Andan escondidos en un lugarcito del cerebro, de pronto llegan y te sacuden el cuerpo, algo así como, despierta que estás dormido, son los recuerdos que vienen a visitarnos
Por: José Miguel Fernández Nápoles (Tomado de Facebook)
No sé qué poder mágico tienen los recuerdos, pero uno se queda mirando las fotos y le parece que toman vida, que vuelve a aquellos años en que montaba en un palo con un pedazo de arique y parecía que eras el llanero solitario.
Me parece que va el viejo delante con el arado y yo arriando los bueyes y espantando las gallinas y las garzas que venían por lombrices. Surcando la tierra con aquel olor fuerte que llevaré metido, sabe Dios en que Neuronas, hasta que me muera.
Luego a regar las posturas de tabaco y los hombres detrás sembrando y la inocencia de mis ocho o nueve años, por aquello de imitar a los padres a buscar el sustento.
La vida de mis primeros años en el campo me ha llenado de tantas cosas buenas que ni loco que estuviera la cambiaría por nada en este mundo.
Nací en el campo, me bañé en los ríos, jugué a nadar zambullido hasta una piedra que llamábamos base y comí puma rosas de las barrancas como merienda..
Cuando veo la yerba después de los aguaceros, las casas de tabaco, donde decían que salían muertos y perros arrastrando cadenas, me vienen recuerdos de mi niñez y siempre me llenan de gozo, de alegría y les doy la bienvenida.
¿Quién nos quisiera contar algo de su niñez allá en nuestras tierras?
No tiene que ser un literato. Si alguien cuenta algo con sus palabras sencillas y sinceras, será bienvenido. ¿Cierto?