sábado, noviembre 23El Sonido de la Comunidad

Santa Lucía le regala una moto a su médico Alexander (+fotos)

Una pequeña comunidad del municipio espirituanos de Cabaiguán se reúne de forma espontánea para agasajar al doctor Miguel Alexander Concepción López, quien los ha salvado muchas veces en cuerpo y alma

Alexander
Los vecinos de su comunidad le regalaron una moto al médico Alex, quien es cirujano en el Hospital Provincial Camilo Cienfuegos. (Foto: Elsa Ramos/Facebook)

Por: Elsa Ramos Ramírez (Tomado de escambray.cu)

Una multitud se “manifestó” en Santa Lucía, en Cabaiguán. Cientos y cientos de personas “asaltaron” la vivienda de un galeno. Una directa de Facebook le da la vuelta al mundo con el video que ilustra el singular suceso.

Era el Día de la Medicina Latinoamericana. Los habitantes de esa comunidad le obsequiaron una moto Suzuki al médico Miguel Alexander Concepción López, quien alivió los dolores del poblado en medio de la covid.

La iniciativa nació del dolor. Lo cuenta Sandra Luciano, maestra y vecina de Santa Lucía. “El primero de octubre comencé con la covid, mi esposo y mi niño también se enfermaron y mi mamá, que tenía 85 años y una demencia hace cuatro años”.

Y las lágrimas brotan con una extraña mezcla de pesar, conmoción, angustia: “Fueron 23 días luchando por la vida de mi mamá, prácticamente dándole mi respiración a ella sin lograrlo. Es difícil ver así a esa persona que me acompañó toda la vida y que traté de abrigar como si fuera una hija y que esta situación me la haya arrancado de ese modo. Ale no pudo hacer más porque Dios decidió que no se podía, él comenzó a atendernos, venía por la mañana, por la tarde, pendiente de todo, todos los días le preguntaba si estaba mejor, hasta el viernes por la tarde y ella murió el sábado”.

Entonces, dolor y gratitud ensancharon los portones de la solidaridad en Santa Lucía. “Veíamos la situación de Ale en su ir y venir al hospital, porque él es cirujano en el Hospital Provincial Camilo Cienfuegos, tantas personas buscándolo hasta en su tiempo de ocio, hablamos en familia de la idea de gratificarlo, pero hablamos de unir a las personas, el que quisiera unirse, para comprarle una motorina”.

Las redes sociales enseñaron su lado bueno. “A los tres días de haber fallecido mi mamá, creamos un grupo en Facebook que llamamos Médico de Santa Lucia vive en la línea roja. Invité a muchos amigos, trate de unir muchas personas y luego ir al WhatsApp y allí decir lo que íbamos a hacer. Llamé al pueblo, a tantos agradecidos por la atención que él prestaba a tantas personas de la comunidad enfermas porque fue un mes muy fuerte con la covid. El llamado era a aportar lo que pudieran: desde 20, 50 pesos… para hacerle un regalo al médico”

Los agradecidos se multiplicaron y las arcas subieron. “Fue algo increíble, se sumaron no solo personas de Santa Lucía, sino de zonas aledañas, de Cuatro Esquinas, Cabaiguán, Sancti Spíritus. Como aquello fue creciendo, yo que soy maestra de la comunidad desde que tenía 18 años, pensé: No puedo ser confiable yo sola. Entonces seleccioné a una trabajadora del Banco Popular de Ahorro, Maibi Garcés, ella fue la tesorera. Se hizo una auditoria de este dinero con miembros del grupo el día 25 de noviembre, tratamos de hacerlo con toda la transparencia que un pueblo necesita. Recogimos 256 240 pesos”.

Una motorina, no, una moto Suzuki: “Dijimos que cualquier miembro del grupo podía acercarse para saber por dónde se iba recogiendo el dinero, cuánto se iba aportando, pero también cualquier miembro podía ir a comprar el artículo. Queríamos una motorina, pero cuando llegamos a los 180 000, Reinier, el hermano del médico, me comenta que estaba emocionado con lo que había oído y quería entrar al grupo y que él, su papa y su mamá pondrían el dinero que faltara para comprar un motor, el grupo sugería mil cosas, y yo no salía a nada, yo ausente porque estábamos en este complot de que ya en su propia casa se hubiese hasta completado el dinero y que él no lo supiera”.

Y no lo supo, aunque fue un “secreto” entre cientos. “Ale estaba muy ausente, porque está dentro de mis contactos, pero nunca lo agregué en el grupo, es además mi vecino de una casa por medio. En todo momento se llamó a la discreción y en nombre de ese agradecimiento hubo silencio”.

