El reglamento escolar es una norma que se encuentra en cada centro escolar y que se hace necesario hacerla cumplir por cada uno de los estudiantes. Sobre el tema versan los criterios en este trabajo periodístico
Por: Lillipsy Bello Cancio
A pocos días del inicio del nuevo curso y en el contexto que impone la sociedad cubana actual donde tantos temas (todos aparentemente contrarios) confluyen en un espacio tan limitado como la escuela, sería prudente reflexionar acerca de un tema traído y llevado, pero aún preocupante porque cada día inquieta más.
Se trata de las transformaciones realizadas al uniforme escolar por los estudiantes, quienes se empeñan en convertirlo en una prenda a la moda, situación más acentuada en los de la Enseñanza Técnica Profesional (ETP). Cada septiembre las primeras reuniones o visitas de los padres a los centros educativos de sus hijos adolescentes tienen como primer y más importante punto el reglamento escolar.
Que si el pelado del joven, que si el pelo largo del estudiante del grupo 3, que si la saya demasiado corta, que si la camisa demasiado entallada al cuerpo, que si adornos exuberantes colgando del pelo de las muchachas, que si los rayitos en las cabezas de los varones… son objeto de constantes debates y conflictos entre los jóvenes y quienes intentan educarlos puertas adentro de cada plantel educativo.
Estudiosos de la personalidad del adolescente encuentran los cimientos de esta problemática de transformar el uniforme en esa búsqueda de la identidad personal y otros hablan de falta de exigencia por parte de maestros y familia.
Lo que sí está claro es el necesario papel de los padres; deben tomar conciencia de cuán dañina resulta esa “moda” para la economía por las pérdidas provocadas al estrechar una blusa o camisa, cuando el organismo de su hijo se encuentra en pleno proceso de desarrollo y, por tanto, dentro de unos meses las reemplazará por roturas debajo del brazo, en los lados o desgarramientos en el lugar de los botones.
¿Qué los reglamentos son hechos para cumplirse? ¿Qué contribuyen a la educación y el respeto a las normas? ¿Qué se discuten y aprueban y unos pocos meses después a todos se les olvidó que levantaron la mano?… Es cierto, pero también lo es el hecho de que, tal y como han afirmado los directivos de educación, no es este documento letra muerta y por tal razón, con la misma agilidad que se revisan planes de estudios, procesos formativos y estrategias de desarrollo, deberían actualizarse los reglamentos escolares.
Y no pretendo con esto estimular comportamientos contrarios ni desconciertos escolares, pero ningún extremismo es saludable, y eso me lo enseñaron los excelentes maestros que tuve en todas las escuelas por las que transité en este pedazo de Cuba.
La ropa no solo se estrecha porque mamá decidió complacer al hijo; también sucede (sobre todo en estos tiempos en los que apenas reciben los uniformes de inicio en cada nivel educativo) porque los niños crecen.
¿Estarán cómodos con esas prendas tan ajustadas que en el caso de las muchachas corren el riesgo de dejarlas con el busto al descubierto al disparárseles los botones de la blusa producto de la fuerza del cuerpo?
Hay tiempo para recapacitar y bajarle el dobladillo a las sayas hasta cuatro dedos por encima de la rodilla como está estipulado y a los pantalones, estrecharlos solo un poco hasta el medio muslo, mantenerlos rectos en las piernas y en cuanto al largo, evitar toquen el borde superior del calzado, entre otros detalles que, de no cogerlos a tiempo, atropellaremos el Reglamento Escolar. Recuerde, el orden comienza por casa.
— ¿Por qué la estudiante tiene la saya tan corta?, inquiere la directora a la madre.
—Imagínese, la costurera le cogió.
— ¿Y ese pelado?, pregunta a otro alumno.
—El barbero lo dejó así, ahora no tengo más dinero para que vaya de nuevo, dice otra progenitora con el mismo afán de justificación.
Imágenes como estas se repiten, y usted, como yo, sabe que el uso incorrecto del uniforme escolar ha salido a la palestra pública desde hace varios años: que si el empleo del corte tubo en los pantalones y con un largo que no toca el borde superior del calzado, que si las sayas a la cadera y con más de 10 centímetros hacia arriba desde el punto medio de la rótula, que si el pelado de los varones. Y es que los adolescentes quieren hacer de este vestuario una moda más.
Quizás usted, madre, abuelo… ahora mismo quiera ponerme en tela de juicio porque el reglamento escolar va más allá de eso, incluye otros deberes y también derechos, obligaciones y prohibiciones de los estudiantes, con el fin de hacer valer la disciplina y las normas de comportamiento en los centros de los diferentes subsistemas dentro del Sistema Nacional de Educación. Ante faltas menos graves, graves y muy graves también están descritas medidas disciplinarias. Estas, claro, no son el fin inmediato, se pretende antes de llegar a ellas, educar, prevenir, ir de menos a más, y no dejar para después un problema que pudiera solucionarse desde la primera raíz.
Otro tema sensible es la entrada de móviles a las escuelas por parte de los educandos. Los criterios a favor son varios: que si el mundo ha avanzado y Cuba no puede quedarse detrás; que si los padres quieren tener “localizados” a sus hijos; que si se pueden emplear en la escuela con fines docentes, en la búsqueda en diccionarios en español, en inglés y varios etcéteras. Mas, ¿realmente son tan necesarios en estos espacios, al menos en edades tan tempranas? En muchos casos distraen la atención de los alumnos y marcan diferencias entre los que tienen y los que no.
Y como documento normativo al fin y cabo, pero no por ello, receta, la Resolución Ministerial No. 357 del 2015 constituye la base sobre la que se parte para la construcción de los respectivos reglamentos en cada escuela, que difieren por las características de la enseñanza, los horarios del día de acuerdo con las diferentes edades, entre otras regulaciones. Igualmente, el texto no prohíbe la entrada de los aparatos móviles, es responsabilidad de los Consejos de Dirección de cada centro discutir en la primera reunión de padres la decisión de aceptarlos o no, y de referirse del “pi y al pa” de cada uno de los artículos del código —por llamarlo de otra manera— que estará vigente cada curso escolar y las medidas disciplinarias que los acompañan si se incumplen.
Así sucedió en la Escuela Secundaria Básica 23 de Diciembre de la ciudad de Sancti Spíritus, por solo citar un ejemplo. Los aparatos electrónicos no entran de la puerta para adentro, una decisión de los padres, según confirma su directora Mayrelis Cepeda Machado. En este sentido, después de consultar varios reglamentos y de acuerdo con el criterio expuesto por María del Carmen Hernández Clavo, jefa del Departamento de Inspección de la Dirección Provincial de Educación, en los centros donde se permite, los docentes no se hacen responsables ante la pérdida o deterioro de estos equipos.
Ante tales disyuntivas hay quienes de manera radical evitan que sus hijos lleguen a las escuelas con los teléfonos. “La maestra tiene mi móvil, y si ocurriera algo con la niña me puede llamar”, dice una madre. Otra, por su parte, reconoce que los muchachos lo menos que tienen son materiales didácticos y sí, juegos y música, que solo interrumpen los espacios docentes; “yo le reviso la mochila todos los días, y cuidaíto con llevárselo”.
Opiniones van y vienen, pero lo que sí no puede perderse de vista es que si se trata de hacer valer la autoridad, porque en las escuelas las normas deben ser regla y no excepción, la familia debe contribuir a que sus descendientes sean responsables desde edades tempranas. Como dijera una fuente a esta reportera, “quien no cumple los reglamentos como estudiante, difícilmente lo haga cuando sea trabajador”.
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