
Veinte mil y una antorchas distintas por Martí
La mayor parte de las antorchas que hoy en la noche bajarán, prendidas, la escalinata de la Universidad de La Habana, y de las que cruzarán otras calles en el país, fueron construidas por niños y niñas y por sus padres y madres. En esas antorchas está la metáfora de mucho de lo que somos como nación.
Ahí aguardan por ser prendidas: las hay largas, pequeñas, delicadas, consistentes, reforzadas, algunas con mucho brillo y hasta papeles de colores en torno al palo de agarre, las que aparecieron con el mango de plástico, las de latas de hierro, las de aluminio, las que se engancharon con una o dos puntillas y un alambre, las que apenas con un tornillo, las que al primer zarandeo ya han perdido la «cabeza», las de un palo cualquiera de la mata más común y añeja del parque más cercano.
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