Por Dayamis Sotolongo (Tomado de Escambray)
Han decretado la fase dos de la recuperación pos-COVID-19 no el desorden, aunque por momentos parezca tanto lo último. Y tal libertinaje pudiera confundir a cualquiera: personas de un lado a otro en las calles, ni 10 centímetros de distancia en las colas, nasobucos como bufandas en medio de grupos, conversaciones sin el menor de los distanciamientos…
O muchos desconocen lo que se puede y lo que no en esta etapa o la mayoría son unos aventajados que andan tres o cuatro fases por encima de la que verdaderamente debemos vivir. Es cierto, tampoco se trata de un caos de indisciplina, pero a juzgar por la conducta de unos cuantos las medidas —tan exhaustivamente pensadas— han quedado vigentes en papeles.
Lo que parece haber comprendido todo el mundo es que en esta fase dos de la recuperación el uso del nasobuco ha dejado de ser obligatorio, si no se anda en lugares públicos donde haya concentración de personas, y obviamente se ha (mal)entendido porque varios, aun en medio del bulevar espirituano —que desde hace mucho ha vuelto al trasiego habitual—, lo portan sí, en el bolso.
A otras disposiciones les han pasado borrador. Han dicho: se mantienen los pomos de hipoclorito y de otras soluciones para el lavado de las manos en las puertas de todas las instalaciones, permanece inalterable la desinfección de las superficies, hasta en los restaurantes debemos alejarnos prudencialmente de los otros, los servicios hospitalarios solo funcionan hasta un 75 por ciento, siguen funcionando los puntos de contención en las fronteras de la provincia…
Es la regla; sin embargo, como norma también las personas tienen más las soluciones de exhibición que para lavarse las manos; los muchachos han vuelto a andar en manadas y hasta plantar botellas sin tapabocas mediante, claro está; a los pacientes puede que se les den los turnos en horarios escalonados para las consultas en el hospital y todos siguen llegando al mismo tiempo; las colas han vuelto a ser un molote y no una fila ordenada; y en algunos puntos, al mediodía, ni el termómetro en la frente les apunta a quienes entran o salen de los lugares.
Nos hemos ido anticipando tanto que es para temer. Que en más de 60 días en Sancti Spíritus no se hayan reportado casos positivos al nuevo coronavirus tampoco quiere decir que estemos exentos de rebrotes, como se han cansado de reiterar las autoridades sanitarias. Y, por lo que se ve, la alerta ha entrado por un oído y ha salido por el otro.
Un paso más adelante de lo que se debe puede conducirnos inevitablemente a retrocesos. Basta mirar el espejo de La Habana: eventos que no se cierran, focos que se abren, casos un día sí y al otro también. Bastaría para no excedernos recordar lo que reitera cada día el doctor Durán en su ya habitual conferencia de prensa: la mayoría de los casos confirmados durante la epidemia en Cuba han estado asintomáticos en el momento del diagnóstico.
Por eso, la doctora Marennys Moreno Gutiérrez, jefa del Departamento de Vigilancia de la Dirección Provincial de Salud, ha insistido en la importancia del uso del nasobuco no solo por la amenaza que aún supone el SARS-CoV-2, sino por su probada efectividad en la disminución de las enfermedades respiratorias. La también especialista en Higiene y Epidemiología ha reiterado la necesidad de mantener el distanciamiento, uno de los modos efectivos de evitar contagios.
La propia Organización Panamericana de la Salud (OPS) ha propagado tales recomendaciones. Recientemente la OPS lanzaba a modo de consejos las siguientes advertencias —a cumplirse independientemente de la progresión de las distintas fases hasta la nueva normalidad—: evitar espacios cerrados y confinados con poca ventilación, lugares concurridos donde haya muchas personas cerca y las conversaciones en grupo sin el debido distanciamiento.
No son caprichos. Las medidas establecidas y pensadas hasta el detalle han sido calculadas para que no haya percances, si se cumplen al pie de la letra.
Depende de la responsabilidad individual. Que el camionero no llene el camión como si no hubiese ni catarro, que en la piscina no nos bañemos durante más de cuatro horas, que las instalaciones culturales no se repleten, que en la parada de la guagua no estemos los unos encima de los otros…
Pero lo que no puede pasar es que se decrete tan solo la fase dos de la recuperación pos-COVID-19 y que, evidentemente, la gente ande así tan desfasada.