En la calle, en oficinas y sobre todo en muchas obras, Escambray escarba en los entresijos del programa inversionista de la provincia, una página que parece calcada de año en año.
A pesar de leyes, decretos y resoluciones, en Cuba el proceso inversionista definitivamente no logra enrumbarse por caminos seguros y quizás la mejor prueba de ello es que en los últimos 18 años el plan de inversiones del país nunca se ha cumplido, con porcentajes que se mueven entre el 80 y el 85 por ciento.
Escambray se adentra en las interioridades de ese proceso en el territorio a partir de criterios de directivos, constructores y especialistas, sobre la base de que Sancti Spíritus, sin ser de las peores provincias, tampoco llega a lo planificado.
Se dice que para que una nación pueda tener desarrollo debe dedicar entre un 20 y un 25 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a las inversiones, pero de acuerdo con Edilio Gil Mursulí, al frente de la Dirección de Economía y Planificación en el territorio, para financiar las mismas solo se destina un 10 por ciento de un PIB que casi no crece y, aun así, en las últimas dos décadas se han incumplido los compromisos. Los números arrojan que el pasado año no fue la excepción y solo se llegó al 84 por ciento del compromiso.
¿MALA PLANIFICACIÓN O IMPROVISACIÓN?
No hay que ser un genio para inferir que resulta improcedente incrementar el financiamiento cuando a través de casi dos décadas se han quebrantado los compromisos de entrega con solo el 10 por ciento del capital disponible. “Hay organismos que incluso se quejan porque les dejaron alguna obra fuera de plan, pero, ¿para qué incluirla si aun con financiamiento nunca han cumplido lo pactado?, se cuestiona Edilio
“La mala planificación la podemos ilustrar con un ejemplo hipotético: se trata de que si voy a hacer determinada obra, primero se hace un estudio de factibilidad para realizarla en dos años y en ese tiempo voy a invertir 2 millones de pesos. De acabarse en tiempo en el primer año con la producción de la industria o el hotel construido, debe aportar unos 100 millones e igual cifra en el segundo año. Pero si se extienden los plazos, se incumplen los cronogramas y la construcción se dilata a tres años, ya tengo uno de pérdida, precisa Gil Mursulí.
“Lo que más incide en estos incumplimientos es el componente de equipo porque las importaciones no llegan en tiempo y constantemente hay que traspasar los planes de un año para otro, como sucede con Azcuba, que tenía una inversión planificada desde el 2018 y ya transcurre el 2020 sin que se avizore la llegada de lo importado, amén de otros problemas que obligan a deslizar el plan para otro año.
En el caso del Hospital General Provincial, para el 2019 se destinaron 1 800 000 pesos con destino a la cocina-comedor, de ello solo se ejecutó el 59.2 por ciento, primero porque se atrasó el suministro de falso techo metálico y falta la baldosa monocapa, a lo cual se suman los conductos de extracción y ventilación que ya se encuentran a pie de obra para su colocación, pero entraron fuera del cronograma de suministro. Los atrasos se agudizaron tras la tardanza en la llegada de insumos fundamentales como redes de vapor, gas GLP, carpintería, tomas tecnológicas, cajas de ventilación que no se encuentran en la obra”, explicó Rolando Martínez Arrechea, al frente del Departamento de Inversiones en la Dirección Provincial de Salud.
Constructores e inversionistas conocen que, por ley, se dispone no iniciar inversiones sin proyecto, financiamiento, constructor contratado y fuerza necesaria, a fin de garantizar terminaciones en los plazos dispuestos y, sobre todo, con la calidad requerida. A Rafael Frías, un ejecutor que lleva 47 años en el sector, nada de eso le es ajeno, por eso su firme criterio de que el primer factor negativo que se cierne sobre una obra es que no se estudian los proyectos hasta que se van a ejecutar.
“Cuando empiezas sin una buena preparación es cuando arrancan los problemas. Cuando se construyó la Escuela de Computación existía un proyecto elaborado, pero cuando lo cogimos en la mano había paneles que no aparecían y por esa causa uno de los edificios nunca se hizo y se quedaron los cimientos, fue un recurso que se gastó porque todavía están ahí esperando que alguien construya arriba. Como algo más cercano está el edificio de Zona + que tuvo atrasos por problemas de contrato.
