sábado, noviembre 23El Sonido de la Comunidad
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La pesquería en el Río “Las Vueltas”

Seguramente que tenía al abuelo hasta la coronilla con aquello de ir un día al río más caudaloso que el Santa Lucía, al de “Las Vueltas”. Porque el pobre ya tenía más de 70 años por aquel entonces y, aunque estaba bien físicamente, la caminata sería larga.

Vueltas
Las Vueltas

Por: José Miguel Fernández Nápoles (Tomado de Crónicas de Santa Lucia en Facebook)

-El domingo iremos a “Las Vueltas”, me dijo el abuelo y se me encendieron los ojos como si fuera un cocuyo y me puse a hacer preparativos.

Pusimos un trozo de dulce guayaba con pan en una jaba, una guataquita pequeña para sacar lombrices al llegar a la orilla del río, que nos sirvieran de carnada y las pitas de nylon, en unos carreteles de madera que él había hecho. Salimos antes que amaneciera, desde el pueblo al río habían unas cuantas leguas.

La verdad es que los charcos eran bastante más grandes, pero eso no quería decir que picaran más los peces y a media mañana nos comimos el manjar que llevamos, bebimos agua del mismo río, que por aquellos tiempos era limpia y cristalina e inconformes con el resultado de la pesca, nos quedamos otro rato.

Cerca de la una de la tarde, con el morral vacío, si mal no recuerdo alguna biajaca de medio tamaño y poco más, decidimos regresar al caserío. Por lo menos un par de horas de camino nos esperaban con un calor de mil demonios y un hambre canina.

Pues quien les cuenta que nos encontramos con una cerca de piñas, con muchísimas de esas deliciosas frutas silvestres. Ahora puede parecer raro pero cuando yo era niño se daban silvestres en las cercas de piedras.

El abuelo sacó el cuchillo y empezamos a zamparnos las más maduras, luego alguna que parece que estaba un poco dura y seguimos el camino.

Mira tú: no habíamos andado quince minutos más, cuando empecé a devolver piña por todos los agujeros del cuerpo. No me explico el milagro de no haberme deshidratado completo en aquel regreso histórico en que mi abuelo me tuvo que traer casi a rastras.

Pasaron muchos años antes que me volviera a llevar un pedazo de piña a la boca y jamás volvimos al río de “Las Vueltas”.

-Total, decía el abuelo, para vomitar y cagar de esa manera, y venir sin pescados, no hay que caminar tan lejos.

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