El cabaiguanense Dagoberto Pérez Pérez, fundador de la provincia de Sancti Spíritus y creador de las estructuras partidistas en el Escambray, vierte sus remembranzas acerca de su ruta por el trabajo de la organización
Por Delia Proenza (Tomado de Escambray)
Luce vital, aun sin los bríos de sus mejores años. Delgado, como ha sido siempre, y con la alergia que lo marcó desde la infancia asomándole por uno de los ojos, habla despacio y con economía de vocablos. Exhibe, acaso, la misma concreción en el lenguaje que le admiró a René Anillo Capote, asaltante al Palacio Presidencial en 1957 y entonces organizador del Partido en Las Villas, en aquella reunión donde se definiría su destino.
De la memorable asamblea de ejemplares en Santa Clara, dirigida por el también abogado, Dagoberto Pérez Pérez saldría casi directo al Escambray junto al resto de los elegidos en la cita, donde se encargarían de “construir el Partido Comunista de Cuba”. Corría el año 1963.
Hoy tiene 85 años y en la sala de su casa, situada en la calle Céspedes de la ciudad de Sancti Spíritus, accede a la petición de Escambray de relatar sus vivencias en el seno de una organización que ama y considera clave para la existencia de la Revolución cubana.
Entre Jíquima de Peláez y La Larga, Cabaiguán, en un lugar conocido como Sal si puedes, transcurrió su niñez. Criado en el seno de una familia pobre, laboriosa, amante de la armonía y enemiga de los abusos, entendió desde los ocho o nueve años que la única forma de subsistir era buscarse la vida de manera honrada.
Habla de los estudios de Mecánica Automotriz vencidos por correspondencia en la Natural School, radicada en La Habana, donde jamás puso un pie; de los vínculos con otro muchacho de la zona que, empleando el mismo método, estudió Radiotécnica, en aras de arreglar, juntos, radios y plantas eléctricas, sin dejar el campo.
En la finca de los Colunga, donde se ganaba menos de 2 pesos por jornada, hizo dos zafras de pareja con el padre. Era un jovencito cuando el mayoral, cierto día, ignoró sus esfuerzos y los de otro muchacho por labrar bien la tierra y los agitó en tono despótico. “Abandoné el trabajo y dejé la bestia en el campo; le dije al otro: vamos, que nosotros no somos esclavos”, evoca.
REBELDE, SIN DARSE APENAS CUENTA
Sabotear las elecciones de 1954, cuando salió junto a unos primos para incitar al barrio a que no votara; vender bonos del 26 de Julio; participar en la huelga general del 9 de abril de 1958; todo le nacía de forma natural, sin haber sido adoctrinado por nadie. Acaso la simpatía familiar por Eduardo Chibás, fundador del Partido Ortodoxo, cuya postura distaba mucho del oportunismo de los políticos de entonces, lo llevó a procurar algo nuevo, que vio venir tras conocer los ideales de la Generación del Centenario.
Cuando en 1960 aprendía “mecánica de verdad” en un taller en Punta de Diamante, mientras mantenía el vínculo con las Milicias Nacionales Revolucionarias, tuvo lugar la movilización para la limpia del Escambray y allá se fue, a la Lucha Contra Bandidos que intentaban poner fin al naciente proceso. “Pertenecía al pelotón de reconocimiento al momento del cerco en la zona desde Limones Cantero hasta Güinía de Miranda, donde se desplegaron 60 000 milicianos”, puntualiza.
Llevaba apenas seis días desmovilizado cuando otra contingencia lo puso en pie de guerra: las misiones combativas tras el desembarco enemigo por Playa Girón.
En la compañía automovilística Ford, en Santa Clara, adonde ingresó una vez nacionalizada, habló por primera vez en una reunión para exponer su negativa a cobrar un salario sin desempeñarse en sus funciones, una vez que se decidió convertir los talleres en almacenes. Solo aspiraba, dijo, a que le garantizaran la plaza hasta que reabrieran.
“Vírese y lea la frase del Che a sus espaldas”, conminó al jefe. El letrero hablaba, coincidentemente, de lo inmoral de recibir un salario sin trabajar, ya que iba en contra la economía.
Fueron años de mucho aprendizaje y actividad sindical. Allí, en una escuela partidista, venció el sexto grado y el noveno. Luego vendrían los cursos de Instrucción Revolucionaria, primero, y de la Escuela Provincial del Partido después, a tiempo completo. Sería de ella que partiría hacia el Escambray a captar adeptos y fundar, en suma, las estructuras de la organización, por encargo de Anillo Capote.
REGIÓN, CONGRESO, NUEVA PROVINCIA
Primer secretario de los entonces municipios de Caracusey, Condado, Trinidad y Báez fueron sus cargos iniciales en la dirección partidista. Transitaría por diferentes cargos del Buró Regional del Partido en el Escambray, entre ellos organizador y segundo secretario. Más tarde integraría el Buró Provincial de la organización en Las Villas, y posteriormente en la joven provincia de Sancti Spíritus.
