La escasez de fármacos en la red nacional de farmacias ha elevado la venta y la compra por cuenta propia de productos procedentes del extranjero. El consumo de tales medicamentos, sin prescripción médica, en algunas oportunidades ha puesto en riesgo la salud
Enferma ver, en cualquier red social a la que se acceda, el precio en el que se cotizan no pocos medicamentos. Pueden ser lo mismo antibióticos que antipiréticos que antiinflamatorios. Lo que escasea en la farmacia, lamentablemente, se compra “por la calle” al costo que sea y aunque no se trate, muchas veces, del medicamento recomendado.
Las tarifas oscilan desde los 180 pesos por tirilla hasta los 500 y más; y los fármacos en venta, en ocasiones, han sido hasta de producción nacional. Entendible —no la comercialización por cuenta propia— que cualquiera por un familiar enfermo y necesitado de alguno de los productos que se expenden pague lo que sea preciso para poder acceder al tratamiento. Pero ahora, menos que nunca, podemos caer en la trampa de automedicarnos.
Lo advierto porque las malas experiencias que algunos espirituanos han padecido tras la adquisición de uno de esos fármacos que traen desde Rusia, Panamá, Haití, España… y luego venden sin el más mínimo conocimiento farmacológico.
Al chat de WhatsApp de esta reportera llegaba días atrás el testimonio de una abuela que, de no ser por su precaución, hubiese puesto en riesgo la salud de su nieto. Y lo cuenta ahora para que lo que fue un susto suyo no se convierta en una pesadilla de alguien más.
Para aliviar sus dolores articulares había buscado en los grupos de Revolico existentes en Facebook las ofertas de medicamentos y entonces logró contactar con uno de los vendedores.
—Hola, soy la señora que le escribí para comprar el Diclofenaco+Paracetamol, dijo parada frente al muchacho en los bajos de aquel edifico.
Entonces el joven le habló de otros fármacos disponibles como una Duralgina buenísima para bajarle la fiebre a los niños: Biogesic. Con el blíster entre las manos la señora dudó; le advirtió que consultaría y, de no servirle, le devolvería el producto.
La salvó la duda y la consulta. Entre los compuestos del fármaco estaba la Nimesulida, producto contraindicado para los menores de 12 años de edad y que ha sido suspendido en varios países debido a causar hepatotoxicidad grave.
Mas, no todos han corrido con la misma suerte. Días después de aquel suceso vivido por la abuela espirituana, el pasado 20 de julio, el periódico Invasor, de Ciego de Ávila, alertaba sobre la atención a tres menores de edad en el servicio de Pediatría del Hospital Roberto Rodríguez, de Morón, por la ingestión de Nimesulida.
La pediatra Arisney Jiménez Herrera explicaba al medio de prensa avileño: “En menos de 15 días hemos tenido tres pacientes pediátricos con reacciones anafilácticas luego de la ingestión de este medicamento; reacciones que pueden atentar contra su vida.
“Las personas que lo están vendiendo —advertía la especialista— lo promocionan como Dipirona, Metamizol o Duralgina, y los padres, por desconocimiento, lo compran y se lo dan a los niños para bajar la fiebre; más ahora que hay alza de enfermedades que producen fiebre elevada como las arbovirosis, el síndrome boca-mano-pie, herpangina y las enfermedades diarreicas agudas por rotavirus que también cursan con fiebre”.
Aunque los niños en pocos días regresaron al hogar fuera de peligro, el hecho anterior nos deja no pocas lecciones y también interrogantes: ¿Será más fácil darles a nuestros hijos una pastilla cualquiera antes que consultar a un doctor? ¿Nadie controla una venta sin prescripción facultativa alguna que puede enfermar en lugar de sanar? ¿Los vendedores se saben a salvo en su impunidad?
Cuando el pasado 16 de julio del 2021 el Ministerio de Finanzas y Precios emitía la Resolución 309, publicada en la Gaceta Oficial No. 62 Extraordinaria, la cual flexibilizaba la importación de alimentos, aseo y medicamentos en equipajes acompañados de los pasajeros que arriben al país sin límites en valor y cantidades y libre del pago de los aranceles intentaba con ello paliar la escasez de medicamentos en la isla, acentuada por la crisis sanitaria causada por la covid y el recrudecimiento del bloqueo.
Pero de buenas intenciones, según reza el refrán, está empedrado el camino del inferno. Y de esta flexibilización se han aprovechado algunos para montar a sobreprecio —y a veces a costa de la salud de los otros— sus farmacias particulares.
Que existe déficit de muchísimos de los medicamentos que componen el cuadro básico de salud es cierto y hasta ha sido reconocido por las autoridades; que algunos prefieren tener la opción de un mercado informal, costoso y, en ocasiones, inseguro para adquirir el fármaco que necesitan antes que no tenerlo es verdad también; que cualquiera por un familiar enfermo hace hasta lo imposible para salvarlo resulta innegable…; pero debemos consultar antes de tomar la salud por nuestras manos.
En cualquier barrio hay un médico, en todas las áreas de salud existen consultorios, en las instituciones asistenciales trabajan especialistas y lo que puede parecer muela es ahora mismo un ABC que no debemos dejar de cumplir: antes de automedicarse, consultar al médico. Porque la realidad confirma que, a veces, el remedio puede ser peor que la enfermedad.
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