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Los avatares de la bancarización: Entre pasarelas virtuales y agonías reales

El colapso de los bancos por la falta de efectivo se ha convertido en tortura nuestra de cada día, al salir a la calle con monederos, billeteras y bolsillos vacíos, mientras las tarjetas cuentan con saldo

Tomado de Escambray

Frente al portón de la sucursal 5241 del Banco de Crédito y Comercio (Bandec), en Sancti Spíritus, la señora, entrada en años y en ira, lo jura “por Dios, nunca más pongo un quilo aquí, solo quiero sacar lo que es mío y ahora dicen que no hay dinero”.

 Y se marcha lanzando improperios y todo cuanto se le ocurre decir. Todo menos el nombre a esta reportera que intenta calmarla. “¿Para qué quieres saberlo?, pregunta a cuánta gente le pasa lo mismo”, me dice.

Lo supongo, pero lo indago en nombre de Escambray que sale de compras online, hace colas y realiza clic en la bancarización, que, en términos prácticos, estimula la realización de todos los pagos de servicios, productos y demás operaciones comerciales y financieras mediante el uso de instrumentos de pago y canales electrónicos preferiblemente, en lugar de utilizar dinero en efectivo.

Pero lo que está bien descrito en decretos hace rato y se oxigenó en agosto pasado con la Resolución 111 del Banco Central de Cuba y luego a fines del 2023, con la Resolución 93 del Ministerio de Comercio Interior, que estipula el uso obligatorio del comercio electrónico por entidades estatales y no estatales, ha implicado en tiempo real agonías, incertidumbres, molestias…

DE CAJEROS, COLAS Y OTRAS TORTURAS

 Como si toda la bancarización se atorara en las ranuras de un cajero, Adriana Terrero desiste, tras cuatro madrugadas tratando de cobrar el salario del mes. “Tenía dinero, pero no había corriente; vino la luz y hay dinero; pero, entonces, no hay conexión”.

“Allá dentro me dieron 1 000 pesos (se refiere a la sucursal del BPA del bulevar espirituano). ¡Mira, niña con esto no compro ni un pomo de aceite!”, dice Elisa y se consuela con la vivencia más cercana de otra usuaria. “Vengo del de Colón, salió la compañera y aseguró: ‘Hasta las 4:30’, y me dije: No importa; pero a las 4:15 pusieron el dinero y a las 4:40 se había acabado”.

Cualquier semejanza con las anécdotas supera la realidad que se vive en Sancti Spíritus (y parte de Cuba), donde el colapso de los bancos por la falta de efectivo se ha convertido en tortura nuestra de cada día, al salir a la calle con monederos, billeteras y bolsillos vacíos y las tarjetas cargadas, algo que es una práctica mundialmente válida para viabilizar las gestiones y la vida de la gente.

“Es que queremos hacer una sociedad francesa con una economía de Haití”, dice Misael, mientras espera que el milagro de un depósito le permita extraer los miles de pesos que necesita para invertir en su negocio; mientras Miguel Zayas, un trabajador de Labiofam, cree que alucina: “Imagínese, pidiendo prestado teniendo dinero en la tarjeta. Y a mí me gusta el dinero en el bolsillo, en efectivo”.

“¿Por qué no usa el código QR?”. Una encuesta “a boca de cajero”, con esa interrogante hizo clic en disímiles revelaciones, desde una real obsolescencia e incultura tecnológicas, hasta el desconocimiento: “No sé ni lo que es eso”, “Mi teléfono es de teclitas”, “Y el mío es un Blu de los chiquitos”. “Eso de los punticos es un cuento, si no llevas dinero en la mano, no compras el paquete de pollo”.

Lo dice la política y lo reiteran los bancarios, como Erick García Jiménez, director provincial de Bandec: “Cuando se habla de bancarización, el cajero es el último eslabón de la cadena. Si existiera un alto por ciento del sector de Comercio y de la población bancarizados, se utilizaría el cajero en una mínima expresión”.

“El objetivo de la bancarización no es ponerles más dinero a los cajeros, es que los que venden mercancías o prestan servicios den las posibilidades al que tiene la tecnología, aunque hay personas que la tienen, pero no la saben usar; el que compra es el que tiene que decidir por qué vía quiere, desea o puede”, aclara Arelys Alfonso Valero, jefa de Banca Electrónica en Bandec.

De Banao a Sancti Spíritus, Ausberto Lázaro Calvo Vázquez, conocido por Bertico —presidente de la CCS Josué País— ha abierto un surco para buscar, de buchito en buchito, el dinero que ya se ganaron sus campesinos, trabajadores asalariados, constructores. “Estoy viviendo en el banco, cuando el hombre necesita dinero no lo tiene, estamos pagando todavía producciones de diciembre, tenemos en cuentas cerca de 13 millones de pesos, ya nos han dado una parte, pero el problema es cómo lo sacamos. Lo que compramos no nos lo vende el Estado, sino las mypimes o quienes lo traen de afuera y esos no aceptan transferencia. Vas a cualquier lugar a comprar y no te aceptan billetes chiquitos; o el de 10 lo valoran en 8 y el de a 20, a 18. No entiendo eso”.

