Siempre que de vegas se hable en Cabaiguán Fillo Torumbo resucitará, nadie como él conoció de tabaco, ni de sacrificios para levantar enormes plantaciones que eran orgullo de los conocedores de este tipo de planta en el territorio
Por: Aramis Fernández Valderas
Las posturas recién plantadas están mustias, no es por el bravo sol de los últimos días, los esporádicos aguaceros que de pronto encharcan las tierras de Santa Lucía o la escases de productos para fertilizar el suelo. Este jueves partió para hacer la vega en el paraíso el mejor de los vegueros de la comarca.
Walfrido González era todo un catedrático, en la plantación tabacalera. Desde la semilla hasta el puro terminado, nadie podía hacerle cuentos, ni venirle con historias raras a Fillo Torumbo que con 97 años de vida, todavía se sentía con fuerzas para darle el toque mágico al sembradío a fin de elevar la calidad de las hojas y el rendimiento de quintales netos por caballería.
En una entrevista que concediera el productor al colega Oscar Alfonso Sosa y que puede leerse en https://alfonsososa.blogia.com/2007/031401-las-vegas-de-fillo-torumbo.php
El periodista preguntó: ¿Por qué la pasión por las vegas?.
Y Fillo ni corto ni perezoso respondió: “Oh, eso es historia larga y ni un tantito así se me ha olvida’o. Yo era un vejigo, tendría 11 años más o menos y el viejo, natural de Islas Canarias, tenía su conuco por aquí mismito. Santa Rosa se llamaba aquella finca y el tabaco era lo principal. Ahí aquel isleño comenzó a entrenarme en la surqueríapa’ la vida, sin decir ni una palabra. Cuando cumplí los 16 me hizo su partidario, me dio una yunta de bueyes y a trabajar la tierra se ha dicho. Se acabó el págame esto y págame lo otro. Pero por suerte me preparó de maravillas”.
Fueron más de 80 las vegas de Torumbo en las tierras benditas de Santa Lucía, donde él era una especie de símbolo, de cacique, no por mandamés sino por el ejemplo y el conocimiento del cultivo principal de la zona, una de las mejores tierras tabacaleras de Cuba.
Este Pichón de isleño, que ahora enluta la comarca deja su dignidad en el surco. Siempre que el aroma de las plantas y las manchas de la medusa en las manos de los cortadores sean el orgullo de los vegueros, estará viviendo en cada uno de ellos, Fillo, el guajiro que no deja espacio para el llanto, apoyado sobre su bastón, reclama al plantío para que se deje de añoranzas y lloraderas que él desde arriba estará vigilante, porque solo ha cambiado de lugar y ya rompe las tierras del paraíso y junto con él se llevó las posturas al cielo, donde muchos guajiros cabaiguanenses conocen de la historia de Torumbo.
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