viernes, noviembre 22El Sonido de la Comunidad

Septiembre convoca a las aulas

Por: Lillipsy Bello Cancio.

Otro septiembre ha llegado, otra vez el noveno mes del año se convierte en uno de los más esperados, después de que, vacaciones de por medio el reencuentro con amigos, maestros, profesores, madres y padres de los compañeros de aula y hasta algún que otro amor pospuesto, se convierte en un momento esperado, esperadísimo, capaz de resumirse en apenas un abrazo, un beso, un “¡qué deseos de verte tenía!”.

Septiembre abre sus puertas y con él, las aulas, cerradas ahora por poco más de cinco meses y no precisamente porque concluyó un período y comenzó otro, sino porque un virus minúsculo obligó a al mundo a recogerse… y a las familias a proteger a sus niños y ancianos… a las escuelas a interrumpir cada proceso y a los maestros a posponer esa mirada orgullosa y henchida, abundante de alumnos que se gradúan, que se les van, que continúan….

Una etapa sin precedentes reinicia desde este primer día de un curso que empezó hace justamente un año, un larguísimo tiempo en el que una única certeza mantuvo intactas las esperanzas, los propósitos, la ilusión: la convicción de que volverían a encontrase y entonces sucedería la magia de esos espacios e historias tantas veces compartidas y que ahora, descubrimos otra vez.

Este martes no será de multitudes, no tendrán que detenerse las maestras a explicar a las mamás el horario en medio de una escalera mientras la directora de la escuela trata de reunir a todos en la plaza, no tropezarán los profes con las bicicletas de papás que no quieren perderse el primer día… sí, porque este, a pesar de no ser el primer día de ningún curso sí es quizás el más esperado, el de mayores expectativas, en el que más se han fraguado miedos y confianzas, alegrías y tristezas, deseos y reencuentros.

A partir de este primero de septiembre una prenda, molesta y necesaria, desconocida y utilísima, formará parte del uniforme escolar de todas las enseñanzas: unos la combinarán con azules, amarillos y rojos, otros le echarán mano al primero que encuentren, no pocos se sofocarán y tendrán que cambiarlo con mayor frecuencia, y habrá hasta quien haya logrado convertirlos en obras de arte… pero todos, todos, llevarán sus nasobucos, sin importarles más que la sonrisa, esta vez disimulada, pero radiante, dichosa, bendita….

También, desde este justo momento tendrán que volver a adaptarse padres, maestros, niños, adolescentes y jóvenes a ciertas disciplinas, retomar costumbres, rutinas y deberes, se verán obligados a acostumbrarse a las ausencias, que las personas que dejamos en marzo no son las mismas que ahora y que las paredes vacías y las aulas sin adornos significan, no ya dejadez, ni desinterés, mucho menos malquerencia… representan cuidado, protección, amparo.     

La mañana de este martes, primero de septiembre, no estarán todos los que debían… sino los necesarios, pero eso sí, los besos, contenidos, otra vez se desbordarán; los abrazos, sujetados, encontrarán corazones dispuestos y la fiesta del reencuentro, la alegría de volverse a encontrar, regresará la dicha a las escuelas, las carcajadas a cada patio, el conocimiento a cada aula… aunque para ello, el nasobuco, el olor a cloro y una distancia física que no separa espíritus tengan que convertirse en rutina, en costumbre… en deber.

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