 Ni yo. Ni muchos otros. Que la tierra no sabe de QR lo ratifica la masa campesina, que puso en el centro de sus inquietudes durante su proceso de balance las trabas que la bancarización les trae a sus conucos, aun cuando les cosecha otras bondades. “Más del 85 por ciento de los 14 500 campesinos con que trabajamos tienen tarjeta — comenta Luis Francisco Castro Díaz, gestor de negocios de Bandec—, pero existe rechazo a las operaciones electrónicas, en medio del campo cuando necesitan contratar fuerza de trabajo tienen que pagar en efectivo, y esa entrega se ha dificultado enormemente al no contar con el dinero y lo mismo pasa para la compra de insumos”. 

Cientos son los reclamos que recibe Eidy Díaz Fernández, presidenta de la ANAP en la provincia: “El sector nuestro es uno de los que más sufren por la lejanía, hay cooperativas que tienen pago por tarjeta, pero es un por ciento muy pequeño, no todo el mundo tiene las condiciones ni la edad, ni la conectividad para utilizar ese servicio. Cooperativas netamente lecheras se pasaron dos y tres meses sin poder sacar el efectivo de ese anticipo y pagar el salario de los campesinos. El banco nos ha apoyado y hemos buscado la prioridad para las personas vulnerables; también a algunos darles una parte en tarjeta y otra en efectivo”.

Según María Efigenia Caballero León, subdirectora comercial del Banco Popular de Ahorro (BPA), hoy es imposible liquidar toda una cosecha de 4 o 5 millones de pesos a un productor de tabaco tapado con una sola extracción. “Si lo hacemos, queda pendiente toda la cola de los jubilados, de los trabajadores que vienen a cobrar su salario y negociamos con él para ir cubriendo sus necesidades inmediatas y no dejar al banco en cero efectivo”.

 CÓDIGOS QR O LA FOTOGRAFÍA EN FALSO

Pero donde sí se desconecta este proceso es cuando lo que debería ser su catalizador se convierte en su freno: el llevado y traído código QR.

“Perdí como 6 000 pesos porque nunca me cayó una transacción a través de EnZona”, ilustra la vendedora que, como casi todos, pide el anonimato.

Una experiencia similar se cuenta a pie de cola. “A una muchacha que vende en el bulevar le hicieron una compra de 80 000 pesos, y le pasaron un mensaje reenviado y nunca le llegó el dinero”. En tanto, Pedro Luis, está reacio. “No puedo cobrar, aunque quiera, por la tarjeta porque después el banco no me deja sacar todo el dinero y mis proveedores me exigen efectivo en mano. No siempre puedes vender rápido la mercancía y ya estoy a la espera de un envío de Estados Unidos”.

Que los vendedores retozan con la Resolución 93 no lo dice solo Marisleidis Perdigón, que, ante la demora para encender el teléfono en La Vizcaína por parte de la dependienta, pagó en efectivo el par de zapatos en medio de su apuro; ni Dunia Quesada, quien quedó petrificada tanto por los 3 000 pesos que le costó el breaker como por la voz amenazante: “¿Por transferencia?, ese es para el inspector”. Y se refería a su QR de exhibición, la foto falsa más difundida en Cuba.

Lo dicen contundentes los datos de la Dirección Provincial del BPA. Las operaciones que más realizan los clientes son las transferencias entre cuentas con el 85 por ciento de todo el efectivo movido por canales de pago, mientras los pagos en línea (QR) ocupan apenas el 4 por ciento.

La tendencia es similar en la red comercial estatal donde, aunque subió tibiamente de un año a otro, en el primer trimestre los pagos electrónicos representaron el 6 por ciento del ingreso, según datos de Ariel Fernández, director del Grupo Empresarial de Comercio.

 “Todos los municipios incumplen —asegura Yoandra Cruz Jiménez, especialista principal de Departamento de Servicios de la Dirección Estatal de Comercio—. Detectamos que la mayoría de los TCP tienen una pasarela de pago falsa, cuando escaneaba no te ponía ni el nombre del punto ni el del titular, entonces transfieren a su cuenta personal y no a la fiscal, que es la auditable y es la establecida”.

Lo de la famosa comisión tiene detractores detrás y delante del mostrador. “Yo estoy de acuerdo que se pague el servicio como mismo se paga la plataforma Ticket: 50 pesos trimestralmente, los servicios hay que cobrarlos, pero no 1.5 por ciento del importe de la venta, eso es cruel”, resume Luis Cruz el criterio de varios actores.

En esa misma cuerda se mueve Carlos Hernández, administrador del motel La Cabaña. “La bancarización es buena, pero a la empresa socialista, a la Gastronomía y a Alojamiento, nos cortó las alas. Hoy todas las mercancías hay que buscarlas en el mercado de oferta y demanda, y el país quiere que nos desarrollemos, ¿cómo puedo comprarle a un productor solo 5 000 pesos en un mes? Con eso no compro ni un pernil, he hecho contrato por facturas de hasta 80 000 pesos en cerdo, pero cuando ese productor va al banco no puede sacar el dinero porque no hay y ahí mismo se hipoteca, entonces me pide que le pague en efectivo, que tampoco tengo”.

¿Dónde está el dinero que se “fuga” de los bancos? La bancarización es buena o mala ¿Cómo hacer que el QR enseñe su foto real?  Escambray deja estas interrogantes en el tintero y volverá sobre el tema en la próxima edición.

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