Su nombre oficial Víctor Manuel López Martín; pero fue bautizado por su pueblo como “Manolito, el mecánico de bicicletas”.
Por: Osbel Ramón Díaz Mondeja.
Con el progreso hoy proliferan por las calles de mi pueblo motorinas de todas las marcas y colores, así como un sin número de artefactos surgidos de la inventiva popular, mientras mi entrevistado de turno continúa aferrado al más tradicional medio de transporte para los cubanos: La bicicleta.
Su nombre oficial Víctor Manuel López Martín; pero fue bautizado por su pueblo como “Manolito, el mecánico de bicicletas”.
“… siendo apenas un niño, yo visitaba asiduamente el taller de Israel Valdivia Perera vecino y amigo de la familia. ¡Manolito aguántame el cuadro, Manolito alcánzame la llave! esa eran la frases habituales del viejo Perera. Así sin darse cuenta aquella especie de “monaguillo ciclístico” despertó en mí lo que sería la única profesión que he ejercido hasta hoy.
A los 82 años de edad continúa dando “pedalazos” en el recuerdo y viaja mentalmente por los lugares de antaño donde ejerció la profesión. El taller frente a la antigua casa Camacho, la esquina del antiguo Bar Crispín (Hoy parque de los trabajadores), el taller de la esquina al cruzar la línea frente al antiguo Hotel Cabaiguán y por último donde se jubiló en la antigua fogonera (frente a la farmacia piloto) son algunos de los lugares donde apretó tornillos, conos y arandelas.
Atestigua que por sus manos pasaron las famosas Niágaras, Super Rex, Topper, Rex Capri, las Columbia, las Rusas y hasta 80 bicicletas Checas que logró armar cuando el famoso ciclón Flora.
Manolito mantiene bien “engrasada” la memoria y en su “parilla mental” aún acomoda a quienes fueron sus compañeros de trabajo. De Florindo, Arturo Marcos, Humberto Rodríguez García y el también popular Bertilo Marcos Prieto todavía escucha el sonido de las herramientas.
Cuando lo visité en la calle Eduardo R. Chivás Número 163 me percaté que aún conserva la “enrrayadura matrimonial” con su esposa Flavia Esther Díaz Aguiar por más de 54 años. En una de las habitaciones comprobé además la presencia de la inseparable «Niágara Roja» y tras el claxon final de la entrevista le ofrecí mi respeto por tantos años de entrega.
Ya en el portal antes de la despedida ambos escuchamos la voz del viejo Perera.
¡Manolito ven y aguántame el cuadro y alcánzame las llaves!
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