¿quién carajo te crees que eres? muéstrame tu verdadero rostro y te romperé las narices.

Soy tu Ego, dice un niño de cuatro o cinco años. Soy tú mismo, el hijo de fulano y mangana, que se llama «y dice nuestro nombre» y estoy asustado y no me gusta que me observes así.

A nadie se le ocurre, en su sano juicio, hacerle la guerra a un niño, darle una paliza porque esté asustado. Así que le damos la mano y le decimos: «tranquilo que aquí estoy Yo para lo que haga falta»

De esa manera, es posible, sólo digo que es posible, que después de tanta búsqueda, después de tantos palos de ciego, de tanto frío y soledad extrema, de una horrenda tristeza y otras alimañas, a algunos se nos ocurra tener las primeras aspiraciones.

Podría seguir escribiendo, pero me sentiría muy afortunado, si tú, que lees, pudieras compartir alguna que tengas.

¿Tienes aspiraciones? ¿Quieres compartir cual o cuales son las tuyas?

Gracias de corazón!!

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