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Solidaridad en tiempos de inflación

A pesar de las circunstancias por las que atraviesa el país, existen personas que aún extienden su solidaridad a las personas más necesitadas. Sin embargo, otros se aprovechan del dolor y la necesidad ajena.

Solidaridad
Aun cuando en estos tiempos la inflación es elevada, todavía son muchos los cubanos que brindan su solidaridad a quien más lo necesite.

Por: Lillipsy Bello Cancio

¿Solidaridad en tiempos de inflación? Es este un conflicto en el que se debaten ahora mismo no pocos… ¡triste realidad que golpea una de las más sensibles aristas del ser humano!… un cuestionamiento que no debía plantearse ninguna persona, pero que lamentablemente signa la cotidianidad que ahora mismo vivimos.

Y es que, si bien es cierto que en momentos de crisis casi todos sacamos lo mejor de nosotros, y el mejor ejemplo todavía no tenemos tiempo de olvidarlo porque están demasiado latentes las muertes y las secuelas de la COVID, también lo es el hecho de que en medio de las más difíciles circunstancias hay quienes se aprovechan del dolor y la necesidad ajena, no ya para sobrevivir, sino para especular.

 Si no, ¿cómo se explica que a un recién operado, que sale convaleciente, adolorido del hospital provincial, alguien pueda pedirle hasta 1500 pesos por trasladarlo hasta Cabaiguán? El combustible es escaso, los precios en el mercado negro son exorbitantes, pero… ¿será que en medio de tantas carencias perdimos la capacidad de discernir? ¿A cuánto ascenderán las utilidades de dicho propietario? ¿Qué por ciento de ganancias tendrá al término de ese viaje?

¿Cómo entender al “carretillero” capaz de permitir que el anciano, encorvado y con las manos y el rostro llenos de una vida que se apaga poco a poco, irremediablemente, se alejara con la jaba vacía, sin la malanga que necesita para aliviar su dolencia, porque sencillamente  aquel no pudo “rebajarle” unos pesos que no necesariamente tendrían que significar pérdida?  

Por suerte están los que, tal y como reflejan no pocas publicaciones en redes sociales, ponen su carro a disposición de los médicos y los familiares de los heridos cuando un incendio se traga la sonrisa de no pocas familias, o el joven que lo mismo alza en sus brazos a una anciana para salvarla del diluvio que carga los bienes de los vecinos para protegerlos de la inundación.

También están los que, propietarios de un negocio próspero y en desarrollo, no olvidan a los que menos tienen, como los de la pequeña empresa privada cabaiguanense “Sabor Mágico” que cada semana tocan las puertas de la casa de niños sin amparo familiar con las manos llenas de dulces y helados para los que más saben querer, la esperanza del mundo… o los del “Imperio Ideal”, hacedores de aquella fiesta por el 4 de abril para los más pequeños y que tanto disfrutaron los niños como sus padres.

“Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe: ser útil”, afirmó Martí, en otra época, en otro siglo.

Evocar su pensamiento nos obliga a una reflexión en el sentido contrario: hagamos las cosas buenas en silencio, sí… pero aquellos que denigran nuestra condición más elemental, la más básica a esos deberíamos denunciarlos, hacer mucho ruido a su alrededor hasta que ayudar al que lo necesite, no solo sea parte del deber, sino de su felicidad.  

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