Norys Rodríguez, la ama de casa cabaiguanense que peleó con todas sus armas contra la COVID-19 pero sus golpes traicioneros le apagaron las luces de la vida
Por: Aramis Fernández Valderas
Nadie colocó una medalla en tu pecho y las merecías todas, nunca subiste a un estrado para convencer a ninguno de nada, jamás te llegó un diploma. Por curiosidad ¿Alguien te dijo que eras una Heroína?, no, pues sí que lo eras.
Te pegaste de por vida en la larga lucha, la de todos los días, en la más complicada, la de buscar el sustento de tus hijos y apoyar con todas las fuerzas a tu esposo. No eras asidua a la iglesia, pero multiplicaste los panes y los peces, tal como lo hiciera Jesús y sus apóstoles.
De rodillas te vi muchas veces sobre un gran caldero y un volcán de leña elaborando croquetas, al otro día sería el dinero de la merienda de Osmelito o de Yailé, o la plata para la adquisición de ropa, o para darte una vuelta por la feria.
Eras una maga elaborando las golosinas para cumpleaños y bodas, siempre te las arreglabas para no quedar mal con nadie. Eras como las rocas fuerte como ellas, recibías golpes y más golpes de la vida y todos los repelías.
Tus últimos días eras el amanecer y el anochecer del barrio, todos preguntaban por ti, no existía ni una respuesta que alegrara los rostros de tus vecinos, hasta los rieles del ferrocarril que están frente a tu casa andan blandos.
Norys Rodríguez, que guapa has sido, como te aferraste a la vida en los momentos más complicados de tu padecer, como luchaste el otro suspiro, como te prendiste del último hilo de tus pulmones, como quisiste vencer para seguir al frente de la tropa, sabes tú, y saben ellos que eras imprescindible, ellos, tus familiares, tus vecinos, todos a partir de ahora tendremos que aprender a vivir sin tu presencia pero sabiéndote esa Heroína a la que nadie le colocó una medalla en su pecho, cuando las merecías todas.