Con más de 200 confirmados en la última quincena, el territorio trata de frenar la propagación de la COVID-19, pero la indisciplina social sigue
Por: Xiomara Alsina (Tomado de escambray.cu)
Dormido plácidamente en uno de los bancos del parque central de Cabaiguán; así estuvo por largo rato un ciudadano que se bajó el nasobuco para poder respirar libremente. Cerca del mismo, en otro de los asientos del lugar, un grupo de jóvenes disfrutaban de una plática, sin ningún tipo de distanciamiento, ajenos a la realidad que vive ese municipio.
Con escenas así cualquiera pudiera pensar que en dicho territorio no existen casos de COVID-19, sin embargo, las estadísticas y el contexto asustan: más de 200 confirmados en la última quincena, centros de trabajo cerrados por superar la decena de positivos, un Hospital Materno que tuvo que mudar sus servicios médicos de urgencias, cuadras con cintas amarillas…
Lo cierto es que en Cabaiguán la pandemia acecha, a pesar de los esfuerzos de muchos, que sí sienten en carne propia la responsabilidad, el deber y la urgencia de acabar con esta enfermedad. Con noches de desvelos a cuestas, buscando alternativas para frenar la transmisión, con un trabajo sin descanso, pesquisas más sistemáticas y otras acciones, asumen los trabajadores del sistema de Salud el enfrentamiento a la COVID-19.
Bajo la guía del Partido y del Gobierno, y con el apoyo de las organizaciones de masas y otras estructuras, pero a veces no bastan las buenas intenciones, si detrás de las propias cintas amarillas la población se ríe de la pandemia, algunos entran y salen de la zona restringida, otros andan en motorinas en plena calle con la mascarilla en la barbilla, incluso, hay quien lava su motor eléctrico en medio de la vía, sin ninguna protección, a pesar de que a escasos pasos de su hogar hay un evento de transmisión.
UN ABANICO DE CONTAGIOS
Nadie como el doctor José Ángel Ramos Acosta, subdirector de Higiene y Epidemiología en el Policlínico No. 1 de Cabaiguán, para saber que la situación de su área es muy compleja. “Tenemos muchos casos positivos y un alza significativa de sospechosos, pero también varios centros laborales comprometidos, entre ellos la fábrica de tabaco torcido Alfredo López Brito y el despalillo de la carretera hacia Santa Lucía.
“No podemos pensar que solo la vacuna resolverá esto, es necesario cortar la transmisión con las acciones previstas, cumpliendo con los protocolos. Es cierto que avanzamos con la vacunación, ya recibieron las tres dosis de Abdala el personal de Salud, de la Fiscalía, los trabajadores de las tiendas Caribe y Cimex y compañeros del Minint, entre otros, pero estos representan una minoría de la población, por lo que la protección personal y la desinfección resultan determinantes”.
Para Yudit Reina Menéndez, especialista en Gestión de los Recursos Humanos, en la Fábrica de Tabaco Torcido, también conocida como Bauzá, la incertidumbre ha reinado en los últimos días. “Desde el 15 de junio, cuando salió el primer caso positivo aquí, no hemos parado, primero fueron las labores de limpieza profunda y desinfección del área de galera; pero, en la medida que aumentaron los confirmados, adoptamos nuevas medidas, entre ellas la paralización de la producción para proteger a los más de 200 trabajadores, aunque desde hace tiempo dejamos libre un puesto entre un obrero y otro y, aun así, se nos complicó la situación”.
Cabaiguán, al igual que el resto de la provincia, está bajo la fase de transmisión comunitaria, que exige de nuevas medidas mucho más radicales; a pesar de ello, todavía se aprecian grupos de personas en colas sin el distanciamiento adecuado, otros usan incorrectamente las mascarillas cuando bien sabemos que la pandemia no tiene rostros y después del rebrote el abanico de contagios es mucho más abarcador.
