Indiscutiblemente, junto con los apagones, la escasez de casi todo, el intenso calor del verano y cómo lograr sobrevivir a esta crisis económica mundial que en Cuba se recrudece por disímiles razones, la inflación (que tal pareciera no tiene para cuando parar, más que acabar) acapara la atención de cada familia en este lindo Cabaiguán.
Por: Lillipsy Bello Cancio
Pero… no, no se asuste que no voy a intentar explicarle ningún porqué del fenómeno, ni teorizar sobre un tema en el cual todos tenemos una opinión en correspondencia con la realidad que vivimos, los ingresos que tenemos y hasta la composición de nuestra familia.
Ya sabemos y hemos leído y hemos escuchado reiteradamente que es este un camino obligado, por el que hay que transitar para llegar a un estadío mejor, que ahora mismo no se ve, ni se vislumbra en el futuro, ni tan siquiera en el mediano plazo, pero al que inevitablemente llegaremos… y creo que es esta la razón fundamental que compulsa a la gran mayoría de los cubanos a levantarse cada mañana y salir a construir un país.
Ahora bien… ¿cómo avanzar en este propósito si, lejos de acercarnos a ese tan anhelado propósito de poder vivir con el salario “bien- habido”, como resultado del trabajo honesto, vemos que cada día nuestro presupuesto pierde capacidad de compra y de seguir así, no podremos, no digo yo comprar carne de cerdo, sino cualquier tipo de ensalada?
Desde hace días ronda en mi cabeza una pregunta que además, he lanzado en diferentes escenarios (entre colegas, en mi familia, en un grupo de amigos) y la única respuesta (muy elocuente eso sí), que he recibido ha sido una expresión de total “extravío”: ¿qué razones sustentan que cada día los precios (sobretodo de la comida y especialmente de esa que se vende en las carretillas de Cabaiguán) suban diez, quince, y hasta cincuenta pesos?
Y entonces es cuando me cuestiono: ¿será que me quedé dormida a lo “Cenicienta” y este territorio fue arrasado por un huracán o por un terremoto desolador?, ¿no era que el precio de la moneda libremente convertible se había estabilizado (alto sí, altísimo), pero al menos había detenidos su incremento?, ¿acaso las habichuelas, los tomates y las coles que se venden hoy aquí fueron importadas de la lejana China?
Sí, porque para que un mazo de habichuelas en poco menos de una semana haya subido de treinta a cincuenta pesos, para que una col se cotice hoy entre 100 y 150, un aguacate hasta 80 y una piña ya cueste 100 pesos, tiene que haber sucedido algo muy extraordinario, que ha pasado por alto esta periodista.
Y fíjese que no me refiero aquí a la carne de cerdo (para cuya producción hoy escasean piensos y hasta pies de crías) o al aceite (para el que hay que importar la materia prima) o hasta el pollo (que ya sabemos viene de afuera)… hablo aquí de productos que apenas precisan agua y un par de brazos dispuestos a trabajar.
Lo más preocupante (además del hecho de que son cada vez más los que pasan, preguntan y siguen de largo sin comprar, porque no pueden, no les alcanza) es que hoy los cabaiguanenses no percibimos el control a un tema que ha sido catalogado de “seguridad nacional”: se adoptan muchas decisiones en reuniones (con la mejor intención del mundo, eso sí), pero que luego quedan en letra muerta, sin que sea posible implementarlas.
Pero, por si fuera poco, tal pareciera que de lo que se trata no es de sobrevivir, sino de ver cómo hundo al otro, de qué modo le arranco todo lo que tiene en los bolsillos hasta dejárselos vacíos, cómo le hago para lucrar con su necesidad al punto de “cosificar” su existencia a la más burda y más inhumana manera… y en lo que el palo va y viene, se enriquecen unos, empobrecen otros y hasta lo vemos “NORMAL”…. ¿triste realidad esta, verdad?
Publicación Recomendada: