Por: Aramis Fernández Valderas
La historia de las suegras convergen en casi todos los países del mundo; no solo en Cabaiguán se habla mal de ellas, allá en Canarias también era muy común, cuestión que me parece una exageración, estoy seguro que hay suegras y suegras, como novios y novios, pero al parecer a las madres de las novias las satanizan y jamás el caballerito recién llegado a la casa y deseoso de hacer cuanto le venga en ganas tiene culpa de los males.
¿Vamos a ver quién tiene la razón en este cuento que me hicieron por allá por el Troncón?.
El novio recién llegado de las Islas Canarias, choca el caballo desbocado contra el portal de la prometida, lo amarra a uno de los horcones, golpea la puerta como si su mano fuera una mandarria, la suegra lo recibe y cuando va a comunicarle que llegó el señorito a la hija, este le saca la lengua a sus espaldas.
El novio espera a que ella se bañe, da gracias a la suegra quien aparece con un cafecito carretero acabado de colar, pero la pobre señora no se dio cuenta, la jícara estaba embarrada por fuera y el líquido le mancha el pantalón de dril al prometido de la muchacha.
El sin hablar una palabra, pensó un sin fin de barbaridad, baja cuantos ancestros fallecidos tiene la señora, al fin llega la prometida.
El novio la recibe con un beso, tiene los cabellos húmedos y fragancia en la piel, le muerde los labios, palpa el túnico, ella desliza las manos hacia el muslo donde precisamente encuentra algo abultado.
Azora los perros, dice él a ella, para que la suegra no escuche las palabras entre ambos. Mira constantemente a la puerta, la suegra puede asomarse.
Cuando el romance se va pasando de tono y las manos pierden el rumbo, la suegra estornuda; ella casi siempre tiene gripe.
Trae de la cocina unas frituras con almíbar; ella sabe que al yerno le encantan, y como para dar un chancecito a la pareja, dice, voy a la casa de Rosita, tres minutos; claro está, tres minutos es poco tiempo para una bronca feroz, y como las frituras están subiditas de azúcar, la muchacha debía alcanzarle un vaso de agua al galán, en eso se va un minuto.
Al fin traga el líquido velozmente y empiezan a saltar los botones, dicen quienes me contaron esta historia que el más cerca lo encontraron al mes en la casa de los Matías como 60 cordeles de distancia del hogar de los enamorados.
Pero el corre corre y el nerviosismo, así como la iniciativa de la muchacha en el pleito que no es pleito, sorprende tanto al isleño y golpea a la puerta como si tuviera una mandarria en la mano, el “muchachón” no responde ni con una moderna alzadora.
Ante el bochorno, cuando solo faltaban 20 segundos para que la mamá de la novia regresara de la casa de Rosita, el Canario enamorado, gritó a todo pulmón, ¡La suegra envenenó las frituras!.