Serafín Pérez Jacomino, otros de los buenos cabaiguanenses que este jueves marchó a la eternidad.
Por: Aramis Fernández Valderas
Pueden escribirse muchos adjetivos que glorifiquen a las personas. Existen personas que no pueden medirse por esos adjetivos porque la sencillez los envuelve y esconde otras cualidades extremadamente importantes para el ser humano.
Serafín, hombre conocido en todo Cabaiguán por la calidad de sus trabajos de tornería, tenía la dignidad y el decoro como banderas y el compromiso eterno con la verdad y el honor.
Recuerdo haberlo visto por última vez en Trinidad, precisamente en la otrora Villa Siguaney de la playa La Boca, allí pasábamos ambos la cuarentena porque regresábamos del exterior, él ya se marchaba a casa, a distancia nos saludamos, solo eso, la Covid-19 impidió darnos las manos, andaba de sombrero blanco, su sonrisa de siempre y la seriedad en el rostro.
Después, Serafín enfermó hasta perder esa intensa batalla entre la vida y la muerte. Hombres como él, aun en la muerte son triunfadores por la perdurable huella que deja entre los suyos y en su pueblo que tanto lo admiró y mantendrá en el recuerdo por siempre.
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