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Los 100 años de Ceferino, un músico de tierra adentro

En Cabaiguán, han existido músicos, que jamás habían escuchado música, que no tuvieron una radio, pero como Ceferino, si poseían oído, corazón y vocación por las artes aunque gran parte de su vida la pasara en los parajes más recónditos del municipio

Ceferino falleció a los 57 años, pero dejó en el recuerdo de su música en los campos de Cabaiguán

Por: Daisy Martín Ciriano 

A pesar de que Ceferino Martín Cuellar  nació el 26 de agosto de 1921 y sus padres, Sebastián y Basilia, tomaron su nombre del santoral de ese día, fue inscripto el 28, debido a la crecida del río que no permitió el paso. Su nacimiento ocurrió en la remota zona de Lote Grande, un lugar pedregoso y seco donde existía  muy poca tierra cultivable. Allí, como otras tantas zonas del territorio, estaban asentadas varias familias de canarios.

De pequeño, asistió tardíamente a la escuela y logró conocer, apenas las letras y los números, para prontamente convertirse en tirador de posturas de tabaco con unos cuantos caballos y mulos en arria.

En sus pocas horas de ocio, Ceferino escuchaba con atención rasgar las cuerdas de una guitarra a su hermano Félix, pero éste no le permitía ni siquiera tocarla por temor a su rotura. Poco después el muchacho, subido en un taburete repetía las posiciones y prontamente sacó acordes melodiosos, hasta convertirse en un músico de oído. A partir de entonces reunió el dinero necesario y se compró su propio instrumento. A partir de ese momento comenzó a participar en canturías y serenatas por la zona, hasta que incursionó en el acordeón.

En 1950, contrajo matrimonio con una joven que vivía en la zona cercana de Zarza Gorda y se trasladó a vivir para el lugar, hasta integrar un conjuntico, muy popular en la zona y sus alrededores, conocido como el Conjunto Gris.

Tras el triunfo revolucionario se integró, en el propio año 1959, a la Federación Nacional de Músicos, aprobado posteriormente el 18 de enero de 1960. Comenzó así para él y para los que le acompañaban, una nueva etapa de ofrecer la cultura a los lugareños a través de los entonces llamados «actos culturales», los que se realizaban organizadamente en las diferentes zonas.

Durante toda su vida, este sencillo hombre, alegre y dicharachero, hizo reír y disfrutar cada encuentro, incluso hasta cuando se proyectaba una película, se hacía una cola o se desarrollaba un juego de pelota manigüero. Ceferino falleció muy joven, a los 57 años, pero dejó en el recuerdo de su familia y de sus amigos un eterno sentimiento de cariño y de gratitud por los momentos vividos junto a él. A pocos días de haber pasado el centenario de su natalicio llegue este recordatorio por su memoria.

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