Por: Daisy Martín Ciriano
Al recordar el Cabaiguán del siglo XX llegan a la memoria la existencia de gran cantidad de comercios y talleres.
Un breve recorrido por la lejana memoria nos remonta a la existencia de establecimientos dedicados a la confección de ropas, incluyendo en ellas trajes y guayaberas.
Estas prendas, muy usadas en sociedad, tenían una gran demanda ya que varias Instituciones de Instrucción y Recreo lo requerían como vestuario indispensable para determinados bailes y actividades.
A esto se suma que la población cabaiguanense siempre se ha distinguido por el buen vestir. La elegancia de los hombres y de las mujeres iba a la par. Por todo esto en el poblado proliferaban las sastrerías, unas más especializadas que otras.
Por este tiempo se destaca el establecimiento de Juan Jova, situado en la calle Segunda del Oeste, entre Hernández Leal y calle Valle. Este señor era todo un especialista en la confección de trajes, aunque realizaba algunos arreglos y otros encargos. Casi al lado de este local, se encontraba la sastrería de Dueñas.
Otro comercio con trabajos similares, pero menos exquisitos, fue propiedad de Justiniano Leal, situado frente a la estación de ferrocarril, muy cercano hoy a las oficinas de Comercio. Justo es reconocer al trabajo de la sastrería Capote, situada en la calle Valle, entre 2da y 3era. Este señor era un sastre exquisito y de gran agilidad para las entregas. También en los locales cercanos al banco Crespo existieron las sastrerías de Longo y la de Luis Luis.
Otro establecimiento de similar actividad era propiedad de un señor llamado Bernardo, esposo de María Luisa Benítez y cuyo espacio quedaba entre lo que es hoy la oficina del Cobro de multas y La Francia.
Y no por ser la última en relacionarte, es meno importante, la sastrería Rodolfo, especializado en la confección de trajes y guayaberas.