Alcanzar la mejora continua es una premisa que ha acompañado a la educación cubana desde 1959. El tercer perfeccionamiento asegura una dirección científica del proceso de enseñanza
Si bien se encuentra por estos días en boca de todos, la realidad es que el Tercer Perfeccionamiento de la Educación General no es algo nuevo, sino que comenzó como un estudio diagnóstico del Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, allá por el año 2011.
Dicho diagnóstico arrojó los problemas más acuciantes de la educación cubana: la sobrecarga de planes y programas de estudio, la desactualización de los mismos, la poca o nula autorregulación del proceso educativo y la necesidad del trabajo en red, indicador mediante el cual la escuela se convertiría en un punto donde converjan la comunidad, la familia y otros organismos.
Para solventar dichas carencias, desde 2015 se comenzó la implementación de una serie de medidas transformadoras que terciarían al sector desde una punta del caimán hasta la otra.
En palabras de directivos de Educación en la provincia, el tercer perfeccionamiento busca saldar las deudas pendientes de las renovaciones precedentes que tuvieron lugar en 1975 y 1987. Para ello, su máxima radica en el rediseño de una escuela que se asemeje a la comunidad y se conciba como un espacio más atractivo y orientado a la generación del conocimiento y el trabajo en equipo.
La implementación de este modelo conduce a un proceso de cambio en tres momentos significativos: en la organización y en el sistema de trabajo de la institución educativa, en el modo de actuación del docente que logre el fin y los objetivos en la práctica escolar y en la vinculación de forma activa entre alumnos, comunidad y familia.
En primer lugar, se procedió a la actualización de los programas y la elaboración de libros de texto y cuadernos para que los estudiantes pudieran acceder al conocimiento científico de forma más visual y creativa. Estos libros poseen un nivel de actualización superior comparado a sus antecesores, imágenes en colores y tareas que se complementan con aplicaciones educativas y búsquedas en Internet para acercar la educación cubana a los cánones y recursos tecnológicos que se emplean a nivel mundial.
Los nuevos currículos ratifican el objetivo principal heredado del primer perfeccionamiento: mantener una visión de la educación como sistema cohesionado y, a la vez, articulado.
Sin embargo, se direccionan no solo a la formación del alumnado en materia de conocimientos, sino a su formación laboral y vocacional desde edades tempranas, siempre en contacto con la familia y en correspondencia con las habilidades y fortalezas de cada escolar.
De igual modo, a pesar de los problemas con la cobertura docente que afronta el territorio, muchos padres insisten en la necesidad de superación constante por parte del profesorado, mientras defienden esta idea como un factor decisivo cuando se trata de garantizar el éxito del perfeccionamiento, mucho más ahora que se modificaron parcialmente las formas de enseñar y, por ende, de aprender.
Otra de las vertientes va encaminada hacia la creación de nuevos métodos y estilos de trabajo, así como la renovación de los ya existentes para lograr un aprendizaje desarrollador inclusivo en el que estudiantes, docentes, familia y los entes de la comunidad se impliquen de forma novedosa.
Para ello se dispone del trabajo en red entre instituciones docentes y no docentes que tributen a la enseñanza artística o de la historia local, por ejemplo, sin perder de vista el fin de cada nivel educativo.
Un ejemplo del éxito de este cometido es Musicarte, proyecto extensionista de la ESBU trinitaria Julio Sotolongo, el cual —como su nombre lo indica— no solo centra su atención en la capacitación musical de los educandos, sino que apoyó en buena medida La Voz del Centro, un periódico escolar que se elabora en dicha secundaria básica para el consumo interno y de la comunidad.
En este caso particular, profesores y alumnos han modificado sus relaciones convencionales para convertirse en agentes sociales de una institución transformadora, que se enfrenta abiertamente a problemas locales como los vertederos que abundan en la zona.
Si bien es cierto que representa un cambio profundo, bien estructurado y necesario, mediante el cual se visualiza la educación como arma y escudo en tiempos en todas las aristas complejos, profesores, padres y alumnos consideran que este proceso deberá contar con ciertos apuntes a pie de página: podrían asimilarse materias normalizadas en Finlandia y Japón como Convivencia y Valores, donde se aprenda sobre relaciones interpersonales sanas, equidad de género y sexualidad; la informática podría enfocarse en manejar con holgura Windows, Word, Excel, PowerPoint y la habilidad digital del siglo: programación a todos los niveles. Todo esto desde pequeños.
El lenguaje de señas no debería ser un dominio exclusivo de quienes poseen discapacidades de origen auditivo o tengan vínculos laborales o de parentesco con ellos, sino que podría (debería) enseñarse desde niños, justo como se hace con el inglés.
Español generaría herramientas útiles para combatir la apatía por la lectura y bajar el listón a tiempo sería una medida decisiva: durante años nos cautivaron las aventuras de Conan Doyle, Mark Twain, Julio Verne y Robert Louis Stevenson que no figuran en los programas docentes; y enseñemos no solo literatura, sino todas las manifestaciones.
Y, por último, ¿por qué no se enseña a entender la Economía Política y, por ende, el mundo, más allá del Marxismo? Muchos de los entrevistados refieren que, como ejercicio extraclase, sus hijos podrían consagrar parte de su tiempo en tareas agrícolas sencillas, mediante las cuales aprendan a llevar un pequeño huerto en casa; o de corte utilitario y social, como lo son actividades en asilos de ancianos, hogares maternos y hospitales.
De esta forma aportarían soluciones prácticas y tempranas a los desafíos del desarrollo sostenible, siempre desde la escuela, y con una visión científica e innovadora que sí, provea mayores conocimientos al estudiantado, pero que tribute a una causa abarcadora y superior: contribuir a su desarrollo humano y aportar exponencialmente al futuro de la nación.
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