Primeramente, hicimos la cimentación para un sistema español y luego se cambió para uno italiano, de modo que hubo que adaptar el sistema a otro que era muy diferente y la base no nos servía. Quiere decir que se gastó el doble. Después sí pudimos adelantar porque el 80 por ciento de los recursos estaban en patio. Todos esos poquitos y los atrasos encarecen la obra. Por decir lo mínimo, el almuerzo y la comida que debían darle a los constructores por unos meses se alargó a varios años y lo mismo pasa con los recursos, acota”.
RENDIMIENTO POR DEBAJO
Invertir y construir en las condiciones económicas del país resulta en extremo complejo.
Pero ni siquiera esa razón alcanza para entender por qué en Sancti Spíritus el mundo de las inversiones continúa patas arriba, pues amén de que las cifras arrojen que el territorio tributó el pasado año ese concepto más 200 millones de pesos, el número puede duplicarse.
A juicio de Edilio Gil la falta de liquidez en divisa que viene afrontando el país está estrechamente vinculada con la ineficiencia de los procesos inversionistas, sin cuya solución la economía cubana peligra, amén de que siguen los problemas de concreción, organización y seguimiento a los contratos, que se corren en el tiempo y todo se encarece.
“Se trata de hacerlos sostenibles. A la hora de calcular el rendimiento, el de la mayoría de las obras es deficiente porque esta no se termina en tiempo, o se alarga, no se cumplen los cronogramas de ejecución y se utilizan más recursos que los necesarios y hay más fondos básicos puestos en explotación que los que tenía planificado, por lo cual su aporte es casi nulo. La Organización Básica Eléctrica es paradigma de buen rendimiento.
“Uno de los peores ejemplos de una obra mal preparada y con pérdidas sustanciales fue la edificación del hotel Pansea, en Trinidad, que se terminó después de casi una década. En siete años que debía estar prestando servicios dejó de recaudar unos 34 millones de pesos”, aclaró Gil.
El demorado renacer de una instalación donde estuvo el templo más antiguo de la Santísima Trinidad nunca tuvo una explicación seria, a pesar de la espera por unos tres años de una máquina zanjeadora, los tropiezos en la documentación técnica, en proyectos, falta de fuerza especializada y demoras en la llegada de insumos y recursos, habla a las claras de que esa obra y también otras transitan por el mal paso de no seguir lo legislado para enderezar el camino de las inversiones
“También está el inconveniente de que el país actualmente está importando muy poco y los inversores, que son los responsables de buscar los recursos no tienen una infraestructura creada para llevar adelante ninguna obra como lo hace la Vivienda, que los recibe del balance nacional. El Programa Hidráulico, por ejemplo, aumentó de un año a otro y de 4 millones de pesos se incrementó a 13, para obras a las que se les puso dinero sin proyecto y sin documentación, ni licencia.
“La rehabilitación integral de Trinidad es un ejemplo de eso, se trata de una inversión a largo plazo con alcances anuales, pero mal preparada y sin proyectos y, además, en la provincia no existe capacidad constructiva instalada, ni equipamiento para llegarle a esa millonaria cifra”, apunta Rislander Torres, director de la Empresa de Construcción y Montaje Sancti Spíritus, una de las entidades ejecutoras de la instalación trinitaria.
Muchos se cuestionan qué catástrofe financiera, organizativa o ejecutiva ha impedido que muchas construcciones se terminen a tiempo o por qué la Empresa de Cemento Siguaney tuvo que esperar cuatro años por la llegada de un equipamiento, o qué explicación plausible puede tener que la rehabilitación capital del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos se haya extendido por espacio de tres lustros. También se preguntan cuándo será la fecha conclusiva del hotel Palacio Iznaga, que hace cerca de 10 años se construyen en Trinidad. ¿Se demora en llegar al país determinada compra o los contratos con las entidades importadoras no se efectúan en el tiempo establecido?
En Sancti Spíritus, en materia de inversiones, todo parece más de lo mismo: todavía se inscribe una fecha de entrega inmediata a una obra, y aún pululan las chapucerías junto a desaciertos tales como demoler para volver a hacer, algo que incrementa el costo de la inversión, amén de las viviendas que se dan por terminadas sin la debida calidad.
Es hora de poner a prueba la competencia de inversionistas (el eslabón más débil del proceso, pues evidentemente necesitan de mayor preparación), contratistas y ejecutores. Invertir cuesta dinero, un financiamiento que se dilapida mientras se mantengan violaciones al por mayor, despilfarro de recursos financieros, materiales y capital humano, y se defiendan actitudes de voluntarismo y pasionales improvisaciones, o lo que es peor, un claro ejercicio de fuerza al imponer fechas topes, que solo sirven para desarticular obras que para construirlas. .