Por: Daisy Martín Ciriano (Museóloga)
En la tradición campesina hay tantas y tantas costumbres que han quedado atrás, que con solo la mitad de ellas, se escribiría un libro.
De la labor de las mujeres y las vicisitudes para realizar los menesteres hogareños hay curiosas tradiciones que aún se practican, escasamente, en diferentes lugares del país. Una de ellas es lavar la ropa en los ríos.
Con paleta o sin ellas, las mujeres se introducían en el agua y sobre piedras limpiaban su ropa. En la misma corriente quitaban el jabón y todo quedaba fresco y limpio. También algunas practicaban la forma de lavar en batea de maderas, pero entonces lo hacían cepillando las suciedades y tendiendo al sol todo lo lavado. Si bien de estas costumbres, en nuestro territorio solo se practica, y muy escasamente, el lavado en batea, a diferencia de las provincias orientales que utilizan las piedras pelonas para el aseo.
Otra de estas costumbres y muy relacionada con el vestuario y su limpieza es el uso del almidón en las piezas. Esto prácticamente está desaparecido, pero no así el planchado. En otros tiempos se realizaba en un fogón de leña o carbón donde colocaban las pesadas plancha de hierro hasta que estaban bien clientes y después alisaban la ropa. Por aquel tiempo se planchaban hasta los pañuelos y calzoncillos. Después de estas de hierro, llegaron otras que encendían con gasolina, pero su uso no dejó en las mujeres la misma huella que las anteriores.
Quizás porque muchas fueron lavanderas y planchadoras por unos cuantos centavos o porque el ardiente vapor que desprendían las llamas en el fogón de su hogar les quemaba por dentro, es que este recuerdo no se ha borrado de la mente y aún guardan los viejos implementos como verdaderas reliquias del pasado, donde la mujer era solamente una empleada del hogar.