El solidaridad de espirituanos con dominio del ruso y del francés, mediante su desempeño como intérpretes, permitió viabilizar la atención a los turistas accidentados en la provincia el pasado 31 de marzo
Al abrir los ojos, ya sin el efecto de la anestesia, vio sobre su cabeza una luz intensa y ángeles blancos a su alrededor. De fondo, una música casi celestial. Pensó que se había ido de este mundo y que estaba a las puertas del cielo, pero pocos segundos después comenzó a sentir un dolor intenso en el brazo derecho y comprendió que aún seguía entre los vivos.
El joven de piel trigueña que se le acercó de inmediato, medio delgado y de unos 30 años, le explicó, con el auxilio de un traductor de Google en su teléfono móvil, que acababa de ser operada, que él era su anestesiólogo y que el equipo allí presente le ayudaría en lo que hiciera falta. Estaba en el salón quirúrgico del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, donde permanece hasta hoy.
No era la primera vez desde el momento del accidente que Elena Tolchinskaia, turista de nacionalidad rusa y jefa de departamento en una compañía de aviación, entraba en contacto con cubanos en su idioma natal.
“Esa tarde, sobre las 6:00 p.m., yo estaba en casa. Me llama Núñez, especialista que atiende la Seguridad y la Protección en la Delegación del Mintur. Me comunicó que había ocurrido un accidente de turistas que estaban siendo atendidos en el hospital de Trinidad y se necesitaba a alguien con dominio del idioma ruso. Me solicitó que localizara a Luis Hernández Fando, graduado en la URSS de Ingeniería en Combustibles, y le recordé que yo también lo hablaba; luego de la gestión salí para el hospital”, cuenta desde la sureña villa Isidoro González Cáceres, especialista A en Defensa Civil, también graduado en aquella nación.
Un abejero de personas en función del lamentable suceso. Sangre por doquier. Identificación de lesiones. Apoyo físico y emocional. Explicación a los médicos de los detalles que referían los turistas, a quienes se sumaban, en calidad de lesionados, el guía y dos choferes, cubanos. Cinco de los extranjeros eran rusos y otros tantos, franceses; luego apareció un traductor para la comunicación en ese segundo idioma. “Llevaban allí poco menos de una hora y ya todos habían sido atendidos. Le estaban operando el brazo al guía que, al parecer, era el más complicado. El personal de aseguramiento respondía rápidamente al reclamo de los galenos”, refiere Isidoro, quien identificó cada caso y facilitó así la toma de decisiones; incluso subió a las ambulancias para despedir a las dos turistas rusas más lesionadas, de las cuales no se separó al darse cuenta de su gravedad.
APOYO CONSTANTE EN EL IDIOMA NATAL
En horas de la noche, al arribar al mayor centro hospitalario de la provincia, excepto la primera lesionada, que entró directo al salón quirúrgico, todos contaron con alguien que ofreciera a los médicos información detallada sobre síntomas, posibles alergias a medicamentos y necesidades de los pacientes. A la par tenía lugar el intercambio para comunicar a los heridos indicaciones y procederes de rigor y de urgencia. Hasta en la toma de declaraciones oficiales por parte de los especialistas del Ministerio del Interior, la mañana siguiente, estuvo siempre presente un traductor.
“De francés aquella noche éramos tres allí en el Camilo Cienfuegos; yo estuve directamente con una paciente de 61 años, con varios dedos de una mano mutilados, heridas en la cabeza y otras partes del cuerpo”, narra Leidy Benítez, profesora con 43 años de experiencia en la Escuela de Idiomas.
“Al perder su teléfono —agrega— no tenía modo de comunicarse con la familia y no solo le serví de intérprete, sino que fui también su psicóloga y su amparo hasta el momento del traslado hacia un hospital de La Habana, debido a la envergadura de sus lesiones. Creo que todos los que acudimos al lugar lo hicimos con ese ánimo humanista y deseamos mucho una pronta recuperación a cada una de esas personas, porque es muy triste lo que les sucedió”. Leidy sigue la evolución de esta turista, quien al parecer retornará pronto a Francia.
Desde el momento inicial y hasta el cierre de esta edición, cuando permanecían en el hospital espirituano dos pacientes procedentes de Rusia y el acompañante (esposo) de una de ellas, incluso en las noches y madrugadas se ha mantenido el apoyo en los idiomas requeridos. Quienes se formaron en el otrora estado multinacional sienten que esta es una forma de retribuir a su pueblo por aquel aporte determinante en sus vidas. Eso sí, jamás habrían querido que se tratara de un suceso tan trágico.
Han asistido a curas, baños, confesiones, miedos, llantos, catarsis y comunicaciones con los más cercanos, a veces posible solo con el auxilio de los teléfonos móviles personales de cada uno de ellos, porque la conexión desde el país natal falla continuamente.
Para Fernando Medinilla Nápoles, ingeniero meteorólogo, lo más importante ha sido poder ayudar en circunstancias extremadamente especiales, a lo que se suma la experiencia de ejercitar el idioma aprendido hace tantos años.
Por su parte, Vladimir González, jefe técnico del canal Centrovisión, se niega a cualquier argumento sobre las razones que lo han llevado a permanecer días y noches alejado de sus problemas personales y allí, al pie del cañón, en turnos alternos con otros traductores voluntarios a quienes el Ministerio de Turismo en el territorio convocó, en todos los casos con una respuesta favorable. “Vine porque sí, porque no podía hacer otra cosa”, alega, escueto.
Están también los casos de las otras dos voluntarias entrenadas en el francés, Adis Leonor Chávez Cáceres y Yudednis Gallo Guardarramos, quienes laboran en la Agencia Infotur y la Agencia de Ventas Islazul Sancti Spíritus, respectivamente. Ambas sienten, desde la noche del 31 de marzo pasado, que son ahora mejores personas.
RAZONES PARA EL ORGULLO
Elena Babenko y Serguey Babenko son un matrimonio residente en la península de Crimea, actual república perteneciente a Rusia, donde la periodista que suscribe se formó como filóloga. Con ellos ha sido intenso el intercambio de opiniones, pues las conversaciones, parte de ellas en la Sala de Extranjería y parte en la Terapia Intensiva, rozan desde los asuntos domésticos, aquí y allá, hasta los temas políticos. Instruidos, cultos, suspicaces y comprensivos, agradecen, al igual que Elena Tolchinskaia, todo lo bueno que se ha hecho por ellos, aunque han debido tropezar con algunas adversidades y carencias.
“Yo confío mucho en los médicos cubanos”, dice esta última en medio de una cura de su brazo casi deshecho, la primera en sala, en la que nadie sabe cómo soporta el dolor. Por momentos no puede contener los gritos. Respira hondo y vuelve a la carga: “Confío en que los médicos cubanos logren recomponerme, dejarme en forma”. Hay en sus ojos una mezcla de dolor y fe.
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