Por: Lillipsy Bello Cancio
El aula magna de la bicentenaria Universidad de La Habana, la cátedra del pre- universitario del municipio o la más recóndita aula de este pedazo de Cuba: cualquier espacio deviene escenario ideal para confirmar a Martí, un hombre signado por la coherencia y consecuencia entre su vida, pensamiento y obra.
Y es que es muy fácil encontrar en el apóstol la respuesta a todo o casi todo: ¿de qué no habló el “Hombre de La Edad de Oro”?, ¿qué tema de lo humano y divino le faltó por abordar?, ¿de dónde le venía esa luz que le permitió ver más allá de siglos, fronteras y culturas?, ¿cómo es posible que haya construido tanto en apenas 45 estaciones, que fue el tiempo que duró su paso por esta vida?
A 168 años de su natalicio, la Humanidad entera está obligada a reverenciar sus ideas, materializadas en prosas, poesías, manifiestos; los cubanos no podemos menos que sentirnos orgullosos de que nos pertenezca; Latinoamérica toda le debe el homenaje perenne, la distinción constante… le debe un continente más justo, menos violento, más culto, más libre.
Se lo debemos a su humanismo: punto de partida de las concepciones éticas de Martí; a su actuación: correspondida siempre con el carácter y la proyección de su quehacer; a su edificante ideología: expresión de una vasta y profunda cultura integral, de la que resultan nexos que entrelazan las diversas esferas del pensamiento y el accionar humano de los que se ocupó el Maestro.
En el mundo actual perduran y tienden a extenderse y profundizarse los grandes males heredados de la centuria precedente: constantes y agudas crisis económicas, sociales y sanitarias; conflictos bélicos interminables con consecuencias cada vez más fatales para los más pobres; irresponsables agresiones al medio ambiente que atentan contra la permanencia de la vida en el Planeta.
El legado martiano contiene la esencia de estos fenómenos: el Apóstol no solo los explicó, sino que propuso procederes que mantienen su vigencia, tal y como si los hubiera en esta última semana de enero, cuando un grupo de apátridas, cobijados en la falsa (para ellos, claro está) profesión de artistas, pretendieron faltarle a quienes sí la sirven con el mayor de los desprendimientos y la inteligencia, que es, según él mismo, a quien le pertenece la Patria.
“Para ir delante de los demás se necesita ser más que ellos” (afirmó el Héroe Nacional de Cuba)… y ninguno de los rostros que ellos mismos divulgaron en redes sociales, los supuestos “medios de prensa independientes” o plataformas virtuales, representan ¿qué digo yo lo más genuino de nuestra cultura?… pensarlo así sería faltarles al respeto y al honor de nuestros artistas: polémicos sí, irreverentes, defensores de su arte, sinceros, revolucionarios: pero Martianos, que es como decir fidelistas, cubanos, patriotas… Son tiempos de unir voluntades: Martí nos convocó en el siglo XIX a liberar América del enemigo esclavizador, hoy, desde el templo que lo erige como el más universal de los nacidos en esta Tierra, nos sigue requiriendo pues la Patria nos sigue necesitando, ahora, para defenderla de los traidores, para enfrentar nuevas pero no menos peligrosas agresiones, para cuidar a sus hijos de esa terrible enfermedad que ha segado la vida de más doscientos cubanos en menos de un año… para ratificar, otra vez, que es ara… jamás pedestal…