Venderse en fotos como mercancía en Internet viene siendo hoy por hoy una forma más contemporánea de prostituirse. Asunto lacerante que, lamentablemente, cobra fuerza en las redes y en la sociedad
La imagen es un manotazo en el medio del rostro y repugna. Y no se trata de rancios moralismos. En la pantalla de la computadora o del móvil suelen aparecer en los populares grupos de compra y venta de Facebook, sobre todo, las muchachas en ropa interior algunas; en shorts cortísimos otras; en poses provocativas todas… y un cartel que invita lo mismo a “hacer travesuras” o a buscar “amigos”. A seguidas, por lo general, un número de WhatsApp para “contactar” y varios comentarios groseros o no, por supuesto.
Venderse como mercancía en Internet viene siendo hoy por hoy una forma más contemporánea de prostituirse. Y es tan reprochable como el intercambio cuerpo a cuerpo por unos quilos de más que, a la corta, se agotan a mayor velocidad que la humillación. Pero, ¿este comercio on line es solo un ardid para ganar seguidores o la vía más fácil de engrosar el saldo del celular? ¿Tecnología para (mal) usar o nadie “bloquea” tales prácticas? ¿A escondidas o con permiso?
El clic que hoy da Escambray sobre un asunto tan lacerante solo hace públicas varias verdades: el sexo on line es casi tan viejo como las redes; existen varios grupos —integrado fundamentalmente por hombres— donde se postean imágenes lo mismo de niñas que de muchachas treintañeras; las redes también son un espacio para que los jóvenes naveguen y naufraguen; el (des) control de la tecnología comienza por casa.
Y cuanto más se adentra uno en esa telaraña que dicen semeja Internet más enreda. En una búsqueda que hacía este periódico sobre el asunto clic a clic se descubrían en Facebook, por ejemplo, varios grupos públicos y privados con miles y miles de miembros: “Fotos de niñas para sacar leche”; “El grupo de las niñas más lindas”; “Niña”; “Hombres y mujeres jóvenes de 14 a 22 años”; “Grupo de WhastApp para adultos” … son algunos de los nombres donde se agrupan no pocos pedófilos. Asquea.
Ninguno de los encontrados se administra en Cuba, pero sí tiene miembros de este país. Y desde la Isla de la Juventud, a fines de abril, la periodista Yuliet Calaña lanzaba la denuncia en su perfil de Facebook. Entonces otros usuarios de esa red se unían al reclamo de desactivar dichos perfiles y las respuestas recibidas ante tales intentos dolían tanto como la impunidad: aunque se reporten Facebook no los bloquea, en muchos casos, porque como las fotos no son desnudos —por poco lo son— o lacerantes de la integridad no los considera contenido perjudicial.
En ese mismo post de la periodista pinera una usuaria recomendaba denunciar tales grupos a la línea 18810 que, según sus propias palabras, funciona como centro de seguridad para el ciberespacio. Y la mayoría desconoce tal recurso; mas, la ignorancia no puede atarnos de manos para impedir que dichas prácticas sean repudiadas y combatidas por todos.
Lucrar con el cuerpo no es exclusivo de tales grupos. En Telegram, otra de las redes sociales de moda, las y los jóvenes cubanos intercambian fotos y videos eróticos por transacciones monetarias, fundamentalmente, en forma de recargas a los móviles.
Y no es ficción. De ello daba fe el reportaje publicado recientemente en la revista Alma Mater bajo el título “Solo envío fotos si pagas: la ruta del comercio sexual en Cuba”. Y las ofertas van desde videollamadas hasta fotos y las tarifas oscilan de acuerdo con el contenido que se solicite. Cuando Escambray ponía oídos a estudiantes de las enseñanzas Secundaria Básica, Preuniversitaria y Universitaria varios conocían y admitían tales prácticas.
De acuerdo con la opinión de los juristas el nuevo Código Penal, como se ha hecho en la legislación cubana, sanciona a quienes posean publicaciones, imágenes o grabaciones de pornografía de menores de edad e igual condena a aquellos que difundan tales contenidos. Tampoco se exime a los que difundan fotografías privadas sin consentimiento de los otros.
Las leyes no dan margen a la impunidad, por lo que nosotros tampoco deberíamos hacernos los de la vista gorda o dejar de denunciar las publicaciones que cuelgan de red en red y que van en detrimento tanto de quienes las practican como de los que las consumen.
El nuevo Código de las Familias que se propone también echa luz sobre la responsabilidad de los tutores en cuanto al uso de las tecnologías por parte de los menores en los entornos digitales y creámoslo: nadie está a salvo en el abismo que puede ser Internet.
El comercio on line de los cuerpos es uno de esos tantos agujeros por donde se están perdiendo no pocos jóvenes; asegurarnos de que no lleguen a poner un pie en tal despeñadero nos pone a todos a salvo.(Fuente: Escambray)
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