viernes, octubre 18El Sonido de la Comunidad
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La última ruta de Osvaldo

Treinta años detrás de un timón dicen mucho de quien fuera una excelente persona. Osvaldo Álvarez Pérez será recordado siempre por su dedicación al trabajo y por ser ese hombre íntegro al servicio de su pueblo 

El amor a la familia siempre fue la principal prioridad para Osvaldo.

Por: Lillipsy Bello Cancio

Aseguró el poeta que la muerte nunca es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida… Desde este viernes Cabaiguán es un poquito menos: otro de sus hijos, de esos marcados y que distinguen la vida de mucha gente, de generaciones enteras, se ha mudado al corazón de los que lo conocieron.

Criticado por algunos, cuestionado por otros, lo cierto es que la gente “de carácter”, como decía mi abuela no es comprendida siempre y Osvaldo Álvarez, el chofer del carro 446, el KíA que por más de 14 años cubrió la ruta Sancti- Spiritus- Cabaiguán, no pudo con el último de los achaques que truncó su vida, con apenas 59 años.

¡Demasiado joven, demasiado pronto, demasiado inesperada la partida de quien tantos deseos tenía de manejar, de cuidar su “niña” más preciada, porque según solía decir era quien le garantizaba el trabajo, la que le aseguraba los frijoles, la que siempre le prodigaba el placer de ayudar a los otros, de hacer por ellos, de ofrecerles algún alivio!

Cuentan los muchachos que tuvieron la oportunidad de montarse en aquella guagua que los llevaba domingo tras domingo hasta la Universidad Central “Martha Abreu” de Las Villas que Osvaldo era muy “quisquilloso” en lo que a su ómnibus tocaba: que si los pies en el asiento de adelante, que si “atención con botar nada el piso”, que si cuidadito con escribir en las paredes…

Pero ese mismo Osvaldo Álvarez nunca dejó a nadie abajo, aunque hubiera que dar diez mil “pasitos” más al final del pasillo; fue un montón de veces mensajero que lo mismo llevó comida, que un papelito, que una medicina al hijo que decidió no viajar el fin de semana a casa y hasta complació a más de uno al detenerse fuera de las paradas oficiales porque una necesidad más urgente que ellos mismos lo sorprendió a mitad de trayecto.

Quienes lo conocían sabían de la dedicación y el amor que le profesaba a sus familiares.

Treinta años tras un timón, transportando público, lidiando con tanto temperamento distinto, ofreciendo un servicio vital para la gente, hicieron de Osvaldo Álvarez un chofer, disciplinado, exigente y profesional, sin accidentes en su “hoja de ruta”.

Quizás por eso, su último adiós tuvo un sabor diferente, un matiz distintivo; a lo mejor por eso es que choferes de Trinidad, Jatibonico y hasta la propia cabecera provincial, no quisieron perderse el momento… por lo que significó para el transporte, por lo que aportó… por respeto.   

Desde este viernes, Cabaiguán es un poquito menos: la esposa, los hijos, los nietos, la familia entera de Osvaldo lo lloran, lo extrañan, sienten la necesidad de sus rutinas y de sus afectos, aunque con el paso de los días las emociones se vayan acomodando y la resignación convierta al dolor en sentimiento arropado en cada una de sus enseñanzas, en su cariño, en el legado y llegará el día en que puedan otra vez sonreír al recordarlo.

En cambio, su guagua, su timón, su tránsito por estas carreteras, su carácter recto e intransigente, le harán cada día más falta a su gente, más necesario a este pedazo de Cuba, más urgente a un imaginario que lo convirtió en dueño de la “446” y que hizo de la suya la historia de un hombre, otro más, que vivió para los otros, que fue para los otros a tal punto que se les hizo imprescindible, inolvidable, aunque, incluso, todavía no lo sepan.  

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