viernes, noviembre 22El Sonido de la Comunidad

La toga de los juristas

Por Arturo Manuel Arias Sánchez

Junto a la guayabera, la toga viril es también prenda de cubanía; si aquella es blanca y esta es negra, en alegres jolgorios o en apasionados estrados, ambas han reivindicado la independencia nacional.

De insular prosapia campechana la primera, en tanto la segunda entierra su raigambre en la rancia aristocracia romana.

La toga era una amplia vestidura de lana, de corte elíptico, cerrada por abajo y abierta por arriba hasta la cintura. Al llevarla, se recogía por los pliegues del lado derecho y se echaban terciados hacia el hombro izquierdo.

Su color era generalmente blanco (alba, candida), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de candidatos que hoy está en uso en nuestro sistema electoral. Los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trabea, toga praetexta). Los legionarios romanos en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata).  Los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpurea) o con bordados de oro (toga picta). La que tomaban los hijos de los ciudadanos romanos cuando dejaban la pretexta se denominaba toga viril. Por lo general, empezaban a usarla a los dieciséis años y desde entonces, eran aptos para ejercer los cargos de la República.

Los cónsules, pretores y senadores la usaban con rayas de colores diversos y bordados de oro. Cuando estaban de luto o durante períodos de calamidad pública, los romanos cambiaban la toga blanca por una de color negro o gris intenso. Todo ciudadano capitolino usaba la toga, excepción hecha de los criminales condenados. En la mayor parte de la historia de Roma, la toga fue usada exclusivamente por hombres, mientras que las mujeres vestían la estola. Los súbditos extranjeros tenían prohibido usar toga.

La palabra toga se forma sobre la raíz indoeuropea steg (cubrir). Esta raíz presenta el vocalismo alternante “e/o”, y en el caso de toga aparece la raíz con timbre “o”; también dio origen en latín al verbo tegere (cubrir, proteger), de donde proceden las palabras techo, teja (del latín tegula), tegumento, detectar, detective, proteger y tugurio (de tugurium), cabaña, algo techado o a cubierto.

La sobriedad y templanza que transmite la toga negra de los jueces, fiscales y abogados no es fruto de la casualidad, sino de un acontecimiento histórico que supuso un antes y un después en el adusto atuendo de la justicia: la muerte de la Reina María II de Inglaterra en 1694. Tras varios años de luto, los ropajes negros arraigaron entre los jueces y asumieron este color como símbolo del respeto y sobriedad que los casos tratados por la justicia exigían.

Así pues, los ropajes oscuros llegaron a la adjudicatura inglesa para quedarse y posteriormente se extendieron por varios países europeos, entre los que se encontraba España y de esta, traspolados a sus audiencias coloniales.

En el libro Ilustración y derecho: los fiscales del Consejo de Castilla en el siglo XVIII, se explica cómo la toga ya era un requisito indispensable en el traje oficial del fiscal del Consejo de Castilla, que era “procurador del rey y promotor de su justicia”.

En 1814, este traje se institucionalizó bajo la normativa del nuevo Tribunal Supremo de España, que incluyó la toga negra en su legislación, al igual que el birrete (un gorro con borla y forma de hexágono). Estos ropajes se han mantenido hasta nuestros días y aún hoy es una obligación que los jueces hispanos vistan estas togas negras, aunque el sombrero se reserva para actos oficiales.

En la actualidad, la toga es una vestimenta de color negro utilizada en muchos países en sus tribunales, por los magistrados y jueces, fiscales, secretarios judiciales, abogados y procuradores. Se trata de una prenda de vestir larga, generalmente de color negro, que se ponen los jueces, los abogados y otros profesionales sobre la ropa cuando están ejerciendo su función o en algunos actos protocolarios.

En nuestro país, visten la toga los jueces, los fiscales y los abogados. Así lo dispone el artículo 63 del Reglamento de la Ley Número 82 de 11 de julio de 1997 “De los Tribunales Populares”:

Los jueces, fiscales y abogados en ejercicio, están obligados al uso de la toga, en las audiencias y demás actos judiciales que se celebren en los Tribunales Populares.

Se exceptúa de lo dispuesto la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo Popular, en la que el uso de la toga no es obligatorio para quien, por su condición de militar, vista de completo uniforme de alguna de las instituciones armadas del país.

La toga ha de vestirse sobre el traje habitual de calle; y cuando se trate de personas del sexo masculino, siempre se requiere el uso de camisa de cuello cerrado y corbata.

La toga no es por sí sola ninguna calidad, sostiene Ángel Ossorio y Gallardo en su libro El alma de la toga, y cuando no hay calidades verdaderas bajo su tela, ella se reduce a un disfraz anodino. Pero observada esta digresión, conviene resaltar que la toga, como cualquier otro atributo profesional, tiene para el que la usa dos significados: freno e ilusión, y para quien la contempla, dos más: diferenciación y respeto.

Es freno porque cohíbe la libertad en lo que pudiera tener de licencioso en el ejercicio de la profesión; es ilusión porque recuerda la carrera estudiada, su llamado al cumplimiento del deber, la necesidad de su justeza y de la sapiencia que entraña su aplicación.

La toga es diferenciadora porque mediante ella se distingue a los profesionales del Derecho, quienes se deben hacer acompañar de respeto: los ciudadanos comunes lo rinden de manera informal pero sentida.

Vistieron la toga viril en trenzada cuerda histórica Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, José Martí, Rubén Martínez Villena y Fidel Castro Ruz: la nueva hornada de juristas que estudia en nuestra Universidad la vestirá signada por aquellas calidades, continuadores de la ilusión y del freno que los nuevos tiempos imponen, pero investidos con las mismas tallas morales de las togas talares de sus predecesores.

El 8 de junio de 1865 un cubano de 23 años de edad se hacía tomar en la Real y Literaria Universidad de La Habana las medidas de su toga viril: tenía por nombre el de “nacido con el fuego”, luego fue conocido como el Mayor.

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