Este 3 de junio el General de Ejército Raúl Castro Ruz recibe el agradecimiento de un país al que entregó una Revolución, edificada junto al Comandante en Jefe. Guerrillero, dirigente político y estadista son esencias de un hombre de 90 años que puede llamarse pueblo
Por: Alexey Mompeller Lorenzo
Birán es cuna de grandes y cada palmo de esa zona holguinera huele a cedro, la esencia de la familia Castro Ruz. A alguien con apellidos tan significativos para Cuba, ni los grados de General de Ejército han podido alejarlo de las tierras donde empinó parte de su infancia.
Al nonagenario Raúl Modesto Castro Ruz, el cuarto de los siete hijos de Ángel y Lina, le parece perderse en una finca que sin saberlo vio crecer a dos inseparables quienes volverían al Oriente del país para plantar la Revolución con el Pico Turquino como testigo.
Con un hermano de la estirpe de Fidel, de aquel niño no podía esperarse otra reacción que andar siempre de la mano del Caguairán. Cuando se dieron el último adiós, el dolor por la partida del iluminado lo hizo temblar en Santa Ifigenia ante el monolito sacado de las entrañas de la Sierra Maestra para guardar las cenizas de un hombre inmenso de quien añora abrazos, esos que no negaban ante las cámaras luego de cumplida una misión.
La sangre comunista de Raúl Castro Ruz no le permitió quedarse en casa. Sus años de juventud los vivió con traje de clandestino y el estudiante de Administración de la Universidad de La Habana exigió libertad en las calles de la capital revueltas por los remolinos del tirano; en el Moncada ajustó cuentas con la dictadura, repensó la lucha tras las rejas del Presidio Modelo y timoneó el Granma hasta convertirse en Comandante y jefe del Segundo Frente Oriental Frank País con una trayectoria militar que apenas comenzaba a gestarse.
Las cuatro estrellas bien ganadas por el entonces Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias le dieron la cara al peligro. De los combates, reveses, victorias y la supervivencia en las lomas saben sus hijos Deborah, Mariela, Nilsa y Alejandro. También sus nietos a quienes este abuelo no se cansa de contarles sobre alguien que lo espera en la roca monumento a los pies de la montaña, su eterna enamorada Vilma Espín Guillois.
Con tantas canas como experiencias y el espíritu íntegro de aquel soldado melenudo del Ejército Rebelde acató el encargo de Fidel de convertirse en Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba y Primer Secretario del Comité Central del Partido cuando pudo descansar en su adorada Ciudad Héroe.
Pero Raúl Castro Ruz no permaneció solo en ese empeño. Lo acompañaron 11 millones de cubanos justo cuando estuvo de tú a tú con Barack Obama durante la visita del expresidente estadounidense a la mayor de las Antillas, un encuentro que parecía acercar las dos orillas pero de este lado no aceptamos imposiciones.
Semanas después de clausurarse el VIII Congreso del Partido y alejado de las responsabilidades, el último mambí no ha dicho basta, ahora con nueve décadas vividas comparte más certezas.
“(…) creo fervientemente en la fuerza y el valor del ejemplo y en la comprensión de mis compatriotas y que nadie lo dude, que mientras viva estaré listo, con el pie en el estribo, para defender a la Patria, la Revolución y el Socialismo”.
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