Han pasado 65 años de la promulgación de esta ley, devenida la más trascendental medida de la primera etapa de la Revolución, y por acuerdo de la máxima dirección de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), Sancti Spíritus resultó sede este 17 de mayo del acto central por las efemérides
Eran los mismos trillos, con las huellas de las botas guerrilleras. Era el mismo verdor del paisaje, con las palmas reales imponiendo su majestad en el vientre de la Sierra Maestra. Era la misma Comandancia General del Ejército Rebelde; mas, otro el tiempo.
Era el 17 de mayo de 1959, cuando Fidel estampó su firma sobre el papel y anunció a la opinión pública —a través de los micrófonos de Radio Rebelde—, la rúbrica de la Primera Ley de Reforma Agraria, la cual “significó para todos aquellos campesinos la desaparición de todo temor. Desde aquel momento, todo campesino pudo sentirse seguro en su tierra, sin temor a ser desalojado”, en palabras del propio Comandante en Jefe.
Han pasado 65 años de la promulgación de esta ley, devenida la más trascendental medida de la primera etapa de la Revolución, y por acuerdo de la máxima dirección de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la provincia de Sancti Spíritus resultó sede este 17 de mayo del acto central por la efemérides, gracias a los resultados integrales del territorio en el último año.
Por segunda ocasión en la historia, la provincia mereció la sede del acto nacional por la conmemoración de este viernes; fecha en que se celebra, además, el aniversario 63 de la fundación de la ANAP, como lo refiere la nota del periódico Escambray titulada “Día del Campesino en Sancti Spíritus: Premio a la obra del campo”.
En declaraciones a este medio de prensa, Eidy Díaz Fernández, presidenta de la ANAP en la provincia, destacó la estabilidad del funcionamiento interno de la organización anapista, evidente en el crecimiento de la membresía, que rebasa por primera vez los 29 000 afiliados, una cuarta parte de ellos, mujeres.
El dirigente anapista significó, igualmente, el protagonismo de los jóvenes en la dirección y organización de todos los procesos en un territorio netamente agrícola, donde más del 80 por ciento de la producción está en manos del sector cooperativo y campesino.
En opinión de Díaz Fernández, el festejo del Día del Campesino estará marcado por la evocación del legado de Fidel, quien, en su alegato de autodefensa ante el tribunal que lo juzgaba por los sucesos del 26 de julio de 1953 —el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo— resumió en seis puntos los principales cambios que impulsaría el Gobierno revolucionario una vez alcanzado el poder: el problema de la tierra, el de la industrialización, el de la vivienda, el del desempleo, el de la educación y el de la salud del pueblo.
Tal como expuso el líder de la Generación del Centenario en su autodefensa, el 85 por ciento de los pequeños agricultores cubanos pagaba renta y vivía bajo la amenaza del desalojo de sus parcelas. Para esa fecha, 200 000 familias campesinas no disponían de una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos; en contraste, cerca de 300 000 caballerías permanecían sin cultivar, en manos de poderosos intereses. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas estaba en manos extranjeras, en lo fundamental, estadounidenses.
Ello explica por qué Fidel aseguró que la Primera Ley de Reforma Agraria, que benefició a más de 100 000 familias campesinas, “selló el pacto de la alianza reaccionaria con el imperialismo, es decir, de los latifundistas y los imperialistas”. Nadie mejor que el entonces Primer Ministro sabía que dicha legislación liquidaba, por un lado, el latifundismo y, por otro, el dominio imperialista sobre la tierra en la isla.
No debe olvidarse que esta norma jurídica invalidó el derecho de las empresas e individuos extranjeros a disponer de tierras en la Mayor de las Antillas, salvo quienes fueran pequeños agricultores.
“(…) en virtud de esa ley —señaló el líder histórico de la Revolución en el acto en ocasión del aniversario 25 de su proclamación—, los grandes latifundios extranjeros y nacionales estaban condenados a desaparecer”. La reacción de esos propietarios, que se habían tragado cada palmo de Cuba, resulta harto conocida: se alinearon para demoler el naciente proyecto político y social. Y a 65 años de aquel mazazo al latifundio, de aquella ley que desató la cólera del Imperialismo, siguen con las ganas.
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