Cada 14 de junio, de manera especial, Cuba entera rememora el natalicio de dos de los más grandes hijos de esta tierra bendita… y digo dos porque, aunque el Che naciera allá por Misiones, provincia de Argentina, indiscutiblemente Cuba lo acogió y él se entregó a ella como solo los que saben querer lo hacen… el otro, el Titán, santiaguero de pura cepa, hizo honor a su estirpe y se creció entre grandes
Por: Lillipsy Bello Cancio.
Pero la de hoy no es crónica que pretenda resaltar la feliz coincidencia de que con 83 años de diferencia la misma estrella (sí, porque tuvo que ser la misma) los pusiera aquí y les hiciera de este pueblo, la gratitud…
La de hoy pretende reflexionar sobre la ética que caracterizó a estos dos hombres, distantes en tiempo, región y procedencia, pero tan coincidentes en lo que a dimensión ética se refiere que tal pareciera fueran esculpidos en la misma cotidianidad.
Y es que, la condena a la inmoralidad del régimen colonial español y sus funestas expresiones en lo económico, político y social es señalado como el primero de los rasgos que definen la construcción teórica del pensamiento ético cubano durante el siglo XIX.
Las concepciones de Maceo se ajustan perfectamente a este indicador, debido a que en ellas se encuentran recurrentes menciones a lo improcedente de las relaciones coloniales que caracterizaron la realidad socio-económica cubana en ese periodo y que cercenaban toda posibilidad de desarrollo del país y de cada uno de sus habitantes: no cejó el pensador en plasmar acertadas valoraciones sobre el escenario social cubano, escudriñando todas las ignominias que afectaban al pueblo cubano con el degradante sistema colonial, y que motivaron en él una fuerte concepción anticolonialista y antiesclavista.
Fue el Titán de Bronce de los más temerarios Generales mambises, de los más fervientes y apasionados luchadores por la libertad, de los más radicales defensores de la independencia de Cuba… devino entonces, ¿cómo no? símbolo imperecedero de esta pequeña y corajuda Isla del Caribe, capaz de desafiar los más retadores y poderosos enemigos.
Así mismo, el de la estrella en la frente, fue un hombre que actuó siempre como pensó y, seguro, fue leal a sus convicciones… un hombre al que le complacían ni los elogios, ni los títulos, de lo cual tuvo constancia la Premio Lenin de la Paz de 1958, María Rosa Oliver, cuando en algún momento de su primera entrevista al Comandante Guevara, la escritora le preguntó cómo debía llamarlo y él, ni corto ni perezoso le contestara definitivo: «Como quiera, menos doctor»… ese fue el Che, el argentino al que desde pibe se le podía adivinar lo de inconforme, lo de obstinado… lo de su vocación de guerrero, libertario y justiciero.
Y por si fuera poco, fue tal la solidez del camino emprendido por cada uno de ellos aún cuando apenas pudieron completar 51 y 39 años respectivamente en su aspiración de luchar y poder alcanzar un mundo mejor, que ya sea en Duaba o Las Coloradas, Mal Tiempo o Santa Clara, los cubanos los llevamos por dentro para resistir en aislamiento y meterle el cuerpo al trabajo, homenajear el 7 de diciembre o curar el ébola.
Quedan hoy de recordatorio las fechas y las vidas porque, con tanto decoro, siguen siendo impensables esas pérdidas… porque, aunque en sus caminos se interpuso el hierro, nada más pidieron un sudario de cubanas lágrimas para que se cubrieran sus guerrilleros huesos en el tránsito a la historia americana… Nada más.
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