viernes, noviembre 22El Sonido de la Comunidad
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Maestro de Juventudes, 2021

Palabras del cabaiguanense  Senel Paz en nombre de los premiados del Maestro de Juventudes, 2021, que otorga la Asociación Hermanos Saíz (AHS)

Senel Paz escribió el cuento «El lobo, el bosque y el hombre nuevo», que se llevó al cine como «Fresa y chocolate». Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Por: Senel Paz (Tomado de Cubadebate)

(Hubiera preferido que no me tocaran estas palabras, pero los muchachos de la AHS dicen que la tradición es que las diga el más inteligente… de los premiados, no del teatro completo).

Dice Marta Valdés refiriéndose al Maestro de Juventudes: «¡Ese es el Premio más lindo que hay!»

Y tiene razón.

Pienso yo que más por los «alumnos» que lo otorgan que por los maestros que lo reciben, independientemente de que todos lo merezcan. Reconocer al maestro es aquí la acción relevante porque implica aceptar el aprendizaje como acto esencial en la vida, lejos de ese andar por ahí pretendiendo saber sin aprender. También es gratitud, e igualmente esta regocija a quien a los que somos objeto de ella, pero dice mas de quienes la profesan y sienten de expresarla.

A los que en algún momento de nuestras vidas nos dedicamos a colaborar con el desarrollo de los demás, nos impulsa a nuestra vez la gratitud y el respeto hacia maestros anteriores. Nunca se llega al conocimiento en soledad sino gracias a los resultados y  esfuerzos de otros, de muchos. En este sentido el autodidacta no existe, porque desde que consultas un libro u observas una máquina ya otros están haciendo algo por ti.

No solo somos alumnos de los maestros con los que interactuamos en aulas o talleres o de los que tomamos como ejemplo directamente. La lista es infinita, y en retrospección llega tan lejos que su origen no se puede ubicar. Vivian y yo, por ejemplo, somos atentos y permanentes alumnos de Aristóteles que, según la Wikipedia y Ecured, nació en el 384 antes de Cristo en Estagira, algo así como el Cabaiguán de la Grecia antigua.

Creo que mis compañeros en este honor coincidirán conmigo en que hemos aprendido más como maestros que como alumnos, condición esta última que es permanente como a menudo señala Miguel Iglesias. El aprendizaje es un proceso que se circunscribe al  ámbito de uno mismo, pero el de la enseñanza se expande y abarca muchos puntos de vistas, muchas sensibilidades, muchas imaginaciones, propuestas y disparates que estimulan y enriquecen en primer lugar al maestros, que no hubiera llegado a esas zonas de interrogaciones ajenas a su camino natural sino es en la interacción con los alumnos.

Aprecio en particular dos experiencias ganadas en el trabajar con otros: la capacidad para reconocer y captar ideas, y el nivel de conformidad, o inconformidad si se prefiere

La capacidad para captar ideas es esencial en una sociedad. No siempre ha sido una especialidad entre nosotros. Las ideas que recoges de otros, y que naturalmente pasan un proceso de decantación, nos llevan a descubrir lo creativo, inteligentes, sorprendentes y hasta locos que son los demás. Ese caudal es patrimonio común, es el pensamiento y la creatividad de la nación y no debía perderse por la torpeza de no prestarles atención ni sumarlas. Siempre hay quienes se limitan a las  ideas que llegan de arriba, que pueden ser muy buenas, pero una única fuente, solo un porcentaje de lo posible. Es mejor estar atento en todas las direcciones.

Javier Sotomayor logró su récord mundial de salto alto en Salamanca, España, en 1988, con 2.43 metros. Esa altura no la ha conseguido aún ningún otro competidor, de modo que pudo sentarse desde entonces a disfrutar su gloria. Pero no, siguió saltando y trabajando, y en 1989, en Puerto Rico, logró 2.44 metros. No paró ahí, y cuatro años más tarde, en 1993, logró su altura final de 2:45. Era el campeón que se derrotaba a sí mismo.

Alicia Alonso interpretaba a Giselle en el escenario del García Lorca con tal maestría que los aplausos al final de la función resuenan hasta el día de hoy. Era la mejor de la historia en ese papel. Al día siguiente, Alicia se levantaba temprano y se iba al salón a ensayar y trabajar Giselle con la ilusión de que era posible ir más allá de la perfección.