Serían aquellos los años más febriles en su actividad como dirigente, cuando el Comandante en Jefe frecuentaba el Escambray, interesado en el desarrollo integral de la montaña e incluso en llevar la cultura a aquellos predios. No puede decirse que se insertó a la nueva provincia, sino que figuró entre sus fundadores, al fungir como vicepresidente de la Comisión de Implementación, que encabezaba Alfredo Hondal González, segundo al mando del Partido en el naciente territorio.
Estando de secretario en Condado dirigió la zafra de 1970 en el central FNTA. “Eran días sin dormir, fue una batalla tremenda. No se dice, pero yo sé que cumplí el plan de azúcar y vivo orgulloso de los trabajadores que lo hicieron posible”, rememora, conmovido.
También en el plano familiar debió enfrentarse a duros obstáculos. Entonces residía con su familia en Casilda.
Compartía responsabilidades en Las Villas y la región Escambray cuando tuvo lugar el Primer Congreso del Partido, al que asistió no solo como delegado. También resultaría electo para participar en los dos Congresos siguientes.
“Para mí el Primer Congreso fue intenso, porque además de la participación en las comisiones iba al frente de la delegación de Las Villas. La discusión de las Tesis del Congreso y otros documentos, el análisis todo fue muy rico, con una participación tremenda. Allí se habló de cuanta esfera de desarrollo había en el país, y el Escambray tenía características sui géneris.
Al momento de crearse la actual Sancti Spíritus recaía sobre sus hombros, los de Joaquín Bernal y Alfredo Hondal, primero y segundo secretarios del Partido, respectivamente, la responsabilidad de conformar el entonces llamado Poder Local.
Las manos de Dagoberto Pérez Pérez hojearon las primeras páginas del órgano de prensa impreso espirituano y hasta las que no vieron la luz pública: “Yo fui presidente de la Comisión Electoral para crear el Poder Popular y organizador del Partido a la vez. Cuando se conforma la provincia el ideológico era Moño (Pedro Rodríguez), pero como en aquel momento estaba en la URSS tenía la obligación de leer el diario en seco y dar opiniones al respecto ante el compañero Joaquín. Si en alguna etapa yo tomé conciencia de la importancia de la prensa para el trabajo del Partido fue en esa”, sentencia.
¿Considera que siguen desempeñando ese papel?, indaga Escambray.
Para mí siguen siendo fundamentales, esenciales. Es verdad que hay quien no lee, y hay quien no oye o ve la Mesa Redonda; pero, ¿tú crees que esa información que se ofrece a diario puede brindarla al pueblo algún Partido si no tiene de su lado a los medios fundamentales de comunicación masiva?
¿Qué opina sobre el Partido Comunista de Cuba hoy?
Sin dudas, conserva su papel rector en la sociedad. Pero el Partido hay que cuidarlo como a la niña de los ojos; el Partido hay que defenderlo con la vida; defender el Partido es defender la Revolución.
Me preocupa que vaya a perder el dinamismo, el contacto con las masas. Me encanta ver cuando los cuadros van a un centro y comparten con los trabajadores, eso es lo que enseñó Fidel y lo que enseña Díaz-Canel: darle el pecho a la situación, ir allí adonde está la gente. Es vital el valor del ejemplo. Un cuadro que no sea ejemplo lo que hace es daño.
¿Cree en los jóvenes de este tiempo?
Absolutamente. Los jóvenes son mejores que nosotros, y eso no es una teoría; son más preparados, tienen una concepción de futuro.
Problemas siempre hay, pero nosotros tenemos un pueblo que es una exquisitez. Cierta vez Raúl dijo que la Revolución es como una estaca, que mientras más se le da, más se clava. Eso, en mi opinión, lo sintetiza todo.
En 1987 y luego de haber contribuido activamente a ganar para la provincia la sede del acto nacional por el 26 de Julio, dejó de dirigir en el Partido. La Delegación Provincial de la Agricultura lo tuvo entre sus filas en varios cargos de dirección. Allí se jubiló y continuó trabajando hasta el 2019, cuando, con 83 años, se acogió al retiro.
Sigue leyendo periódicos, porque necesita ver la noticia. Siente no haber trabajado en empresas “abajo”; era lo que le gustaba, aduce. Pero su desempeño honesto y responsable cada día de su vida lo consagra como el comunista cabal que es hasta hoy.
Ya con la grabadora en off comenta a modo de confesión, cual si le hablase a un amigo: “Lo que está pasando ahora es una maravilla, es la continuidad de lo que hizo Fidel, y eso es algo tan grande que no lo puede romper nadie”.