Cómplice de la cotidianidad, segundo a segundo la radio ha acompañado a una familia millonaria de realizadores y oyentes que sueñan mediante las ondas de la alegría, el recuerdo y la información
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
Es toda voz y sentimiento. Legendaria, candil y retadora de soledades, la Radio Cubana ha hecho posible contar en imágenes sonoras la historia de un país, al mantener abiertos los micrófonos durante los últimos 101 años.
Tantos oídos no pueden equivocarse; desde quienes recepcionaron aquellos intentos artesanales hasta esa generación que a la vuelta de un siglo la sintoniza en Internet. Ser omnipresente la hace fuerte. Por volverse más cercana a la audiencia en cada década ha representado identidad, resistencia, compañía y arte.
Cómplice de la cotidianidad, segundo a segundo acompaña a una familia millonaria de oyentes que sueña mediante las ondas de la alegría, el recuerdo y la información. Se hace imprescindible para sus realizadores, apasionados hasta la médula, al punto de postergar una vida propia para ofrendarla a los ecos de una frecuencia en el dial.
En ocasiones, sin más respiro que los minutos entre un programa y otro, así obran los consagrados a un imperio repleto de voces de ayer y de hoy resonantes en el éter.
Una vez la señal en el aire, la escuchan el barrendero, la ama de casa, el doctor, el chofer y el niño que imagina un mundo de efectos, música y silencios. Emoción compartida en las tabaquerías, ese otro espacio donde es protagonista.
¿Qué buscan? La elegancia de un bolero, ilustrarse, el consejo oportuno, el poder convertido en noticia, interactuar, el melodrama y crecer con su programación. Regresan siempre a ella al sentirla complaciente con cada uno de los públicos. Imaginación e inspiración perpetuas, este medio de comunicación narra quienes somos desde hace más de una centuria. Parecida a su tiempo, destella lo mejor. A esa magia le llaman la radio.
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