A esto llamo yo, con Sotomayor y Alicia como ejemplos,  «el nivel de conformidad», que en ellos era muy alto. No se trata de no reconocer lo bueno, sino de no conformarnos con el cumplimiento de la meta o la orientación, con el cumplimiento del plan o lo que va a ser chequeado, sino aspirar incansablemente a un peldaño más.

Aunque no es el caso de los que estamos aquí, el artista no está obligado a desempeñarse como maestro si no tiene vocación; el magisterio brotará de su obra, como ejemplo o reto, e igualmente es maestro y con todo derecho le podemos entregar este diploma. Pero a quienes asumimos la tarea a conciencia y con gozo y le dedicamos esfuerzo y tiempo, nos acompaña un compromiso extra con la cultura, con la sociedad en su conjunto, no pensamos en los alumnos sino en Cuba, o la Mayor de las Antillas, como dicen algunos periodistas, al parecen empeñados en cambiar el nombre al país.

Me siento muy bien acompañado esta tarde, me honra formar  parte de esta selección de premiados, y si en nombre de todos debo hablar sobre el Premio con modestia, digo que nos lo merecemos. Es más: nos lo podían haber dado antes, pero sabemos que la cola es larga.

Bobby Carcacés, de quien uno tiene la sensación de que ha existido siempre, es un ejemplo de los que no se cansa nunca, de los que no llega a su meta porque en cuanto la ve cerca la empuja un poco más adelante.

Sobre Miguel Iglesias, he tenido la suerte y el asombro de verlo bailar en su plenitud, (Fausto, Michalangelo, Libertango) y transformarse a continuación en un luchador y defensor de la danza toda, de la cultura cubana en general, con gran pasión. Él se ha declarado un alumno permanente.

A René Reyes Blázquez lo he conocido más como leyenda a través de las referencias de Omar Valiño en torno a la aventura quijotescas de la guerrilla teatral. Omar iba una y otra vez a dar saltos por las lomas de Granma con René y los demás y venía con los cuentos.

Manuel López Oliva, también de los que deja la sensación de la omnipresencia, es maestro con el pincel y con la palabra escrita y hablada. Por su temperamento y sus sueños, era artista y maestro, o explotaba. Por suerte, lo tenemos aquí.

La AHS nos llena de particular honor al haber incluido en nuestro grupo a Luis Figueroa Pagés, que viene de Pinar del Río. A su trabajo y magisterio, él suma la dedicación al estudio de la obra de los dos jóvenes poetas (palabra que implica revolucionario) que dan nombre y sentido a esta asociación y a este premio. Es un indispensable en esta nómina.

He dejado para el final a Vivian Martínez Tabares para concluir con brillo «enceguecedor».  Vivian es Vivian, con su modo particular de pervertir las zeta y las ese. Su labor es tan intensa y convincente que me cuentan los muchachos que les bastó leer la mitad de su expediente para otorgarle el premio.

En cuanto a mí, veo que el premio, además del trabajo y la obra, considera que la vida personal que debe ser ejemplo, con lo que me doy cuenta que en mi caso no lo saben todo.

Doy gracias a nuestro Miguel Díaz Canel por su compañía. No digo sus cargos porque seguramente todos los saben. La Televisión y la prensa no encuentran una fórmula que se avenga a su calidez y cercanía. Se ha hecho su costumbre asistir a estas ceremonias, de donde entiendo que sí, nos honra a los premiados de cada año, pero asumo que le interesa más el acto, por parte de los jóvenes de la AHS, de reconocer el magisterio y el aprendizaje, que es aquí lo que mira al futuro como ya se dijo. Muchas gracias por estar y brindarnos la oportunidad de compartir con usted, Presidente y Primer Secretario; contigo, compañero y amigo…

Al equipo de la AHS, en nombre de todos, nuestra gratitud. Gracias, somos felices, pero le tenemos una noticia: la clase no ha terminado.

Y me despido con una consigna que vuelve a ser actual y necesaria:

¡La Mayor de las Antillas, sí!,

¡Yanquis, no!

En La Habana, Biblioteca Nacional, 18 de octubre de 2021.

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