“Camilo era una figura tremenda, era un hombre único. Tenía una capacidad y una sabiduría natural increíbles, su carácter era tan cubano como las palmas, a Camilo le gustaba la fotografía”
Por: Aramis Fernández
Perfecto Romero Ramírez es cabaiguanense por casualidad, procedente de Falcón, lugar donde escaseaba el trabajo en la década del 40 de pasado siglo, llega pequeño a Cabaiguán para comenzar a trabajar en todo lo que apareciera. Así se hizo limpiabotas, dependiente de bares, sastre, cortador de tabaco y fotógrafo, con el último crédito llega al Escambray donde es aceptado por el Che Guevara. Convertido en corresponsal de guerra lo envían hasta Yaguajay para jamás separarse de Camilo. Mirando sobre sus hombros, de vuelta al paseo de Cabaiguán, echando un vistazo a los árboles del parque, Perfecto Romero Ramírez se ve aquel sastre o limpiabotas, mucho le queda del joven que apretó por primera vez el obturador en el barrio de pozas pero sobre todo en el perdura, esa imagen del pueblo que fue Camilo Cienfuegos.
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