LOS JÓVENES TAMBIÉN SE SUMAN
La labor que desarrolla el joven estudiante de tercer año de la carrera de Medicina Pablo Miguel Díaz Nodarse, cuando realiza diariamente la pesquisa en el área del Consultorio No. 18, es determinante. “Al principio las personas estaban menos conscientes de la gravedad del problema, pero ahora nos esperan y nos cuentan sobre cualquier síntoma, por insignificante que parezca. Solo en la calle que yo indago ya hemos detectado dos familias con casos positivos que están relacionadas entre sí”.
La doctora Claudia María Raudel Torres, residente de segundo año de Medicina General Integral, quien se encuentra al frente del propio consultorio, habla del difícil escenario sanitario en su radio de acción. “Tengo cinco casas aisladas y pacientes confirmados, pero está también la situación de la Bauzá, que está muy comprometida epidemiológicamente. Estamos realizando un estudio profundo con la ayuda de los estudiantes y otro personal de apoyo, pero hay manifestaciones de indisciplina por parte de la población que echan por tierra cualquier esfuerzo nuestro”.
En el centro de aislamiento de la localidad de Guayos, estaban Orlinda González Cabrera, de 78 años, y su esposo Amado Hernández Naranjo, de 86, ambos positivos al examen de test rápido, mientras esperan por el resultado del PCR, su hija los acompaña, a riesgo de contagiarse, pero confiada del personal sanitario que los recibió y los atiende.
“Mi papá, que no sale de la casa, comenzó a sentirse acatarrado y enseguida lo informamos, al llegar al Hospital de Cabaiguán supimos que una persona que lo había visitado días antes estaba positiva a la COVID-19. Estos no son tiempos de visitas, pero a veces no se entiende”, afirma la hija de Orlinda y Amado.
En la llamada Zona Roja de este centro de aislamiento, conocido como La Epica, se encuentran la licenciada en Enfermería Yener del Carmen Abreu Granado y la doctora Rosabel Cuevas Hernández, ambas con más de una rotación tanto aquí como en el hospital de campaña para casos confirmados, radicado en la comunidad de Tres Palmas.
“Hay que tener una experiencia como esta para saber lo que es en realidad —refiere Rosabel—. La incertidumbre, la espera y la duda están siempre presentes en los pacientes, y a nosotros nos toca animarlos, darles cariño, hacerlos sentir seguros de que todo saldrá bien. Por suerte las condiciones de aquí son muy buenas”.
Igual de agradecidos se muestran los pacientes cuando hablan del personal de apoyo a los servicios: cocineros, ayudantes, auxiliares de limpieza, fumigadores y el administrador, que dejaron a un lado sus habituales puestos laborales para acudir al llamado de Salud y trabajar en otras condiciones mucho más complejas y riesgosas.
Según el doctor Jorge Reinier Cruz Alfonso, subdirector municipal de Salud en Cabaiguán, en esta etapa de pandemia han lidiado con situaciones muy complejas, por ejemplo, los casos de embarazadas que resultaron positivas a la enfermedad estando asintomáticas. “Ello generó un evento en el Hospital Materno Infantil —añade el doctor—, al punto de tener que adoptar medidas de contingencia con el traslado de los servicios de urgencia hacia el Policlínico No. 2 de la localidad; por suerte, conformamos dos sets de partos para usarlos en situaciones estrictamente necesarias, pues la indicación es remitir a los pacientes en edades pediátricas y las embarazadas para centros de la provincia”.
De regreso a Sancti Spíritus, mientras transitaba por la Carretera Central y observaba la barrera de control situada en la comunidad de La Aurora, con barrios comprometidos por COVID-19, pensaba en las palabras de la doctora Leidy Liset Valdivia Pérez, del consultorio No. 17, de Cabaiguán: “Acabo de salir de la Zona Roja, hace poco me reincorporé al consultorio tras cumplir el aislamiento y es allí donde se ve la cara oculta del virus, es algo muy difícil de describir”.
Pero hay quien piensa que la COVID-19 es cosa de juego…
Ya el juego pasó, esta enfermedad mata y en pocas horas; las personas le han perdido un poco de miedo, tal vez por el tiempo que llevan con el distanciamiento, pero ahora es cuando hay que temerle, porque se están dando muchos casos asintomáticos que han contagiado a familias enteras. En estos tiempos todo cuidado resulta poco.