El trabajo a distancia o el teletrabajo, con su flexibilidad y múltiples ventajas, pueden ser la salvación de muchos trabajadores durante este verano
En medio de las complejas circunstancias actuales de la economía nacional —en lo tocante fundamentalmente al déficit de combustibles y la inestabilidad del sistema electroenergético—, al mercado laboral cubano regresa la necesidad de dos opciones ya popularizadas aquí durante los años de confinamiento por la pandemia de covid: el teletrabajo y el trabajo a distancia.
En ese entonces, estas alternativas laborales llegaron a sumar en la provincia a más de 31 000 personas, cifra que con el regreso a la normalidad se ha reducido drásticamente: según las estadísticas de la Dirección Provincial de Trabajo, en la actualidad apenas suman alrededor de 1 220.
Dichas modalidades, imposibles de aplicar en algunos puestos, aparecen recogidas en el Código del Trabajo y el Gobierno cubano las promovió incluso desde antes, en el 2019, cuando el país vivió otro momento de tensión energética a propósito de la desmedida persecución de la administración Trump a los tanqueros destinados al traslado de combustible hacia la isla.
Tanto el teletrabajo como el trabajo a distancia incluyen un contrato entre la administración y el trabajador, donde se acuerdan los lugares y las formas en que se va a producir o a prestar el servicio en cuestión.
Específicamente, el teletrabajo precisa de un mínimo de condiciones relacionadas con las tecnologías de la informática y las comunicaciones, en lo fundamental contar con computadora y conexión a Internet con aceptable calidad para mantener un continuo intercambio entre ambas partes.
Determinadas profesiones y oficios se ajustan mejor a esta opción, entre ellas el periodismo, la arquitectura, las ingenierías, los diseñadores, productores musicales, gestores de información, informáticos, así como algunos investigadores y personal de determinadas oficinas.
Desde hace años, el Ministerio de Finanzas y Precios modificó las disposiciones relacionadas con el movimiento de activos fijos tangibles para permitir la utilización de los llamados medios básicos fuera de la entidad y así favorecer al teletrabajo y el trabajo a distancia, siempre y cuando quede constancia de ello en la entidad y se firme un acta de responsabilidad material, que detalle las condiciones del préstamo.
Un tiempo atrás, la Dirección de Trabajo y la Central de Trabajadores de Cuba identificaron de conjunto en la provincia unos 600 tipos de labores factibles para la aplicación del empleo a distancia en sus diferentes variantes, pero no pocas administraciones se han mantenido reacias a su aplicación.
A nivel social, estos reacomodos de los recursos humanos se imbrican con la estrategia nacional de fomentar el uso de las tecnologías de la Informática y las Comunicaciones, en tanto a nivel personal implican múltiples ventajas.
Entre ellas evitar el desplazamiento de los trabajadores —una razón más que suficiente hoy con las conocidas limitaciones del transporte público y los altos precios del privado —. Y aquí en Sancti Spíritus, una provincia con alto índice de envejecimiento, laborar en la casa permitiría también atender a un enfermo o a un encamado.
Además, estas opciones descargan a la entidad de gastos de electricidad, merienda, almuerzo y en algunos casos transporte; mientras que los trabajadores se acogen al horario abierto, lo cual les permite autoplanificarse y les evita pérdida de tiempo en reuniones de más o comadreos de pasillo.
Pero algunas entidades y organismos ignoran todas estas bondades y colocan talanqueras injustificadas con el argumento de que así se desaprovecha la jornada laboral, falta concentración para cumplir los encargos, se pierde el sentido de pertenencia hacia el centro de trabajo, no existe suficiente desarrollo tecnológico y resulta imposible ejercer un control efectivo hacia sus subordinados.
En última instancia, la decisión va a depender del prisma con que se mire, pero estas dos modalidades de empleo serán provechosas para ambas partes siempre y cuando el trabajador rinda y existan los resultados favorables esperados, lo cual obviamente mucho va a depender del seguimiento y fiscalización de los jefes inmediatos y, en general, de las administraciones sobre sus asalariados.
Cualquiera de estas posibilidades siempre va a ser más inteligente que una interrupción laboral porque significa tender la mano a un trabajador en tiempos donde el sueldo, las condiciones laborales en muchos centros y el contexto social ya lo desestimulan y disgustan.
Sin resquebrajar la disciplina más de lo que ya está en determinados centros, de cara a la canícula del verano, con probables apagones y en medio de tantos agobios cotidianos, el teletrabajo y el trabajo a distancia —tan flexibles como provechosos— pueden ser, más que una solución salomónica, la salvación de muchos trabajadores.
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