Llegada la hora del regalo, Santa Lucía fue una fiesta, como lo ilustra el video colgado por Sandra. No mediaron autoridades ni movilización indicada. Solo bastó la gratitud de un pueblo que se convocó a sí mismo para un gesto que traspasó los confines de un homenaje.

Nada de guiones, ni protocolos. Los poetas improvisaron y los oradores nacieron de en medio de la gente: “Los que estamos hoy aquí frente a tu casa, son tu familia, es tu pueblo que viene a buscarte y a pedirte tantas veces que nos des la mano, tú eres el médico de Santa Lucía que vive en la línea roja”. Y se hicieron los aplausos y los coros con el nombre de Ale, como le dicen en Santa Lucía. Y se hicieron las lágrimas, los gritos, las imágenes…

“Esa llegada de Ale ahí es muestra de que no sabía nada  —cuenta Sandra—. Algunos sugirieron hacer el homenaje en el parque, pero quería que fuera lo más humilde y que se pareciera lo más posible a él, por eso decidimos hacerlo frente a su casa. Ya cuando estábamos con los poetas en un ensayo, lo llamé con el altavoz: Doctor, buenas tardes y él: “Qué pasa, qué pasa”, y le digo: Te estoy llamando porque tengo el grupo de Facebook, no sé si lo has visto, y dijimos que queríamos hacer un homenaje, hay muchas personas delante de tu casa para cuando vayas llegando, es tu pueblo el que ha venido tatas veces a pedirte ayuda el que te está esperando, y me dijo: “Sandra, ¿cómo tú has hecho esto? Él venía de su trabajo en una máquina roja y nos habíamos puesto de acuerdo con una prima cuando entró, eso fue para qué…”.

El “para qué” trata de explicarlo Alexander, el médico: “Realmente cuando enfoqué la calle y vi tanta gente allí, al principio pensé que pasaba algo, pero después las personas gritando y coreando el nombre de uno… no tengo palabras”.

Me lo cuenta y le creo por el temblor de su voz, aunque han pasado las horas: “Para mí fue muy emocionante, no me esperaba en lo absoluto nada de eso, cuando después de llegar del trabajo a mi cuadra, a mi casa, vi tantas personas esperando, me emocioné muchísimo y le soy sincero, se me salieron las lágrimas, es muy reconfortante, se siente uno con una satisfacción tan grande que es difícil de describir. Cuando llegó la moto, me monté pero tenía tremenda flojera en los pies, es una de las emociones más grandes que yo he vivido”.

Una emoción similar vivió Sandra: “No tengo cómo agradecerle a este pueblo lo que hizo que no tuvo nada que ver con organización ni nada, todo fue espontáneo, incluso ese día también estimulamos a Chichi, otro médico del Hospital Provincial que también había ayudado en esta etapa de epidemia, el presente que le llevaron los alumnos de la escuela fue un momento emocionante. Le digo que he vivido dos momentos como este, que fue el nacimiento de mis dos hijos, nada se compara con esta emoción que viví ese día. Creo que mi madre me ha acompañado en todos estos momentos para darme esta fuerza y donde esté sé que estará satisfecha con este maravilloso gesto. El regalo propiamente nunca fue esa Suzuki, el regalo, como le dijimos, es él, que es un privilegio, una bendición para todos nosotros”.

Y en la moto montaron las razones mutuas para el singular homenaje: “Fueron momentos muy difíciles —cuenta Alexander—  yo tendí mi mano. Era difícil ver tantas personas que estaban enfermas, que ya habían pasado la covid, estaban en sus casas y yo decidí ayudar a los médicos de la comunidad, a veces el solo hecho de estar cerca de ellos, orientar qué se debía hacer, es sumamente importante. Qué pasa, que cuando uno nace en un pueblo pequeño todas esas personas se vuelven tu familia, es el lugar donde nací, me críe, cada paciente que vi, cada persona que se ayuda es como si fuera de tu propia sangre.

“Yo tengo que agradecerle mucho a la Revolución cubana, soy hijo de campesinos y gracias a ella tuve la posibilidad de estudiar y de seguir adelante, de hacer lo que me gustaba en mi vida y lo menos que realmente puedo hacer ahora es brindarle mis conocimientos y ayudar a las personas, lo más preciado que tiene el ser humano es la salud y uno contribuir a eso es lo más grande”.

El doctor Miguel Alexander Concepción López ahora alivia sus viajes al hospital por la moto que le regalaron sus pacientes. Carga en ella el tamaño de un obsequio que traspasa el peso del dinero recogido y la moto comprada: “Más allá de lo material, lo que más satisfacción me dio fue ver a tantas personas que fueron allí, prácticamente solos, por ellos mismos, cuadraron el horario, esperaron, incluso algunos llevaban rato esperando… fue algo muy grande”.

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