El 19 de abril de 1961, el pueblo cubano, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro, le propinó a Estados Unidos su primera gran derrota en América en Girón
Una y otra vez he visto por la televisión el rostro de Nemesia, la cenaguera, una y otra vez he escuchado la historia de aquella niña de apenas 13 años, del batey de Soplillar, Matanzas. Para esta hija de padre carbonero el tiempo quedó congelado: las bombas enemigas se llevaron un pedazo enorme de aquella muchacha y ella lo cuenta, como si hubiera ocurrido hace unos minutos.
Su padre irrumpió dentro en la casa y los conminó a recoger lo imprescindible para salir de inmediato hacia Jagüey. Nemesia nada sabía de guerra, de invasiones, y desde el camión donde viajaba con su familia, en busca de refugio, saludaba con los brazos en alto al piloto del avión mercenario que los sobrevolaba.
Luego, todo fue metralla y, por supuesto, muerte. Los disparos llenaron de silencios el cuerpo de su madre. Por si no bastara, dos hermanos y su abuela yacían heridos sobre el camión, ante los ojos asombrados de la muchacha de la Ciénaga de Zapata.
Aún así, Girón nos devolvió la Patria. Hasta ese pedazo de Cuba llegaron, también, decenas de espirituanos. Hasta aquella costa arribó sobre un tanque de guerra Fidel, quien condujo, con la sapiencia de los grandes estrategas, los destinos de la batalla. En menos de tres días de fuego, los mercenarios, marionetas del gobierno de Estados Unidos, rumiaban la derrota en largas filas y con las manos en alto. 19 de abril de 1961, Cuba entona la victoria a viva voz, solo entonces las arenas fueron más blancas.
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